Intermoney | Con las disculpas de la Fed, el miércoles nos deparaba otra información interesante como la enésima confirmación de la solidez económica de nuestro país. En cifras preliminares del 3T25, el PIB español crecía un 0,6% trimestral y un +2,8% anual sin desviarse demasiado de los pronósticos.
Los números ganan en importancia si se tiene en cuenta el lastre que ha supuesto la demanda externa durante el pasado trimestre, con una contribución negativa de -0,6 p.p. Las ventas al exterior cayeron un -0,6% trimestral una tendencia que probablemente se observará en toda Europa a medida que el efecto adverso de los aranceles vaya cristalizando.
Frente a esto, el dinámico consumo tenía su representación en unas importaciones que crecían un +1,1% trimestral yendo de la mano del gasto en consumo final de los hogares y su notable expansión de +1,2% trimestral. La natural expansión de gasto en temporada estival había que conjugarla con los efectos favorables de los ingresos reales, resultado de la menor presión inflacionista y la fuerza del mercado laboral. El gasto público tampoco se quedó atrás (+1,1% trim.) acompañándose de la inversión que registraba una variación de +1,7% trim. beneficiándose de una aceleración en el despliegue de los fondos de recuperación de la UE antes de la fecha límite de 2026.
No obstante, no es oro todo lo que reluce. Una de las principales preocupaciones sigue siendo la productividad, que volvió a descender en el tercer trimestre. Tanto por trabajador como por hora trabajada, la productividad cayó un -0,4% en comparación con el trimestre anterior. Esto pone de manifiesto que la economía española sigue creciendo principalmente de forma extensiva, por ser más y por incorporar más personas al mercado laboral. En este sentido, el número de horas efectivamente trabajadas creció un 2,5% interanual este trimestre, nueve décimas más que en el precedente, mientras que en términos trimestrales, varió un 1,0%.



