Michaël Nizard y Nabil Milali (Edmond de Rothschild AM) | Todo para nada. Apenas un mes después de su nombramiento y pocas horas tras anunciar la composición de su gobierno, Lecornu ha presentado su dimisión, convirtiéndose en el único primer ministro de la Quinta República cuyo ejecutivo nunca llegó a ver la luz. Las reacciones extremadamente virulentas tras el anuncio del equipo gubernamental, tanto desde la oposición como dentro de la propia Base Común, dejaron a Lecornu sin margen de maniobra. Ahora todas las miradas se dirigen hacia Macron. Su decisión de nombrar a uno de sus asesores más cercanos para sustituir a Bayrou sorprendió a muchos, que esperaban un gesto de apertura hacia otras fuerzas políticas. Todo indica que sus opciones son ahora muy limitadas.
Aunque sigue mostrando reticencias, el presidente podría verse obligado a anunciar una nueva disolución en los próximos días, lo que podría intensificar la presión al alza sobre los tipos de interés franceses y acentuar la infravaloración del CAC 40, con un riesgo significativo de que las tensiones se extiendan a otros activos como los bancos franceses, el euro y los diferenciales periféricos. Este escenario se vuelve cada vez más probable ante la imposibilidad de alcanzar un compromiso con las fuerzas presentes en la Asamblea Nacional. Las negociaciones de las últimas semanas han confirmado que los socialistas solo estarían dispuestos a salvar al gobierno a cambio de concesiones sustanciales en materia de fiscalidad para los más ricos o sobre las pensiones. Su líder, Faure, indicó esta mañana que la congelación de la reforma de las pensiones es una condición previa para que su partido no vote la moción de censura. Sin embargo, para Macron resulta difícil renunciar a una de las pocas reformas estructurales de su mandato, especialmente porque dar marcha atrás en este punto podría provocar la salida de los republicanos del gobierno y, sobre todo, alimentar la desconfianza de los mercados financieros. En el otro extremo del espectro político, la Agrupación Nacional mantiene su postura de censura casi automática hasta que el presidente acceda a disolver la Asamblea, una salida que parece cada vez más inevitable.
El partido de Le Pen confía en su fortaleza ante unas eventuales elecciones legislativas anticipadas, respaldado por la última encuesta de IFOP publicada la semana pasada, que lo sitúa claramente en cabeza con cerca del 35% en intención de voto. Detrás, el resto del panorama político aparece profundamente fragmentado, tanto entre los partidos centristas —que probablemente presentarán sus propios candidatos— como en la izquierda, donde un acuerdo entre los socialdemócratas de R. Glucksmann y La France Insoumise parece completamente descartado. Estas divisiones podrían beneficiar significativamente al RN en la conversión de su peso electoral en un mayor número de escaños en la segunda vuelta, especialmente dado que la barrera republicana ya no es un reflejo automático para varios líderes políticos. La probabilidad de que el RN acceda al poder aparece, por tanto, relativamente elevada, lo que podría traducirse en un notable ensanchamiento del diferencial francés, ante el riesgo de un mayor deterioro de la situación presupuestaria si el partido intenta aplicar su programa. No obstante, es probable que el RN no obtenga mayoría absoluta y se vea obligado a formar una coalición con el centro derecha, lo que podría tranquilizar a algunos inversores y limitar el impacto sobre los activos franceses.
Si Macron decide, una vez más, alejar el espectro de la disolución, se perfilan dos escenarios posibles. El primero consistiría en nombrar a un primer ministro cercano a la izquierda, cuya capacidad de maniobra sería extremadamente limitada, pero que tendría más posibilidades de obtener la indulgencia del Partido Socialista. En este caso, los esfuerzos de consolidación fiscal serían mínimos, aunque los mercados financieros podrían optar por ver el vaso medio lleno y conformarse con la ausencia de un deterioro adicional del déficit público. Este escenario mantendría el diferencial OAT-Bund en niveles superiores a la media histórica, pero sin alcanzar nuevos máximos.
El último escenario sobre la mesa es el de un gobierno técnico, similar al que se ha aplicado en Italia durante periodos de inestabilidad política. Este gobierno tendría como principal responsabilidad aprobar un presupuesto más o menos equivalente al de este año y gestionar los asuntos cotidianos, pero su carácter sería estrictamente transitorio, a la espera de una clarificación política que, como muy tarde, llegará en 2027, aunque probablemente se produzca antes, cuando E. Macron considere oportuno convocar nuevas elecciones legislativas.
Más allá de la distribución de probabilidades entre los distintos escenarios, ninguno de ellos resulta especialmente prometedor para la atractividad de los tipos franceses, lo que nos lleva a mantener una posición infraponderada en las carteras de renta fija.