La criptocrisis terminal ya está aquí

Manuel Moreno Capa

Manuel Moreno Capa (Director de GESTORES) | Hacía mucho que no escribía sobre la cripto calderilla, porque pensaba que ya lo había dicho casi todo. Además, no merecía la pena hacer leña del árbol caído, ya que, modestia aparte, se estaban cumpliendo irremisiblemente los pronósticos lanzados desde esta columna. “La criptocrisis de mayo no será la última… ni la más grave”, se titulaba el 27 de mayo. Ahora, casi medio año después, proliferan titulares como “Lehman cripto”, “Debacle cripto”, “Criptoinvierno” o “Criptocorralito”. Parece que ya casi todo el mundo ha descubierto los efectos de esta última variante de estafa piramidal. 

Pese a ello, conviene volver a la carga y recordar la tibieza y lentitud de los reguladores para intentar evitar esta hecatombe, aunque doy por supuesto que al inversor serio en activos serios, como los fondos de inversión, esto le da lo mismo, pues no se habrá dejado atrapar por la cripto pandemia. Ahora respirará con satisfacción: cierto que los mercados, y los fondos de inversión, no están dando alegrías, pero al menos son activos de verdad, no pirámides sin cimientos.

Cuando todavía se está cocinando la futura regulación sobre la inversión en cripto pseudomonedas, da la sensación de que ya dará igual, porque la pirámide de la calderilla digital se está desmoronando a tal velocidad que ya se ha convertido en una tumba financiera para miles de ingenuos, desinformados y ambiciosos: todos los que se adentraron en ella en busca de un tesoro que, como en todas las pirámides, sólo cosecharon los que llegaron primero y los que, después de calentar el precio de la momia, le pasaron el muerto al siguiente y, luego, al siguiente y al siguiente dispuestos a pagar barbaridades por el fiambre caducado… hasta llegar a los últimos primos, ya incapaces de encontrar el camino de vuelta (léase, la liquidez) que les ayudara a salir del laberinto.

Porque ahora muchos han descubierto que las cripto no sirven para comprar una casa, para pagar esa electricidad o esa cesta de la compra cada vez más caras, o para complementar con ingresos extra una nómina menguante por culpa de la inflación. Por eso, corren a recuperar sus dólares y sus euros, los que se gastaron alegremente, incluso en cajeros a pie de calle, en comprar la inútil critofantasía. Pero, ¡oh sorpresa!, resulta que quien antes cogió tus dólares o tus euros a cambio de cripto anti monedas, ahora no tiene ni dólares ni euros para comprártelas. Los famosos “exchanges” (un nombre engañoso, como si de verdad fueran mercados de valores estos mercadillos sin regulación alguna y sin ninguna autoridad oficial que les respalde) están desplomándose uno detrás de otro porque carecen de liquidez con la que comprar a los “inversores” las cripto que antes les vendieron. 

Uno de estos mercadillos, FTX, se declaró en quiebra el pasado 11 de noviembre. Pero no olvidemos que antes colapsaron firmas como Three Arrows Capital, Luna o Celsius. Y que FTX no es el mayor de estos “exchanges”, ya que el principal es Binance (que no se atrevió a rescatar a FTX después de participar en cierto modo en su colapso), seguido a gran distancia por Coinbase (que al menos cotiza en Bolsa, por lo que se le supone una mayor transparencia, ya veremos…). A continuación están Kraken y OKX. La quebrada FTX era, de hecho, el quinto jinete de esta lista. ¿Provocará su caída un efecto dominó? Parece que los comentarios y maniobras llegados desde la propia Binance ayudaron a acelerar la crisis de FTX. ¿Se está depurando el mercado para que sólo queden los más fuertes y, además de falto de regulación, el de las cripto sea un mercado oligopolístico? Pero, en este entorno de sucia competencia, si los compradores de cripto siguen reclamando liquidez –quizás para compensar sus pérdidas en los mercados de verdad o simplemente para pagar el recibo de la luz–, ¿serán capaces los otros cripto mercadillos de comprar las monedas digitales y pagarlas con dólares o euros contantes y sonantes, o el criptocorralito será total? Pronto lo veremos. “Winter is coming”, pero para las cripto llega mucho más rápido que en los Siete Reinos…

Mientras tanto, ahí siguen, a pie de calle, los cajeros que venden cripto falsas monedas a cambio de euros. Ahí sigue la legislación en marcha a paso lento. Ahí siguen las entidades financieras “serias” que coquetean con las cripto. Y ahí siguen quienes proclaman que las cripto son la avanzadilla de la tecnología de cadena de bloques (“blockchain”) que va a revolucionarlo todo, sin tener en cuenta que la tecnología, per se, no es ni buena ni mala, pero que usarla de cualquier manera provoca siempre efectos nocivos e inesperados.

Supongo que ningún lector de esta columna habrá cometido el error de obtener liquidez de sus fondos de inversión (por maltrechos que estuvieran) para enterrar ese dinero en la pirámide de las cripto. Pero quizás otros sí se hayan dejado tentar y ahora no tienen a quién acudir. Pero tampoco tienen derecho a quejarse. ¿Acaso no clamaban los cripto gurús, y sus miles de seguidores, por la libertad de mercado, por la ausencia de regulación e intervenciones estatales en sus monedillas? Lo cual no evitaba que aceptaran los “regulados” e “intervenidos” euros y dólares a cambio de las cripto. ¿Se acuerdan de cuando, en noviembre de 2021, hace un año, por un solitario bitcoin se pagaban casi 69.000 dólares? Ahora se pagan menos de 16.000 y me sigue pareciendo un precio absurdo para algo cuyo valor para comprar de bienes y servicios es, y será siempre, cero… por más que algunas webs y negocios minoritarios acepten bitcoins. ¿Pagarán luego con ellos las nóminas, la factura de la luz o los impuestos? Me temo que no, así que alguna fórmula tendrán para acabar consiguiendo dinero de verdad y, por tanto, deshacerse de esas cripto… quizás colocándoselas a otro primo.

Pero, nada, ahí siguen los reguladores dándole vueltas al tema, en vez de, directamente, prohibir la compra y venta de cripto pseudodivisas (convertidas además en vehículos para mover mucho dinero negro), cerrar los cripto cajeros, instar a los “exchanges” a que indemnicen como puedan a los incautos o que se declaren en quiebra y queden en manos de los tribunales… Muchos ciudadanos perderán miles de millones y, si se sienten desprotegidos, que inicien querellas y demandas contra quienes les subieron a la pirámide y contra las autoridades que lo permitieron, aunque posiblemente muchos de los afectados sean de esos votantes “libertarios” anti Estado, anti regulación financiera, anti impuestos, anti vacunas y anti todo, que entienden la libertad como un derecho absoluto, sin saber que no hay derechos absolutos y que todos deben estar limitados por los derechos de los demás. Quizás ya hayan aprendido: con el dinero, libertad absoluta significa que se lo queda el que tiene menos escrúpulos, lo mismo que libertad absoluta significa que las urgencias del ambulatorio estén cerradas mientras sigue abierta y ocupando más espacio que nunca la terraza del bar de enfrente… Libertad, libertar, ¡cuántos desmanes se provocan invocando falsamente tu nombre!