China ya no es el principal exportador de Estados Unidos, pero vende productos clave

Banca March | China ya no es el principal exportador de Estados Unidos, pero vende productos clave. A medida que se aproximen las elecciones presidenciales estadounidenses, la guerra comercial con China volverá a ganar protagonismo. Este es un tema que no solo defiende Trump, sino que la Administración de Biden ha tomado medidas en la misma dirección, que ya se reflejan en los datos de comercio exterior.

Las importaciones estadounidenses de productos chinos representaron en 2023 solamente el 13,9% del total de sus compras exteriores, su nivel más bajo desde 2004. Estos datos certificaron que, por primera vez en los últimos 20 años, China ha dejado de ser el principal exportador de bienes a EE.UU., posición ahora ocupada por México, que aglutinó más del 15% de las importaciones.

Sin embargo, y a pesar de estos datos, lo anecdótico es que, a su vez, México está incrementando sus importaciones desde China y varias empresas asiáticas están trasladando sus fábricas al país latinoamericano, en particular en el sector automovilístico, donde solamente el año pasado México ha importado desde China cerca de 9.000 M$ en componentes.

Además, aunque a nivel agregado las importaciones de Estados Unidos desde China han retrocedido, si analizamos los cambios en su composición encontramos pocas justificaciones que apunten a un desacoplamiento real y total de las cadenas de producción de las dos grandes economías del mundo: como vemos en el gráfico 10, esta menor dependencia es una realidad en los bienes más relacionados con el consumo, que es donde se ha reducido realmente la importancia de China. Frente a ello, en componentes esenciales para la “Nueva Economía” y la descarbonización, se observa cómo la dependencia de las importaciones desde China es ahora incluso más elevada que hace cinco años atrás.

Como ejemplo, el 70% de las baterías de litio importadas actualmente por EE.UU. provienen de China frente al 47% de 2018, así como el grafito, un material fundamental en la fabricación de coches eléctricos.

Unos datos que, más que señalar una verdadera desglobalización y la vuelta de la producción nacional, apuntan a que China es ahora un exportador clave en productos estratégicos para varios sectores fundamentales como la tecnología y transición energética.

También en Europa existe preocupación sobre la evolución del comercio con China y, en particular, en sectores estratégicos como los automóviles. En la última década el déficit comercial con China se ha ido ampliando hasta el máximo registrado en 2022 con un saldo desfavorable de 397.000 M€, que el año pasado se redujo por primera vez cayendo un -27% (gráfico 11).

En 2023, China fue el mayor socio comercial para las importaciones de bienes de la U.E. (20,5 % del total de las compras extracomunitarias), mientras que fue el tercer destino más importante para las exportaciones de bienes (8,8% del total, pero muy por debajo de Estados Unidos, que representa cerca del 20%). A nivel de productos procedentes de China, destaca una elevada dependencia en las compras de equipos de telecomunicaciones, máquinas y aparatos eléctricos, así como maquinaria de procesamiento de datos, siendo estos los bienes más importados.

Este continuo déficit comercial y la elevada dependencia en sectores concretos también está promoviendo el debate político en Europa. En este caso, las últimas medidas se han centrado en las importaciones de coches: los automóviles chinos tienen una penetración del 8% en el mercado comunitario que podría duplicarse en el 2025 de continuar creciendo al mismo ritmo de los últimos años (en 2023, las compras a China de automóviles y vehículos de motor registraron el mayor aumento de todas las importaciones europeas, al crecer un +36,7% frente a 2022). El menor coste de los coches producidos por el gigante asiático –cerca de un 20% menos que los europeos– está en el punto de mira, dado que el gobierno chino podría estar ofreciendo subsidios a la producción de vehículos eléctricos. Este hecho, acompañado de las facilidades que disponen las compañías chinas de operar en Europa, frente a las exigencias que el país impone a los vehículos europeos, supondrían condiciones desiguales entre los productores de ambos continentes.