¿Su gestor de fondos es James Bond o Sócrates?

Manuel Moreno Capa

Manuel Moreno (Director de GESTORES) | ¿Gestión activa o pasiva? ¿De crecimiento o de valor? ¿Alternativa o disruptiva? ¿ESG, más o menos verde o incluso ética/confesional? ¿De megatendencias o de impacto? Son estilos de gestión, o a veces meras etiquetas, con que los gestores de fondos nos cuentan sus modos de hacer, sus estrategias. Pero hay otros modos de analizarlas, a través de diversas metáforas que quizás nos ayuden mejor a descubrir con qué tipo de gestor contamos.

¿Había pensado alguna vez que el gestor de su fondo global macro lo gestiona al estilo James Bond, convencido de que todo es predecible y de que puede actuar con éxito sean cuales sean las circunstancias de mercado? ¿O que su fondo long-short es gestionado como si se tratara de bailar un tango, al ritmo de un calculado vaivén, de idas y venidas? ¿O que un fondo que invierte en función de los acontecimientos, los llamados event-driven, sigue un comportamiento parecido al de las abejas? ¿O que su fondo índice es de estilo socrático, ya que reconoce aquello de “sólo sé que no sé nada” y se limita a replicar el comportamiento de un indicador concreto? ¿O que su gestor se mueve al estilo de quien pasea un perro que corretea aleatoriamente de aquí para allá, pero siempre a una distancia prudencial del amo que, siguiendo determinados ratios, espera que la tensión generada por el can –léase, el mercado– siempre vuelva al equilibrio?

Son sólo algunas de las metáforas que le cuenta el gestor de su fondo y que analiza en detalle el último número de la revista “GESTORES”, publicada con la edición de “CONSEJEROS” correspondiente al mes de abril.

“Tomamos decisiones de inversión en función de las metáforas que nos hacemos del universo financiero”, subraya el autor de este detallado informe, el analista y gestor Marcos Pérez Mesas, colaborador habitual de “GESTORES”. “La calidad de esas metáforas y, sobre todo, su coherencia con la realidad, condicionan nuestras posibilidades de éxito”, añade. Por eso conviene identificar estas metáforas que nos vende el gestor y descubrir el tipo de gestión que, al margen o más bien en paralelo a las estrategias tradicionales, están realizando los fondos en los que invertimos.

Porque, además, las metáforas (o los estilos subyacentes) no siempre funcionan. “El peligro con las metáforas –subraya Marcos Pérez– es que solemos enamorarnos de ellas. Llegamos a creer que son una representación suficiente del mundo, de tal manera que si el mundo se comporta como nuestra cosmovisión y modelo esperaban, debemos insistir con aún más ahínco en dicha metáfora”. Pero esto de que el mercado funcione como esperamos no siempre ocurre. Caer en la “trampa de la metáfora”, de insistir en un estilo/estrategia que no siempre funciona, es algo que le puede ocurrir tanto al gestor como al inversor. Y que, en numerosas ocasiones, incurre en el riesgo de generar pérdidas innecesarias.

La conclusión es que la metáfora, o lo que en otros ámbitos se conoce como el “relato” (ese término tan de moda), es muy importante. Y tiene su sentido, puede funcionar, pero no siempre y, por supuesto, no para cualquier inversor y para cualquier circunstancia del mercado. Una vez más, la clave está en la diversificación. Confiarlo todo a un estilo, a una megatendencia o incluso a una moda y/o etiqueta, acaba generando equivocaciones cuando el mundo, léase el mercado, comienza a comportarse de modos inesperados y tan complejos que ni siquiera James Bond podría enfrentarse a ellos con éxito.