Del proxy a la precisión: democratizar el voto de los accionistas

Álvaro Cabeza (UBS AM Iberia) | La sostenibilidad significa cosas distintas para cada persona. Las posturas sobre los principales temas medioambientales, sociales y de gobernanza (ESG) suelen reducirse a nuestro sistema personal de creencias. Este sistema de creencias se puede dividir en dos dimensiones.

En primer lugar, las creencias de inversión sostenible: lo que uno cree sobre el futuro y su visión asociada del riesgo y la rentabilidad. Por ejemplo, que la transición a una economía con bajas emisiones de carbono provocará enormes disrupciones que no se están valorando.

En segundo lugar, las preferencias en materia de sostenibilidad: lo que se quiere evitar/lograr/alinearse con ellas como inversor individual o institucional. Por ejemplo, un fondo soberano puede querer promover el desarrollo sostenible en su región, o un fondo de pensiones que represente al sector educativo, predominantemente femenino, puede querer asegurarse de que los estándares de diversidad, igualdad e inclusión son elevados en la forma en que asigna el capital. Otra posibilidad es que una persona u organización simplemente quiera asegurarse de que el capital que asigna no infringe las normas mundiales de derechos humanos.

Evitar el daño reputacional derivado de las cuestiones de sostenibilidad es también una preferencia de sostenibilidad válida y no requiere creer en la importancia del efecto que tienen los criterios ESG en la rentabilidad para que las preferencias se incluyan en una cartera.

Una de las razones por las que resulta tan difícil establecer una definición de sostenibilidad es su constante evolución. Una mezcla entre la ciencia, los medios de comunicación, la regulación y las normas globales y sociales contribuye a conformar nuestras opiniones sobre cómo debería ser el mundo, qué es importante para nosotros y qué no lo es.

Existen paralelismos con el resto de la inversión en el sentido de que no hay una cartera única para todos los inversores. El value frente al growth es un debate constante, al igual que la división entre activo y pasivo. Algunos inversores pueden tolerar la falta de liquidez, pero otros no pueden asumir riesgos. Se trata de conciliar el apetito por el riesgo y los objetivos de inversión.

No obstante, en lo que respecta a la sostenibilidad, también tenemos que ajustar las preferencias de sostenibilidad al individuo o a la organización. Desde UBS AM creemos que no somos un sector especialmente maduro a la hora de articular esas preferencias. A menudo confundimos las creencias en materia de inversión sostenible (por ejemplo, si los derechos humanos son una cuestión material desde el punto de vista financiero o si el riesgo climático está descontado en los mercados) y las preferencias en materia de sostenibilidad (resultados preferidos de la asignación de capital, como no infringir las normas mínimas de derechos humanos o no dañar el medio ambiente, o incluso lograr resultados medioambientales positivos mediante la asignación de capital).

Los inversores deben dedicar más tiempo a determinar cuáles son sus preferencias en materia de sostenibilidad como individuos y organizaciones. Esto debería ayudar a navegar por la plétora de confusión en torno a la ESG y encontrar la cartera más adecuada para cumplir todos los objetivos.

Sin embargo, también debemos recordar que este trabajo nunca está «hecho». La sostenibilidad, como la ley, es un concepto fluido. En la película sobre la difunta jueza del Tribunal Supremo Ruth Bader Ginsberg, «On the Basis of Sex», hay una gran frase que lo expresa: “Los jueces están sujetos a los precedentes, pero no pueden ignorar los cambios culturales. Un tribunal no debe verse afectado por el clima del día, pero sí por el clima de la época… La ley nunca está acabada. Es un trabajo en curso… y siempre lo será”.

Por lo tanto, debemos reconocer que la sostenibilidad evoluciona continuamente y que los inversores también deben hacer que sus carteras evolucionen para garantizar que sus preferencias relacionadas con la sostenibilidad reflejen las preferencias de sus beneficiarios.

