Los retos fiscales del nuevo gobierno

Pablo Duarte

Pablo Duarte (Flossbach von Storch) | El gobierno que se forme tras las elecciones del próximo domingo tendrá el reto de diseñar una política económica que se ajuste a la nueva realidad macroeconómica global. Con tipos de interés altos, una inflación que no baja decisivamente y la incertidumbre acerca del crecimiento económico en Europa, Estados Unidos y China, un marco fiscal responsable será decisivo para que España pueda salir bien librado de las turbulencias económicas.

Reducir impuestos siempre es una propuesta atractiva en época electoral. Sin embargo, existe el riesgo de que los mercados internacionales no estén convencidos de la sostenibilidad de las finanzas públicas, lo que podría causar problemas graves. Este fue el caso de Inglaterra, cuando Liz Truss propuso un programa fiscal de reducción de impuestos sin aclarar cómo se financiarían los gastos. El precio de los bonos de deuda cayó abruptamente causando una implosión de los fondos de pensiones que solo el banco central de Inglaterra pudo contener.

La sostenibilidad de la deuda pública depende de los tipos de interés y del crecimiento económico. En España la deuda pública equivale a 112% del producto interno bruto (PIB). Este porcentaje aumenta cuando los tipos de interés suben o cuando el crecimiento económico se debilita. Como regla general el diferencial interés – crecimiento (i-g) debería ser igual o menor a cero para que las finanzas públicas sean sostenibles. Por lo tanto, en un escenario de subida de tasas y/o menor crecimiento (un aumento de i-g) el gobierno debería generar superávits primarios para mantener la relación deuda / PIB constante.

Después de haber tenido rendimientos alrededor de 0,5 % en 2021, actualmente el rendimiento de los bonos de deuda pública españoles a diez años es de 3,3 %. Usando las predicciones de crecimiento económico de largo plazo de la OCDE, el crecimiento anualizado de España para los próximos 10 años es de 3,1%. Es decir, el diferencial i-g tiende a ser ligeramente positivo, si las estimaciones de crecimiento son correctas.

Para España y los demás países grandes de la eurozona, el i-g fue negativo a partir de 2013. En Alemania, el i-g incluso ha sido negativo desde 2010, especialmente debido al rápido crecimiento del PIB. Este diferencial negativo permitió déficits primarios sin causar preocupación en el nivel de endeudamiento. Hoy en día, los i-g han aumentado considerablemente para todos los países.

Teóricamente hay tres opciones para compensar un i-g positivo y en aumento: generar superávits primarios, mantener artificialmente bajas las tasas de interés o aumentar el crecimiento nominal a través de la inflación. Las tres opciones conllevan riesgos.

Si bien generar superávits presupuestarios puede ser deflacionario, es políticamente poco atractivo, especialmente porque implicaría aumentar impuestos y reducir las ayudas estatales justo cuando la inflación ya ha causado un aumento importante de los costos de vida. De hecho, los partidos con mayor intención de voto han mencionado bajar los impuestos en el futuro próximo. Mantener bajas las tasas de interés solo es posible si la inflación disminuye. Sin embargo, este no parece ser el caso aún y de hecho se espera que el BCE aumente los tipos de interés una vez más la semana entrante. Finalmente dejar aumentar la inflación va en contradicción de la lucha contra la inflación que se viene librando desde hace más de un año. Sin embargo, si aumentara a largo plazo podría tener un impacto negativo en el crecimiento.

En general el gobierno que logre formarse a partir de la semana entrante tendrá que adaptarse a las condiciones macroeconómicas actuales. Si bien los desembolsos de los fondos europeos ayudan a financiar ciertos gastos y el BCE seguramente intervendrá en el mercado de deuda pública antes de permitir una tragedia en la eurozona, tener las finanzas estatales en orden ayudarían a España a estar mejor posicionados para turbulencias futuras.