Cómo invertir en fondos especializados en la economía real

Manuel Moreno Capa

Manuel Moreno Capa (Director de GESTORES) | Después de hablar de tanto experimento virtual, de criptos, de inmuebles en el metaverso y de otras zarandajas nada aptas para inversores con los pies en la tierra, conviene aprovechar el cambio de año para dar un vistazo a las inversiones de verdad: por supuesto, los fondos de inversión colocan su dinero en empresas cotizadas o en bonos de entidades públicas o privadas absolutamente reales. Pero se puede ir un poco más allá e invertir en actividades económicas de compañías no cotizadas pero que permiten diversificar en sectores muy rentables y de buenas perspectivas futuras.

Hablo de los fondos de capital riesgo. No son algo nuevo. Existen en el mercado español desde un año tan señero como 1986, justo cuando nuestro país entró formalmente en Europa. Sin embargo, hasta ahora sólo podían acceder a un fondo de capital riesgo quienes pudieran colocar en él un mínimo de 100.000 euros. No eran, por tanto, fondos para todos los públicos.

Pero la llamada “ley crea y crece” (de 28 de septiembre de 2022), aprobada para estimular la creación y desarrollo de nuevas compañías, ha abierto los fondos de capital riesgo a inversores no tan pudientes. Desde esa fecha, basta con disponer de 10.000 euros para participar en uno de estos productos, que invierten en empresas no cotizadas pero necesitadas de financiación. De ahí el nombre de capital riesgo: el fondo apuesta por la economía real, por compañías que generalmente son de crecimiento, es decir, que buscan lanzarse a un mercado o incrementar su presencia en él, con todos los riesgos que ello conlleva. Pero como no cotizan en Bolsa, estas empresas buscan el dinero entre inversores privados, tanto para crecer, como para reestructurarse y mejorar. Y, por regla general, son compañías no sólo implicadas en la economía real, en actividades productivas, sino también centradas en sectores innovadores y de fuerte crecimiento potencial.

El riesgo de estos fondos es evidente: tanto como el de las empresas en las que invierten. Por eso, aunque el límite para invertir en ellos se haya rebajado hasta los 10.000 euros, tampoco son para cualquier inversor. Para comenzar, la normativa exige que el potencial cliente de estos productos reciba la recomendación y el asesoramiento de una entidad especializada. Además, en caso de que este inversor disponga de un patrimonio financiero inferior a los 500.000 euros, los fondos de capital riesgo no podrán superar el diez por ciento de su cartera. Son salvaguardas más que suficientes para convertir a los fondos de capital riesgo en magníficas herramientas para diversificar, máxime si se tiene en cuenta que deben ser inversiones siempre a largo plazo (pensar en una década de permanencia en el producto no es nada descabellado) y que, a cambio de la fidelidad del partícipe, pueden ofrecer rentabilidades hasta tres o cuatro puntos superiores a la media anual, siempre en plazos medios y largos, que logran los fondos convencionales de inversión en renta variable.

Numerosas entidades han aceptado el reto de poner el capital riesgo a disposición de clientes que antes, debido a la exigencia de una aportación mínima de 100.000 euros, no podían acceder a él. Las últimas en lanzar productos de este tipo  han sido Trea AM y Bewater Funds, pero también los ofrecen Mutuactivos, Bankinter, Andbank y otras. Son productos a menudo especializados, bien en mercados concretos (con preferencia por Estados Unidos), bien en sectores innovadores (como empresas tecnológicas, biotecnológicas y de renovables), bien en otros ámbitos con potencial (infraestructuras, hoteles…).

Como se trata de fondos supervisados por la CNMV, no hay riesgo de encontrarse con sorpresas. El único riesgo –y ya es bastante pero, por lo mismo, atractivo para el inversor– es que estos fondos invierten en compañías absolutamente pegadas a la economía real.