Un auténtico buffet ESG: preferencias de personalización y alineación de los valores corporativos

Por ello, podemos afirmar con seguridad que nunca habrá una solución única para la sostenibilidad. Sin embargo, si se gestiona con cuidado, la variabilidad de las preferencias de los clientes también nos brinda una gran oportunidad para innovar y ofrecerles una gama de soluciones.

Podemos abordar, y ya lo hacemos, las distintas preferencias ESG de los inversores a través de carteras orientadas a una serie de resultados concretos significativos para ellos. Y estas carteras pueden y deben abarcar gestión activa e indexada, así como mercados públicos y privados. Prueba de ello es el crecimiento de las estrategias temáticas sostenibles y de impacto, así como de las soluciones de indexación y ETFs sostenibles.

Además de ofrecer carteras ESG tradicionales que excluyen a las empresas involucradas en prácticas controvertidas, los inversores pueden ahora asignar a estrategias de inversión activas o pasivas dirigidas a temas relacionados con la sostenibilidad, como el cambio climático, la biodiversidad, la economía azul (marina), la economía circular, la gestión de residuos, la nutrición y la igualdad de género. Por ejemplo, los inversores pueden elegir entre una serie de ETFs expuestos al litio, un componente crucial de las baterías que desempeña un papel fundamental en la transición hacia el cero neto.

Mientras tanto, han proliferado los productos de inversión diseñados para promover el avance hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas.

Del proxy a la precisión: democratizar el voto de los accionistas

Existe también un movimiento para poner los votos de las juntas generales anuales en manos de los accionistas reales. La normativa y la tecnología chocan actualmente en este ámbito para dar a los inversores una mayor voz sobre el impacto de la gestión de sus carteras. La Unión Europea ha liderado la iniciativa: la Taxonomía de la UE intenta aclarar cómo debe ser el terreno de juego para las inversiones ESG.

Desde agosto de 2022, las empresas financieras que operan en los estados de la UE tienen que cumplir los nuevos requisitos de la MiFID II. Los distribuidores ahora también tienen que obtener información sobre las preferencias de sostenibilidad de los clientes para determinar su idoneidad para un producto concreto.

Por su parte, en Reino Unido, el Stewardship Code -firmado por 235 organizaciones- exige a los gestores de inversiones que ofrezcan informes más completos y personalizados, también en materia de ESG. «La administración por parte de los inversores es importante para mantener la atención en la creación de valor sostenible a largo plazo para una amplia gama de necesidades económicas y sociales», explicaba el CEO, Sir Jonathan Thompson, en el último informe del Stewardship Code.

La colaboración entre las agencias de estándares y de información empresarial, los asesores de voto como Glass Lewis e ISS y los consultores de análisis ha dado lugar a ejemplos de transferencia de poderes de voto a los inversores.

La naturaleza de intermediación de nuestro sector hace que gran parte de la responsabilidad de garantizar la opinión de los inversores finales recaiga en otros integrantes de la cadena de valor. No obstante, llevamos a cabo un proceso de revisión anual de nuestra política de voto, que orienta todas nuestras votaciones e incluye la consulta con los clientes, para garantizar la coherencia.

A medida que aumenta la presión para que las entidades reflejen los deseos de los inversores, crece el número de fintechs (empresas de tecnología financiera) ESG que claman por ayudarles. De hecho, ESG es la categoría de más rápido crecimiento dentro de la tecnología financiera. Se espera que crezca un 68% en los tres años hasta finales de 2025 para convertirse en una industria de 53.500 millones de dólares.

Conclusión 

La tendencia principal es clara: para que los gestores de activos sigan siendo relevantes, debemos seguir innovando y centrarnos en potenciar la personalización. Sólo ofreciendo a nuestros clientes productos, soluciones y experiencias personalizadas -incluidos los servicios de gestión- podremos seguir siendo relevantes.

Pero como le dirá cualquier restaurador de éxito, la clave no está en crear un menú interminable de opciones en el que cada plato servido sea de calidad mediocre. En su lugar, debemos identificar áreas (recetas) de ventaja competitiva y dónde podemos añadir valor tangible.