Pictet Research Institute | Con el ratio de deuda sobre PIB de EE. UU. en máximos históricos, su sostenibilidad a largo plazo suscita preocupación. Hay que tener en cuenta que EEUU tiene una posición única en la arquitectura financiera y en el orden geopolítico mundial que lo diferencia de cualquier otro país y es el ejemplo por excelencia del “demasiado grande para caer”, siendo el riesgo de pérdida mayor para el resto del mundo.
De hecho, el dólar ha sido la moneda de referencia del mundo desde Bretton Woods en 1944, por su convertibilidad en oro y a partir de 1971 como moneda fiduciaria, dada su estabilidad económica y dominio geopolítico. Además, al financiarse con capitales del resto del mundo, EEUU ha podido lidiar con sus persistentes déficits por cuenta corriente y presupuestario y gozar de mayor consumo, menor inflación y mayor crecimiento de lo que habría sido capaz.
Con el tiempo el resto del mundo ha ampliado su huella inversora en EEUU, mediante instrumentos de deuda y también de renta variable. Efectivamente, la capacidad superior de EEUU en nuevas tecnologías, innovación y empresas «unicornio» ha seguido atrayendo capitales del exterior. Esta dinámica basada en la capacidad del resto del mundo con superávit de capital para invertir en EEUU en lugar de sus economías nacionales, explica la capacidad de este para ampliar y soportar mayor endeudamiento y está inextricablemente ligado a la fortaleza y estabilidad de las alianzas geopolíticas y su papel central en el orden económico mundial.
Pero la disponibilidad de flujos de capital excedentarios puede reducirse, dadas las necesidades de inversión pendientes en las regiones exportadoras de dicho capital. Así, a medida que el mundo se hace menos globalizado y geopolíticamente más fragmentado, la estabilidad a largo plazo del actual equilibrio puede ponerse en entredicho.
Ahora bien, de momento, la dificultad del resto del mundo para prescindir de los activos “seguros” estadounidenses mantiene el esquema financiero. Los Gobiernos de EEUU lo emplean como baza negociadora en una amplia gama de cuestiones económicas y geopolíticas.
El caso es que para 2028 los gastos por intereses pueden suponer 60 % del déficit federal estadounidense. Por tanto, la sostenibilidad de la deuda de EEUU puede llegar a un punto crítico en que necesite incurrir en endeudamiento adicional para pagar dichos intereses. Ello puede desencadenar una cascada de ventas de deuda del Tesoro de EE. UU. y extenderse rápidamente a otras clases de activos, incluyendo la renta variable, con turbulencias en los mercados globales. Pero tanto EEUU como el resto del mundo tienen mucho que perder en ese escenario, aunque el impacto puede ser más acusado para el resto del mundo, que ha “redoblado” su exposición a EE. UU. con enormes inversiones en renta fija y renta variable estadounidenses. De manera que, en caso de turbulencia del mercado inducida por EEUU, es de interés del sector oficial del resto del mundo -principalmente grandes bancos centrales y fondos soberanos- ayudar a proporcionar un “suelo” a los precios de los activos estadounidenses. Así que la compleja relación del resto del mundo con EEUU hace más sostenible su deuda de lo que indica el análisis clásico. Además, mientras se mantenga el actual estatus financiero global, la renta variable estadounidense es un nuevo activo “cuasi seguro” de alta rentabilidad.
Pero la demanda global de activos “seguros” resulta proporcional al PIB mundial y las economías en desarrollo crecen a tasa mayor que los países que producen activos “seguros”. De manera que la demanda de activos “seguros” seguirá aumentando más rápido que la oferta. En este sentido, EEUU, proveedor dominante de activos “seguros” globales, no puede expandir ilimitadamente su emisión de deuda para esta demanda global sin considerables fragilidades económicas y de seguridad nacional.
Con todo, en este momento, el principal riesgo para la sostenibilidad de la deuda de EEUU es geopolítico. Un mundo cada vez más polarizado desafía su dominio y lo deseables que son sus activos en el sistema financiero global e iniciativas como las que plantea el grupo BRICS+ deben seguirse de cerca.