MFS Investment | Ahora que la festividad estadounidense del Día del Trabajo ha quedado atrás, las próximas elecciones al Congreso de EE. UU., que se celebrarán el 8 de noviembre, están siendo objeto de una atención creciente. Desde 1950, el partido del presidente en ejercicio ha perdido una media de 25 escaños en la Cámara de Representantes en los años en los que se celebraron comicios no presidenciales. Tal y como muestra el gráfico 1, el partido del presidente titular únicamente ha ganado escaños en la Cámara Baja en dos ocasiones desde 1950, y dichas victorias tuvieron lugar en un contexto en el que concurrieron circunstancias poco habituales. En 1998, la oposición al proceso de destitución (impeachment) iniciado contra el presidente Bill Clinton llevó a los demócratas a ganar escaños. Por su parte, en 2002, los republicanos liderados por el entonces presidente George W. Bush lograron hacerse con nuevos escaños a raíz de los atentados terroristas del 11-S.
En términos históricos, el índice de aprobación del presidente ha influido en el resultado de las elecciones de mitad de mandato, lo cual podría perjudicar al presidente Joe Biden, cuyo índice de aprobación a su labor se sitúa en torno al 42% en la media de encuestas de Real Clear Politics. Además, una inflación en máximos de las últimas cuatro décadas y el debilitamiento de la economía constituyen unos contratiempos políticos de gran calado para el partido gobernante. Los análisis de Goldman Sachs muestran que, desde 1950, el ritmo del cambio en el plano de la renta disponible real de los estadounidenses ha sido la cuestión más relevante en las elecciones de mitad de mandato, por delante de otros asuntos como la tasa de desempleo, la inflación, el precio del gas y el valor de los activos. Ello constituye un reto para los demócratas, dado que los últimos datos muestran que la renta personal disponible real de los estadounidenses ha caído un 5,5% durante el pasado año.
En vista de que los demócratas cuentan con una exigua mayoría de cinco escaños en la Cámara de Representantes, las previsiones apuntan a que los republicanos obtendrán el control de dicho hemiciclo. No obstante, en lo que respecta al Senado, las perspectivas para los republicanos no resultan tan claras. El partido del presidente ha engrosado su número de escaños en tan solo cinco de las 18 elecciones de mitad de mandato celebradas desde 1950. La última vez que sucedió fue en 2018, un año en el que los republicanos perdieron 41 escaños en la Cámara de Representantes pero ganaron dos en el Senado. Sin embargo, los mercados de apuestas conceden ahora ventaja a los demócratas a la hora de mantener el control del Senado.
¿Qué está en juego?
Para que un proyecto de ley se convierta en ley, las dos cámaras del Congreso deben aprobar la medida legislativa
antes de que la firme el presidente. Si los republicanos se hacen con el control de una o de las dos cámaras, resultará mucho más difícil, si no imposible, que Biden apruebe más instrumentos legislativos de gran calado como el Plan de Rescate Estadounidense, que constituye una inyección de 1,9 billones de USD, y la Ley sobre Reducción de la Inflación, que supone un paquete de 740.000 millones de USD. El Senado promulgó ambos instrumentos ateniéndose a unas enigmáticas normas de la Cámara Alta que posibilitan la aprobación de determinadas medidas fiscales por mayoría simple, en lugar de requerir la habitual supermayoría de 60 votos.
Ello sugiere que Biden deberá moderar su agenda legislativa para tratar de obtener el respaldo de los republicanos o, de lo contrario, se enfrentará a un posible bloqueo legislativo. En caso de que el Congreso quede dividido, los proyectos de ley cuya aprobación resulta indispensable, como las ampliaciones de los techos de deuda, podrían volver a implicar varios tira y afloja de gran trascendencia, dado que los legisladores republicanos tratarían de obtener concesiones políticas de los demócratas a cambio de brindar su apoyo en votaciones poco populares.
Conscientes del trasfondo histórico que demuestra que el partido del presidente en ejercicio sufre unas pérdidas considerables en las elecciones de mitad de mandato, los demócratas concentraron el grueso de su programa legislativo en la primera mitad del mandato presidencial y aprobaron varias medidas legislativas ambiciosas, lo que tal vez siente las bases para una segunda mitad de mandato decepcionante en el plano legislativo.
