La renta per cápita española, al nivel de 2015

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Miguel Navascués | La renta per capita es un indicador síntesis que registra la evolución económica de un país durante un largo periodo de tiempo. Se compone del total de la renta real (deflactada) dividida por la población total. Tiene un componente directamente deducido del PIB real -al que se le hacen ajustes por depreciación de capital-, por lo que el PIB en lugar de la renta es muy similar y más fácil de obtener en las fuentes estadísticas al uso. En el gráfico,  presentamos la evolución de la renta per capita (PIB) de España en comparación con la de la UE.

Es claro que la RPC de España a largo plazo va perdiendo fuerza respecto a Europa, y que esa brecha se agranda tras la gran crisis de 2008, fenómeno que se acentúa con la crisis de la pandemia. La economía de España ha estado perdiendo fuerza inequívocamente desde 1975, lo cual plantea varias cuestiones sobre las causas y consecuencias de este fenómeno. Porque Europa, nuestro objetivo económico confeso, tampoco es en ejemplo de dinamismo: si incluyéramos en el gráfico a EEUU, a Europa se la vería perder aun con más intensidad terreno respecto a EEUU. La renta per capita, o PIB per capita, depende del crecimiento del PIB y del la población, obviamente. El crecimiento del PIB depende, como sabemos, del crecimiento de la productividad de todos los factores, es decir, de inversión, de la tecnología, y de la cantidad de empleados que hay. En la tecnología incluyo ese factor cualitativo que contiene la know-how, o la cualidad con la que se combinan los factores, papel esencial del empresario. ¿Cual de estos aspectos falla en España para que ni siquiera podamos seguir los pasos de la UE? En mi opinión, todos fallan. Primero, hablemos del empleo. España es el país con mayor tasa de paro en Europa, es decir, que el PIB generado han de hacerlo una proporción de gente, los empleados en relación a la población, comparativamente inferior a la de Europa en una cantidad importante. En el gráfico siguiente comparamos la tasa de paro de Españas y Europa, que casi no hace falta comentar.

Salvo el 2005, España arrastra un paro muy superior al de la unión monetaria. Esa tasa de paro es un despilfarro de recursos que tendrá su repercusión en la cantidad de PIB y renta, que sin embargo entra en la población total, divisor de la Renta per capita. Segundo, hay otras cosas notablemente fallidas. Ya hablé en un artículo anterior de la rémora decadente de la productividad en España. Y la productividad más el empleo definen el PIB. La productividad española destaca por su estancamiento e incluso por su caída en los últimos tiempos.

Luego ya tenemos lo esencial para explicar por qué nuestra renta per capita es tan decepcionante a lo largo de las décadas. Alta tasa de paro, y baja productividad estancada. Es obvio que no debe tomarse la renta per capita como un indicador síntesis de todos los aspectos económicos. No dice nada, o casi nada, de la distribución de esa renta. Pero ante el gran problema secular que encontramos en la formación de renta y capital -que es lo que permite una mayor distribución- deberíamos arreglar las deficiencias importantes, que se centran en los mercados de trabajo y de capital. El mercado de trabajo es muy deficiente, y desde luego la distribución debería empezar por robustecer este mercado y que la tasa de paro bajara a cifras cercanas al 5%  aproximadamente. En cuanto al mercado de capital, se han de hacer muchas consideraciones, pero lo mejor es comparar la divergencia de Irlanda con España cuando Irlanda empezó una política fiscal pro inversora, que la llevó rápidamente a subir en flecha su inversión y su productividad: la fiscalizad del capital debería ser más incentivadora de la inversión productiva, como se ve en el gráfico. 

No fue fruto de la casualidad, sino de una política intencionada de lanzar a Irlanda hacia la modernidad económica, abriendo los mercados de capitales al exterior e imponiendo una fiscalidad favorable a la inversión. Ahora Irlanda es una economía más saludable que la nuestra. Un ejemplo: la tasa de paro de Irlanda es no sólo muy inferior a la nuestra, sino que tiene un nivel próximo al mínimo sin inflación, independientemente del ciclo económico.

¿Y qué pasa con la renta per capita? No hay más que ver el gráfico inferior:

España sufre, además, de la rémora de las 17 legislaciones autonómicas, que piden a gritos una homologación para poder empezar a hablar de reformas favorables al empleo y la inversión. Hay un estancamiento ínter regional evidente. El gobierno, sea del signo que sea (o un pacto de los partidos más relevantes), debería enfocar sus decisiones a estos objetivos, que no son de una enorme complejidad técnica, sino más bien de voluntad política. Voluntad política que deberían demandar con fuerza, en primer lugar, las asociaciones representativas del empresariado.

Igualmente, cabe señalar el retroceso que supondría derogar la legislación laboral con la que se consiguió bajar la tasa de paro entre 2012-18 del 25% al 15%. Por el contrario, más avances en el sentido de esa legislación –aliviar la carga para las empresas de la contratación– daría frutos a largo plazo en el empleo. Permítanme expresar mi escepticismo que se vaya hacer a corto plazo, dada la larga trayectoria decepcionante que hemos expuesto. Por lo contrario, las palabras del gobierno apuntan a una senda opuesta.