La quimera de unas bajadas de tipos rápidas sin que los Estados pisen el freno

Joan Bonet Majó (Banca March) | En la mitología griega, la quimera era una criatura monstruosa que lanzaba llamas por su boca y tenía cabeza de león, vientre de cabra y cola de serpiente. La imposibilidad real de que existiera un ser formado por tres criaturas de forma simultánea ha provocado que, con el tiempo, se haya convertido también en una metáfora de lo imposible. Esta bestia irreductible que luchaba en un espacio entre la fantasía y la realidad escenifica bien la situación que estamos atravesando: un entorno en el que muchos gobiernos vomitan estímulos por sus fauces como si no hubiera un mañana contrarrestando el impacto de las mayores subidas de tipos interés de los últimos 40 años y evitando que el crecimiento económico perezca.

Mirando hacia delante ¿pueden bajar los tipos de interés con rapidez, tal y como el mercado espera, sin que los Estados pisen el freno? Nos encontramos ante una quimera: por más que se reduzca el empuje fiscal para 2024, el desajuste de las cuentas públicas continuará siendo muy elevado mientras la economía se mantiene resiliente viviendo el ciclo de los pies ligeros.

El mejor ejemplo de sobreestimulación se encuentra en EE.UU. donde la Oficina de Presupuestos del Congreso anticipa un déficit fiscal para este año del 5,3% sobre PIB. Solo 1,1 p.p. por debajo del año pasado, lo que implica que será el más elevado desde la Segunda Guerra Mundial -excluyendo la pandemia y los 4 años posteriores a la Gran Crisis Financiera-.

¿Para qué seguir enchufando estímulos a este ritmo en una economía que se mantiene cercana al pleno empleo y que continuará creciendo por encima del 2%? Además, la proximidad de las elecciones dificultará que los políticos sean menos “generosos” y terminen con casi un cuarto de siglo de desajuste de las cuentas públicas. Sobre todo si se tiene en cuenta que, en los últimos 50 años, el déficit primario ha aumentado un promedio de 0,3 p.p del PIB en los años electorales. Buena prueba de que esta vez no será muy diferente es el Tax relief for American Families and Workers impulsado por la administración demócrata para ganar popularidad de cara a los comicios de noviembre frente a Trump, el autoproclamado “rey de la deuda”.

Europa, por su parte, debe reflexionar seriamente dónde ha quedado la austeridad. La contribución promedio del gasto público al crecimiento del PIB desde la pandemia ha sido del 45%, mientras que, en el lustro anterior, contribuía con un 15%. Italia se acaba de desmarcar con un déficit sobre PIB del 7,2% –frente al 5,3% estimado– debido al “super bonus fiscal” introducido en 2020, mientras en Francia su ministro de hacienda, Bruno Le Maire, ha anunciado que el déficit público superará el 4,9%; cifras incluso superiores a las españolas. Y lo peor es que, tal y como muestra el gráfico, las estimaciones para este año continuarán muy alejadas del 3% marcado por el Pacto de Estabilidad.

Por el momento los mercados están focalizados en los importantes avances conseguidos para apagar la inflación –los objetivos de la Fed y BCE se alcanzarán en 2025– y, sobre todo, en la rapidez con la que los Bancos Centrales comiencen a recortar el precio del dinero. Exigen más estímulos y bajadas de tipos olvidando que, desde noviembre, la reducción de balance de la Reserva Federal y el BCE ha sido prácticamente compensada por las elevadas inyecciones de liquidez implementadas por el Banco de China y el de Japón.

En EE.UU., la liquidez, medida como la diferencia entre el balance de la Reserva Federal menos los repos inversos y la Cuenta General del Tesoro, también crece desde verano.

En definitiva, demasiadas presiones para que se recorten los tipos mientras la economía aguanta y las condiciones financieras están mejorando.

En la mitología griega la quimera termina sus días bajo la lanza de Belerofonte. Subido a Pegaso, consigue derrotarla introduciéndole en las fauces la punta de plomo de su laza, que queda fundida por su aliento de fuego y se escurre por la garganta de la bestia hasta quemarle las entrañas. Ciclo que aguanta, mercados que ríen; ilusión en los tipos, quimera que muere. La fiesta continúa, aunque a menor ritmo.