J.P. Morgan | Los datos de la eurozona en agosto apuntaban a una combinación complicada de inflación persistente y debilitamiento de la actividad. En cuanto a esto último, las encuestas empresariales del mes pasado insinuaban que se están formando grietas en las perspectivas de crecimiento por una desaceleración en la actividad de servicios -que ha apoyado a la economía en lo que va del año-. Sin embargo, si bien los efectos de base deberían ayudar a enfriar aún más la inflación general en los próximos meses, una inflación subyacente más persistente amenaza con limitar la capacidad del Banco Central Europeo (BCE) de flexibilizar su política en respuesta al debilitamiento de la economía. Actualmente, los inversores esperan que el BCE recorte los tipos en el primer semestre del próximo año, pero vemos el riesgo de que esas esperanzas se vean frustradas si no se produce una desaceleración sustancial de las presiones sobre los precios subyacentes.
Las estrategias enfocadas a la calidad, que buscan compañías con demostrada resiliencia en sus ingresos y balances sólidos, deberían actuar como refuerzo para las carteras de inversión ante esta combinación de desaceleración del crecimiento y unos tipos «más altos durante más tiempo».