Los depósitos a plazo no son una alternativa a los fondos

Manuel Moreno Capa

Manuel Moreno Capa (Director de GESTORES) | La subida de los tipos de interés impulsada por los bancos centrales continuará durante 2023. Una tendencia que en apariencia devuelve cierto atractivo a los depósitos bancarios a plazos superiores a un año. ¿Son una alternativa a los fondos de inversión en estos momentos inciertos y de agitación en los mercados de renta fija y variable? Creo que los depósitos a plazo nunca han sido alternativa a los fondos, por más que comiencen a ofrecer tipos aparentemente seductores.

El IPC español cerró 2022 en una tasa anual del 5,6 por ciento (la más baja de la eurozona) y las previsiones esperan que se reduzca este año, pese a que sigan subiendo los tipos de interés oficiales. Pero la gran banca española no está ofreciendo depósitos a plazo con tipos capaces de acercarse siquiera al uno por ciento. Sólo algunos bancos pequeños ofrecen TAEs en torno al dos por ciento para imposiciones a seis meses o un año, y normalmente sólo a quien esté dispuesto a inmovilizar a esos plazos un mínimo de 5.000 o incluso 10.000 euros. Algunos bancos extranjeros (accesibles a través de plataformas como Raisin) sí se acercan al tres por ciento para depósitos a un año o incluso superan esa tasa para plazos de dos años o más.

Pese a que hasta hace poco los depósitos a plazo ofrecían rendimientos ridículos, ni siquiera cercanos al uno por ciento, las actuales rentabilidades parecen no sólo minoritarias, sino también poco atractivas. No sólo son incapaces de compensar la inflación, sino que exigen enterrar el dinero demasiado tiempo y renunciar a entrar en los mercados de renta fija y variable en cuanto muestren signos de recuperación. Algo que, como ya he comentado aquí, algunos gestores de fondos especializados en bolsas internacionales esperan que ocurra en la segunda mitad de 2023, si no antes. Salir de los fondos para inmovilizar el dinero en depósitos puede ser una mala idea. En primer lugar, porque perdemos la liquidez que dan los fondos, así como la posibilidad de cambiar el dinero de un tipo de fondo a otro (sin coste fiscal alguno) según evolucionen los mercados. Y, en segundo lugar, porque la rentabilidad de los depósitos a plazo, por magra que sea, tributa íntegramente, mientras que el dinero que saquemos de los fondos sólo tributa por las plusvalías acumuladas e incluso permite aprovechar fiscalmente las eventuales minusvalías.

Además, cada vez más análisis estiman que la subida de tipos, aunque seguirá a lo largo de 2023, acabará frenándose para dar alas a cierta recuperación económica. Y cada vez son más las voces que alertan de que los bancos centrales se equivocarán si persisten demasiado en su política de encarecer el precio del dinero. El objetivo de las recientes subidas de tipos, y de las que vendrán en este año nuevo, supuestamente es combatir la inflación, pero hay incluso premios Nobel que discrepan del procedimiento: ¿por qué encarecer el coste del dinero si la inflación y la amenaza de recesión (o recesión manifiesta en algunos países desarrollados) se deben, sobre todo, primero a una ruptura en la cadena de suministros por la covid y, después, a una guerra que ha distorsionado el ya muy manipulado mercado de las materias primas energéticas? Esto último no se va a solucionar encareciendo el crédito a las empresas y las hipotecas a las familias, sino actuando decididamente sobre el mercado energético: créanme, hay petróleo y gas de sobra y podría comprarse mucho más barato, incluso pese a la guerra. Un primer paso sería que los consumidores se organizaran y establecieran unas políticas de precios razonables, y no pensadas sólo en beneficio de los productores (muchos de ellos, además, regímenes corruptos y/o poco democráticos), de los intermediarios y de las multinacionales. Si llevamos décadas aguantando a una organización de productores de crudo que abre y cierra el grifo cuándo quiere, muchas veces movida por la geopolítica internacional, ¿a qué esperamos para actuar desde el otro lado? ¿Y por qué seguir los dictados de ese nada transparente índice del precio del gas fijado por una nada independiente entidad holandesa? ¿No se ha demostrado ya de sobra que utilizar mecanismos similares a la llamada “excepción ibérica” puede contener los precios del gas y su nociva influencia en los del megavatio?

Además, ahora tenemos la ventaja de que las renovables se imponen (sin olvidar la nuclear y la prometedora energía de fusión atómica, que llegará en pocas décadas) y facilitan la diversificación. Aunque tampoco se crean que en un futuro inmediato iremos todos en coches eléctricos. Es imposible, entre otras cosas porque no hay litio suficiente en mundo para fabricar ni un diez por ciento de baterías que serían precisas para electrificar la producción mundial de automóviles. O evoluciona rápidamente la tecnología, o se incorporan nuevas energías limpias… o tendremos que seguir utilizando gasóleo y gasolina para nuestros automóviles, aunque, eso sí, de un modo cada vez más eficiente y menos contaminante (al persistir en los sistemas híbridos).

Tras este largo paréntesis, volvamos a los inversores. La volatilidad está asegurada este año. Los mercados, hipersensibles, no ganan para sustos: no sólo durará la guerra, sino que en cualquier momento llegarán nuevos sobresaltos, como el descontrol de la covid en China, el intento de golpe de Estado bolsonarista/trumpista en Brasil, las locuras de Putin… En este entorno, dan ganas de dejar el dinero bajo el colchón, aunque la inflación lo consuma poco a poco. Pero como en España –mal que le pese a ciertos políticos– tenemos la inflación más baja de la eurozona (5,6 por ciento en 2022, frente al 20,7 de Letonia, el 12,3 de Italia o el 9,6 de Alemania), no debería ser difícil combatirla con algún producto financiero que diera algo más de ese 5,6 por ciento… Y eso, desde luego, no lo logran los depósitos a plazo que a día de hoy comercializa la banca. Sin embargo, los fondos de inversión (particularmente los que diversifican en bolsas internacionales, pero también algunos de renta fija y mixtos) pueden dar agradables sorpresas en 2023, justo mientras la inflación se modera y los tipos se enfrían. Enterrar el dinero en depósitos a plazo, a cambio de rentabilidades escasísimas, impedirá atrapar la recuperación de los mercados.