Andrew Jackson (Vontobel) | La esperada reunión anual de banqueros centrales en Jackson Hole esta semana se celebra en un contexto marcado por retos muy diferentes y únicos a los que se enfrenta cada región.
Mientas que las ediciones anteriores del simposio se centraron en los retos comunes a los que se enfrentan los bancos centrales, como la flexibilización cuantitativa y el apoyo económico relacionado con la pandemia, la reunión de este año se desarrolla en un contexto muy diferente. Los bancos centrales se encuentran ahora navegando por una nueva era, en la que las políticas monetarias desempeñarán un papel aún más crítico en los próximos meses.
Esta dinámica es especialmente evidente en el caso de los principales bancos centrales, como la Reserva Federal (Fed), el Banco Central Europeo (BCE), el Banco de Inglaterra (BoE), el Banco Nacional Suizo (SNB) y el Banco de Japón (BoJ). Cada institución se enfrenta a presiones económicas distintas, lo que complica especialmente sus tareas. Entre ellas, el BCE parece estar en la posición más favorable, ya que ha logrado avances significativos en todos sus objetivos, incluido el de alcanzar la tasa neutral, tal y como ha reconocido su presidenta, Christine Lagarde. Esto contrasta con otros bancos centrales, que siguen mostrándose reticentes a hablar de su tasa neutral.
El BCE ha subrayado que no tiene necesidad de tomar nuevas medidas, a menos que la economía de la zona euro se deteriore más de lo previsto. Si el crecimiento económico alcanza el 1% el próximo año, la inflación se estabiliza en torno al 2% (actualmente baja) y la situación arancelaria no empeora, es poco probable que el BCE adopte medidas políticas. Sin embargo, si las condiciones empeoran, el BCE podría considerar la posibilidad de situarse temporalmente por debajo de la tasa neutral para preservar la flexibilidad de su política. Este escenario podría darse el próximo año si el crecimiento económico de países como Alemania y Francia no alcanza las expectativas. El BCE también seguirá de cerca las medidas de la Reserva Federal, ya que el ritmo de los recortes de tipos en Estados Unidos podría influir en sus propias decisiones políticas.
Mientras tanto, la Reserva Federal se enfrenta a un camino particularmente difícil por delante. Las presiones políticas están aumentando, con la Casa Blanca abogando por recortes de tipos y el posible nombramiento de un nuevo presidente de la Reserva Federal más alineado con la agenda económica del presidente Trump. Es probable que la Reserva Federal también tenga que lidiar con el impacto de los aranceles, que actualmente están siendo absorbidos por los importadores estadounidenses, pero que probablemente afectarán a los consumidores a principios de 2026. Aunque los datos de inflación de julio aún no reflejaban las presiones relacionadas con los aranceles, el aumento de los precios al por mayor en EE. UU. la semana pasada indica que los efectos están empezando a filtrarse en la economía. Dado que la economía estadounidense muestra signos de sobrecalentamiento, esperamos que la inflación en EE. UU. alcance el 3,5% a mediados del próximo año. Por lo tanto, es probable que la Fed actúe con cautela y aplique dos recortes de tipos este año a partir de septiembre, seguidos de tres recortes adicionales en 2026.
El SNB se enfrenta a sus propios retos, ya que se prevé que los aranceles estadounidenses del 39% sobre la mayoría de los productos afecten a la economía suiza, lo que podría provocar una nueva contracción del crecimiento el próximo año y aumentar la presión sobre el empleo. Al mismo tiempo, la inflación suiza se ha mantenido cercana a cero este año, pero las cifras recientes han sorprendido al alza, lo que ha llevado al banco central a sopesar cuidadosamente las decisiones de política monetaria. Con el tipo de interés oficial en cero desde junio, el SNB tiene un margen de maniobra limitado y podría considerar una bajada del 0,25% hasta territorio negativo a finales de este año o principios del próximo.
El Banco de Japón se enfrenta a la delicada tarea de evitar una reversión del carry trade, un reto que requiere una gestión cuidadosa. Sin embargo, en nuestra opinión, es el Banco de Inglaterra el que posiblemente se enfrenta al mayor reto entre los bancos centrales analizados. El Banco de Inglaterra está profundamente preocupado por la fragilidad de la dinámica subyacente del mercado británico. Por un lado, el gobernador Andrew Bailey y su equipo temen que no reducir los tipos con la suficiente rapidez pueda frenar el crecimiento económico; por otro lado, siguen siendo cautelosos con las presiones inflacionistas, ya que la inflación en el Reino Unido está lejos de haber desaparecido.
Los diversos retos a los que se enfrenta cada institución demuestran la complejidad del panorama económico mundial actual. Quizás más que nunca este año, las decisiones que se tomen en los próximos meses serán fundamentales para configurar la trayectoria de las respectivas economías.