Los republicanos ralentizarían el ímpetu de Biden
A nuestro juicio, si los republicanos se hacen con el control del Senado, resulta poco probable que asistamos a nuevos incrementos significativos del gasto y a subidas de impuestos. En caso de victoria republicana, cabría esperar que los miembros de la rama ejecutiva del presidente Biden adoptasen un planeamiento político más moderado que si los demócratas mantuviesen el control de la Cámara Alta.
Si la economía se adentra en una recesión en 2023, cualquier medida de estímulo concebida para paliar sus
repercusiones sobre las familias estadounidenses seguramente tendrá una magnitud limitada, especialmente en
comparación con las medidas de estímulo aplicadas recientemente. Habida cuenta de las consecuencias imprevistas de los estímulos del periodo de la pandemia, como la inflación, resulta poco probable que los republicanos busquen estimular considerablemente la economía. En lugar de ello, ante una contracción probablemente priorizarían brindar incentivos a las empresas.
De hacerse con el control de la Cámara de Representantes, los republicanos seguramente intensificarán el control
legislativo de la rama ejecutiva y se centrarán especialmente en la caótica retirada de los militares estadounidenses de Afganistán, los orígenes de la pandemia de COVID-19 y la política de inmigración.
Una de las preocupaciones que suscita un Gobierno dividido es el riesgo de que se adopte una forma de hacer política basada en llegar a situaciones límite (brinkmanship), lo que conlleva que medidas legislativas cuya aprobación resulta imprescindible, como las resoluciones presupuestarias, se esgriman a modo de baza negociadora. Ello puede traducirse en situaciones de estancamiento que conllevan el cierre de la Administración, dado que la financiación se agota antes de que se aprueben las medidas legislativas que autorizan nuevos gastos. Además, las ampliaciones del techo de deuda suelen constituir un punto de fricción entre el Congreso y la Casa Blanca cuando están controlados por partidos de distinto signo. A modo de ejemplo, en 2011, el Congreso de mayoría republicana presionó al Gobierno de Obama para que aceptase recortes de gastos a cambio de aumentar el techo de deuda del país, pero al presionar de esta manera se situó a escasos días de rebasar el límite de deuda. Esa forma de actuar contribuyó a provocar la primera rebaja de calificación de la deuda soberana de EE. UU. en la historia del país: S&P rebajó su calificación de AAA a AA+, lo que a su vez generó una volatilidad considerable en el mercado.
Si los demócratas, que actualmente tienen mayoría en el Congreso, logran imponerse a las tendencias históricas
y mantener el control de la Cámara de Representantes y del Senado, podrían utilizar el proceso de ajuste
presupuestario para subir los tipos impositivos aplicables a las empresas, las plusvalías y las personas físicas.
Los mercados ven con buenos ojos el bloqueo político
Aunque tal vez a los votantes les resulte frustrante el atasco político en Washington, los inversores han tendido
a celebrar un gobierno dividido en el pasado. Los datos históricos muestran que algunos de los periodos con las
mejores rentabilidades han sido cuando un partido controla la Casa Blanca y el otro, por lo menos una de las cámaras del Congreso.
En nuestra opinión, si bien la coyuntura de inversión en 2023 seguramente resultará compleja, un Congreso dividido podría resultar modestamente favorable para los mercados.
Los años de elecciones de mitad de mandato han sido los peores para los mercados
En términos históricos, el mercado estadounidense ha cosechado sus peores rentabilidades en el segundo año de un mandato presidencial. Según Ned Davis Research, la rentabilidad media anualizada del S&P 500 desde 1948 ha sido del 12,9% durante el primer año de mandato, del 6,2% durante el segundo año, del 16,7% durante el tercer año y del 7,3% durante el cuarto año. Así, aunque la historia muestra que los mercados evolucionan al alza la mayoría de los años, las ganancias de los años en los que se celebran elecciones de mitad de mandato han tendido a concentrarse en el tramo final del año en cuestión, una vez celebradas, lo que sugiere que la incertidumbre puede ser un factor que frene las ganancias a principios de año. Un punto de vista alternativo sostiene que los Gobiernos electos suelen adoptar un enfoque comedido en las primeras etapas de sus mandatos y adoptar políticas que implican estímulos de mayor calado en el periodo previo a las campañas en las que buscan su reelección.
El quid de la cuestión es que, si bien la naturaleza de la arena política, que se asemeja a las carreras de caballos, conlleva que efectuar previsiones al respecto resulte entretenido, los mercados se han ajustado históricamente a cualquier corriente política. En consecuencia, consideramos que resulta prudente no atribuir una importancia excesiva a los resultados electorales.