Steven Bell, economista jefe para EMEA – Columbia Threadneedle Investments | El optimismo sobre las perspectivas económicas del Reino Unido se ha visto afectado negativamente en los últimos meses. Las encuestas de confianza empresarial y de los consumidores han revertido sus tendencias al alza, mientras que el PIB, que había mostrado dinamismo en la primera mitad del año, se ha ralentizado en el último trimestre. Según la encuesta más reciente de contratación, el empleo sufrió un debilitamiento significativo en noviembre. Aunque el mal tiempo y el aumento del 10% en las facturas energéticas domésticas en octubre ha contribuido a esta situación, el Presupuesto y otras decisiones del nuevo Gobierno laborista han desempeñado un papel crucial.
Esta semana, analizamos las perspectivas para 2025 e intentamos evaluar la gravedad de los problemas que enfrenta el Reino Unido.
Comencemos por el último Presupuesto. Al descartar aumentar los ingresos provenientes de las principales fuentes de impuestos, la canciller Rachel Reeves optó por recaudar la astronómica cifra de 25.000 millones de libras a través de las cotizaciones patronales a la seguridad social. También se incrementarán los impuestos en otros ámbitos. El gasto público crecerá en los próximos dos años. Sumado a un aumento del 6,7% en el salario mínimo (17% para algunos trabajadores jóvenes) y a los planes para ampliar los derechos laborales, el nuevo gobierno ha impuesto una carga significativa a los sectores intensivos en mano de obra.
Aunque algunos analistas han sugerido que el Presupuesto tiene un carácter estimulante, ya que el impulso del gasto público podría compensar el lastre de los impuestos más altos, incluso ellos consideran que este efecto será temporal. Muchos otros analistas son más pesimistas en sus evaluaciones.
Las perspectivas son sin duda preocupantes. Es casi seguro que el desempleo aumente a medida que las empresas reduzcan la contratación y que muchas firmas con bajos márgenes desaparezcan. Sin embargo, antes de caer en el pesimismo, es importante destacar algunos aspectos positivos.
Primero, aunque la inflación está en aumento, sigue siendo relativamente baja y se mantiene por debajo del crecimiento salarial. Esto permitirá un ligero incremento en los ingresos reales en 2025. Segundo, los consumidores ya están destinando una parte significativa de sus ingresos al ahorro, lo que los sitúa en una posición favorable para aumentar su gasto. Tercero, el mercado inmobiliario está mostrando signos de recuperación, y los tipos de interés, que determinan las tasas hipotecarias, han revertido gran parte de las subidas previas al Presupuesto.
Aunque el Presupuesto probablemente elevará la inflación, es probable que el Banco de Inglaterra continúe con los recortes de tasas de interés. El gobernador ha sugerido que podríamos ver un recorte de hasta un 1% en 2025. Por último, la canciller ha mantenido las generosas exenciones a la inversión introducidas por el gobierno anterior y se ha comprometido a no subir el impuesto de sociedades durante el resto de la legislatura.
En definitiva, creemos que el Reino Unido evitará la recesión en 2025, aunque el crecimiento será marcadamente lento y vendrá acompañado de un notable aumento del desempleo. No cabe duda de que el Tesoro está desconcertado por la reacción al Presupuesto, y se rumorea que está considerando “reprogramar” algunos de los incrementos más significativos en el gasto público planificado.
El Presupuesto ha hecho poco por alcanzar el objetivo de garantizar una mejora duradera en el crecimiento del Reino Unido. Para lograrlo, será imprescindible implementar reformas. La principal prioridad debería ser controlar el desorbitado gasto en prestaciones sanitarias y por incapacidad, que se prevé alcance los 100.000 millones de libras en 2028, equivalentes a casi 4.000 libras por cada hogar del Reino Unido. Si logran abordar este desafío, podrían mejorar las finanzas públicas, aumentar la oferta laboral y estimular el crecimiento económico. Esperemos que lo consigan.