Nicolas Bickel (Edmond de Rothschild) | Recientemente, China ha dado a conocer su plan de apoyo al consumidor y recuperación económica. Los objetivos de este plan son apoyar el poder adquisitivo de los consumidores, frenar el declive del mercado inmobiliario y proporcionar liquidez a los bancos para que inviertan y presten a las empresas.
Asimismo, se pretende evitar una ralentización del principal motor del crecimiento, las exportaciones, en previsión de mayores medidas proteccionistas en Europa y Estados Unidos. A pesar del fuerte repunte de la renta variable china, apoyado también por las coberturas a corto, los problemas estructurales de la economía china no se arreglarán definitivamente con este plan. Aún queda camino por recorrer, en particular para restablecer la confianza de los inversores, mejorar el riesgo de controles públicos sin previo aviso de determinados sectores y frenar la deflación de los precios industriales, lo que presupone una reducción del exceso de capacidad de producción. El ejemplo de Japón, que experimentó una deflación crónica en los años 90 seguida de muchos años de crecimiento lento, ilustra la dificultad y el tiempo necesarios para invertir un mecanismo deflacionista.
Sin embargo, este nuevo plan de estímulo debería proporcionar cierto apoyo a las empresas y sectores exportadores de los países desarrollados, como los bienes de consumo básico, ciertas empresas de artículos de lujo e, indirectamente, las empresas de materiales, gracias a una subida del precio de los metales industriales, de los que China es un gran consumidor.
No obstante, si los mercados de renta variable chinos volvieran a sus niveles de valoración de 2020 (es decir, cerca de 20 veces los beneficios, frente a 16 veces en la actualidad), además de recuperar su cuota del 30% en el MSCI World (frente a menos del 20% en la actualidad), el potencial de revalorización del mercado chino se situaría entre el +25% y el +50%, en igualdad de condiciones.