¿Quién protege al inversor de los políticos ignorantes y/o sinvergüenzas?

Manuel Moreno Capa

Manuel Moreno Capa (Director de GESTORES) | Los gestores de fondos más activos, los especializados en detectar buenas compañías a precios bajos respecto a su valor fundamental, ponen el énfasis no sólo en las cuentas de las empresas y en su potencial, sino también en la experiencia y calidad de sus equipos directivos. Estos gestores garantizan al inversor que su dinero no entrará en sociedades lideradas por incompetentes o por golfos. Pero, ¿quién protege al inversor de los políticos ignorantes y/o sinvergüenzas?

En la carta mensual de una de las gestoras de fondos que sigo de cerca, leo este mes: “Nuestros pilares en la selección de compañías están centrados en el crecimiento de las ventas y beneficios, generación de caja, poca deuda, buenos márgenes y experimentado equipo directivo, y esto lo aplicamos a todas las empresas que analizamos, independientemente de su capitalización bursátil”.

“Experimentado equipo directivo”. Algo fundamental a la hora de saber si estás o no en una compañía bien gestionada, sea grande, mediana o pequeña. Por eso a este tipo de gestores, los que consideran fundamental el factor humano, les gusta entrevistarse a fondo con los directivos de las compañías en las que invierten. Y si detectan algo que no les gusta en el responsable de la empresa, directamente descartan la inversión en ella, aunque sus cuentas muestren una buena apariencia y aunque parezca una gran compañía con aspecto imbatible: ya hemos visto algunos ejemplos de altos directivos puestos en el sillón por efectos de la acción dorada del gobierno de turno, cuyo presidente o primer ministro tenía predilección por antiguos compañeros de pupitre, aunque carecieran de experiencia en su nuevo alto cargo designado a dedo.

Algunos gestores de fondos me han comentado que incluso descartan entrar en compañías cuyo presidente o CEO muestre ciertas veleidades, como abusar de un avión privado en sus desplazamientos o como hacer declaraciones fuera de lugar. Precisamente esta es una de las razones por la que nunca me ha gustado Elon Musk, a quien considero un delincuente manipulador profesional de los mercados… al que curiosamente los supervisores de estos mismos mercados le dejan largar idioteces sin que le pase nada y mientras él mismo opera en los activos sobre los que parlotea, sea su propia Tescla, Twitter (valor que ha estado manipulando hasta que se han encontrado frente a la eventualidad de un costoso pleito) o las criptocalderillas que calienta o enfría a su gusto.

Los gestores de fondos más responsables son el principal filtro para que al inversor no se le cuelen altos ejecutivos que no deberían estar al frente de nada. ¿Pero quién filtra a los políticos cuyas estupideces o falta de experiencia perjudican a todos los ciudadanos y, obviamente, a los inversores? La respuesta suele darla el propio mercado.

Cierto que los políticos incompetentes o directamente mentirosos abundan, sobre todos en los últimos años de populismo desatado. Y en ocasiones los mercados tardan en reaccionar o lo hacen tibiamente. ¿Alguien se explica que Trump pudiera estar mintiendo cada vez que abría la boca mientras dirigía la primera potencia mundial y que incluso aún no esté en la cárcel tras encabezar un frustrado golpe de Estado? Quizás la explicación es que la economía y los mercados de Estados Unidos son demasiado grandes y potentes para que un payaso puntual provoque que se tambaleen. Pero no ocurre así en otras grandes economías. El mejor ejemplo es el Reino des-Unido, esa Menguante Bretaña que acumula quizás la más larga sucesión de líderes inútiles y mentirosos (o ambas cosas), desde que Cameron convocó  un innecesario referéndum sobre el Brexit para perderlo, su sucesora May fue incapaz de conseguir nada coherente antes de ser apuñada por los suyos, su continuador Boris/Pinocho/Fiestas Johnson demostró a qué extremos puede llegar alguien para incumplir los acuerdos que él mismo firmó con Europa, engañar a su población con un paraíso post-Brexit que nunca llegará y, el mismo tiempo, pasárselo bien… Si la libra y las finanzas británicas llevan años padeciendo los efectos de tal sucesión de incompetentes, el terremoto definitivo llegó con la también ignorante y chaquetera Liz Truss, que en apenas diez días tuvo que comerse con “fish and chips” su absurdo plan de masivo recorte de impuestos (a sus ricos electores, la élite del partido conservador que la encumbró). Como resultado de su caradura, la libra se hundió, como diciendo “in Liz we do not trust”, y quedó por los suelos la credibilidad de la deuda y la economía del país, así que la novata primera ministra tuvo que dar marcha atrás, en lo que sin duda será el primer paso para salir pronto de Dowing Street.

Tenemos ahora en el punto de mira de los mercados a la nueva primera ministra italiana Meloni, otra inútil llegada al liderazgo de un país gracias al apoyo de dos machos alfa del fascio-populismo, como Berlusconi (o el muñeco animado que le suplanta) y Salvini, dos pajarrados que dejarán caer a su apadrinada en cuanto no se pliegue a sus deseos. De momento, la nueva primera ministra italiana parece tenerle más miedo a los mercados y a Bruselas que a sus dos falsos amigos, ya que pretende formar un ejecutivo tecnócrata que no espante ni a los inversores ni a los masivos fondos europeos destinados a Italia.

Meloni sabe que el mercado puede aguantarlo todo… hasta que deja de aguantarlo. Por eso casos extremos como el de la primera ministra británica –que en realidad no es más que la guinda del desastroso “puding” formado por los últimos inquilinos de Downing Street– suelen provocar reacciones tan contundentes que nos libran a todos los inversores (y a todos los ciudadanos, no sólo británicos) de semejantes especímenes. Cierto que proliferan ejemplares aún peores en las economías de tercera o cuarta división: ahí está la sucesión de tiranuelos incompetentes en países como Venezuela, Nicaragua, Cuba o muchas naciones de África y Oriente Medio…, a la postre poco relevantes para la economía global (salvo que tengan petróleo); o casos tan notorios como un Bolsonaro a punto de caducar tras quemar su economía y su Amazonia; o un Putin que masacra a sus jóvenes (y a sus vecinos) en una guerra criminal que será su propia tumba política, cavada por su estupidez y por los mercados (y las sanciones, que también son mercado)…

El mercado siempre pone a todo el mundo en su sitio, aunque a veces tarde en pulirse a un líder político incompetente y mentiroso. Pero para depurar a los malos dirigentes de las empresas, lo mejor es confiar en los mejores gestores de fondos.