emisores | “Las campañas de activismo accionarial son eficaces para lograr que las acciones de las compañías implicadas superen el rendimiento del mercado a corto plazo, pero sólo muy pocos de los fondos de cobertura y otros inversores que utilizan este enfoque de inversión cada vez más popular son capaces de mantener un mejor comportamiento relativo durante todo el primer año tras el lanzamiento de una campaña.” Es lo que se desprende de un estudio de Lazard Capital Markets Advisory en base a la revisión los datos de las 629 campañas realizadas entre 2018 y el primer semestre de 2023 en empresas estadounidenses con capitalizaciones de mercado superiores a 500 millones de dólares en el momento del anuncio de la campaña.
Lazard midió la rentabilidad total para el accionista frente al S&P 500 durante una semana y un año como indicadores de la generación de exceso de rentabilidad a corto y largo plazo. Dividió a los activistas en diferentes grupos, y luego comparó el rendimiento entre instituciones con diferentes perfiles de inversión o comportamiento. Los grupos son: fondos de cobertura activistas líderes, otros fondos de cobertura activistas, activistas centrados en ESG, instituciones únicamente a largo plazo y activistas episódicos (es decir, particulares, fondos de capital riesgo, family offices).
Pues bien, a corto plazo, “todos los grupos de fondos activistas generaron un rendimiento medio superior en 5 días, a pesar de que cada grupo tuvo algunos rendimientos inferiores significativos a corto plazo. El grupo fondos de cobertura activistas líderes obtuvo el mejor rendimiento a corto plazo.”
Sin embargo, 12 meses después del lanzamiento de una campaña, “ningún grupo supera sistemáticamente al S&P 500”, aunque “un pequeño grupo de los principales activistas puede generar un exceso de rentabilidad positivo a lo largo de un año.”
Los rendimientos que los activistas generan para sus propios fondos “se benefician de su capacidad para acumular posiciones discretamente, cubrir el riesgo y mezclar y combinar la exposición a través de acciones ordinarias y derivados.”
Según Lazard, “la conclusión es que los activistas no siempre tienen razón, y los equipos de gestión y los consejos de administración deberían desafiar la idea de que el activismo siempre es bueno para el accionista público.”