Capitalismo de ‘stakeholders’ como respuesta a los grandes riesgos a largo plazo

Aitor Jauregui (BlacRock) | BlackRock se fundó en 1988 con un propósito claro: ayudar a sus clientes a generar valor en el largo plazo gracias a un proceso de control de riesgos que ha sido clave en nuestro crecimiento. Desde el mismo momento de nuestro nacimiento como compañía, hemos puesto el acento en la vigilancia de los factores que pueden impactar en el capital de nuestros clientes, ya que nosotros invertimos en su nombre para, en la mayoría de los casos, ayudarles a mejorar su posición financiera durante la jubilación. De hecho, este celo por la seguridad a la hora de invertir se ha convertido en uno de nuestras señales de identidad y se ha traducido en desarrollos tecnológicos de gran calado para el conjunto de la industria, como es la gama de soluciones tecnológicas Aladdin.

Hay un aspecto fundamental en este control de riesgos: para vigilarlos, lo primero que hay que hacer es identificarlos. Esto nos ha enseñado a movernos con dinamismo a través de los diferentes escenarios adversos por los que hemos transitado desde nuestra fundación, entre los que destacan algunos tan relevantes como la crisis financiera o el impacto económico de la pandemia. Sin embargo, en los últimos años ha ido ganando peso en nuestra cartera de riesgos el cambio climático, ya que su materialización impactará considerablemente en la capacidad del modelo productivo actual para general valor a largo plazo. Por eso hemos puesto –y seguiremos poniendo– el acento en la importancia de impulsar la transición hacia modelos de cero emisiones netas de carbono.

Como señaló nuestro CEO, Larry Fink, no lo hacemos porque nos hayamos sumado a la ola ecologista, sino porque creemos en el poder del capitalismo para transformar la economía hacia modelos más sostenibles que puedan seguir generando valor en el largo plazo. Defendemos un modelo que ha manifestado una gran capacidad de adaptación y que ha permitido responder a desafíos que amenazaban su sostenibilidad. De todos modos, aunque es cierto que el cambio climático presenta un riesgo de un calado notablemente mayor que muchos de los anteriores, también lo es que supone una oportunidad de inversión histórica. Finks eñaló hace unos meses que el PIB global podría crecer hasta un 25% más en las próximas dos décadas si este desafío se aborda de manera global.

Hemos visto esta capacidad de adaptación en la respuesta global a la pandemia, ya que los acontecimientos de los últimos meses han desencadenado importantes transformaciones. Algunas son buenas, como la aceleración de la reasignación de capital hacia modelos más sostenibles a la que apuntamos poco antes de comenzar la crisis sanitaria. Otras consecuencias son menos benignas, como es el repunte de la inflación que ha surgido de las consecuencias económicas de la pandemia.

Sin embargo, uno de los grandes cambios es el que ha señalado Fink en la carta de este año: la necesidad de las empresas de establecer un propósito atraerá los focos sobre el capitalismo de stakeholders. Esto quiere decir que la creación de valor a largo plazo dependerá en gran medida de la capacidad de las empresas para generar beneficios que lleguen a todos sus stakeholders (partes interesadas). Este cambio de mentalidad integra los criterios ESG en todos los niveles de actuación empresarial, algo fundamental si queremos que el mundo del futuro sea más justo y más sostenible. Por eso hemos anunciado recientemente una serie de compromisos con nuestros clientes para avanzar en este sentido. Y con ello, ayudar a que ellos avancen con nosotros. Por eso estamos adaptando nuestra gama de soluciones de inversión para alcanzar la neutralidad de carbono en 2030. Las medidas adoptadas con este fin incluyen el desarrollo de herramientas de transición, análisis y asesoramiento más sofisticado del sector.

También ofrecemos un marco de reflexión sobre cómo aprovechar la transición energética como oportunidad de inversión, porque es alentador que el capital ya fluye con rapidez hacia las tecnologías verdes. Para ello, hemos ampliado nuestro abanico de vehículos de inversión, por lo que cada vez estamos mejor posicionados para seguir liderando la contribución de la industria de gestión de activos a un mundo con cero emisiones netas.

Esta respuesta se ha ido construyendo con las conclusiones que sacamos de los encuentros que mantenemos con los consejeros delegados de las compañías. Son reuniones en las que, por otro lado, nosotros destacamos cinco aspectos prioritarios en los que nos centramos para asegurarnos de que las compañías están alineadas con modelos que permiten crear valor sostenible en el largo plazo. La primera es la calidad de los Consejos, ya que queremos conocer cómo están compuestos o qué mecanismos aplican para rendir cuentas cuando sea necesario. El segundo punto está relacionado con la estrategia de la compañía y su asignación de capital, ya que esperamos que los Consejos se comprometan con la implantación de la estrategia de la firma. Otro aspecto prioritario es conocer la política de retribuciones, ya que es fundamental que los incentivos se vinculen a la creación de valor a largo plazo. Luego, como no podía ser de otra manera, abordamos las perspectivas desde las que el Consejo aborda los riesgos medioambientales. Por último, aunque no menos importante, nos centramos en la gestión que hace la empresa del capital humano.

Como se puede ver, las medidas y las conversaciones se alinean con nuestras prioridades, que surgen de la comprensión de los riesgos a los que nos enfrentamos a la hora de crear valor a largo plazo. Esta es la mentalidad que nos ha acompañado desde nuestros orígenes y será también la que lo haga en la transición hacia la economía libre de emisiones por la que estamos trabajando.

Publicado en la revista de Centro de Gobierno Corporativo de ESADE