Las grandes tecnológicas (y los fondos especializados en ellas) cambian el chip

Manuel Moreno Capa

Manuel Moreno Capa ( Director de GESTORES) | Las grandes tecnológicas están cambiando el chip. Y no sólo porque el frenazo post pandemia haya anulado las perspectivas de un crecimiento espectacular, provocadas por los confinamientos que inflaron nuestra adicción a las pantallas. Además, cada vez es más evidente que muchos de esos gigantes han dejado de ser disruptivos, se han convertido en compañías casi, casi tradicionales, y ceden terreno ante sectores y tecnologías que sí serán las que de verdad marcarán nuestro futuro. En buena lógica, también los fondos especializados en tecnológicas –otrora imbatibles– deben cambiar sus preferencias y apostar por otro tipo de empresas aparte de los viejos titanes.

Hace seis meses, en agosto del año pasado, hablé ya de las tecnologías auténticamente disruptivas del futuro, que no son ni las redes sociales, ni los monstruos del comercio electrónico, ni, por supuesto, los fabricantes de coches que, como Tesla, en realidad son sólo eso, fabricantes de coches (además no muy buenos), una vez pasado el efecto deslumbrante de ser de los primeros en apostar por vehículos de verdad eléctricos.

Y hablando de vehículos eléctricos, busquen empresas más mineras que tecnológicas: no hay litio en el mundo para electrificar el parque planetario de vehículos. Así que ese sí es un sector de futuro, más que la electrificación del automóvil en sí, una tecnología de sobra desarrollada, madura, y que en realidad lo que necesita es apostar por nuevas baterías con menos litio o con otras soluciones. Lo ideal sería, por supuesto, la fusión nuclear, la auténtica tecnología del mañana, que apenas da sus primeros pasos, pero que habrá que seguir de cerca en los próximos años. En cuando una compañía centrada en la fusión nuclear salga a Bolsa, compren sus acciones sin dudarlo. Quizás sus hijos y sus nietos se han millonarios con ellas.

Eso sí que será disrupción: fusionar átomos (en vez de fisionarlos) para generar una energía inagotable. Pero hay otras tecnologías que ya están aquí y son, por supuesto, rompedoras y de las que ya hemos hablado, como las sanitarias (las nuevas vacunas, el software médico…), las alimentarias y agrícolas, la nube, los semiconductores de última generación, las renovables (con preferencia por ese hidrógeno verde que va a fluir hacia toda Europa desde Barcelona) y, por encima de todas ellas, la que Bill Gates acaba de nombrar su favorita: la inteligencia artificial.

Todo esto obliga a las grandes tecnológicas tradicionales a redefinirse y a buscar nuevos sectores de crecimiento. De entrada, han realizado importantes ajustes laborales, con decenas de miles de despidos… aunque en realidad suponen porcentajes muy bajos (rara vez superiores al cinco por ciento) frente a sus cientos de miles de trabajadores. Y son además ajustes consecuencia de las infladas expectativas que generó la pandemia y que les llevó a contratar a varios millones de personas en los últimos años. Meta (antes Facebook), Microsoft, Amazon y Alfhabet (Google) han ejecutado miles de despidos entre muchos de esos nuevos trabajadores que ahora sobran. Los que se quedan (como los de Apple, la única de las cinco grandes que aún no ha reducido su plantilla) tendrán que reenfocarse a nuevos universos tecnológicos…

Hablando de universos, habrán visto que no he incluido al famoso metaverso entre mis preferencias. Creo que aún debe definirse bien y reenfocarse a nichos de mercado claramente productivos (como por ejemplo la formación, la tecnología de la salud…) y menos a meta ideas aún por desarrollar.

Me siguen sin gustar demasiado subsectores como las redes sociales. De Twitter y el destrozo provocado en ella por ese incontrolado violador de las leyes del mercado llamado Elon Musk, mejor no hablar. Y del gigante chino TikTok, en el punto de mira de las autoridades regulatorias estadounidenses, sólo cabe esperar que solucione sus problemas en USA con una salida a Bolsa de resultado, cuando menos, incierto. Porque está visto que lo de las redes es un negocio cada vez más enredado, en el que además pueden surgir en cualquier momento nuevos competidores que atraigan a usuarios (sobre todo adolescentes) aburridos de las redes ya “viejas”, es decir, las que tengan dos o tres años de vida.

En cualquier caso, proliferan las recomendaciones de volver a entrar en los gigantes tecnológicos, entre otras cosas porque en apariencia están baratos (como muchos otros sectores bursátiles) tras el duro castigo sufrido en 2022. Si las Bolsas, como parece, consolidan su recuperación este año a medida que se alejen el miedo a la recesión y se enfríen las subidas de tipos, las tecnológicas de siempre sin duda pueden recuperarse. Y los fondos tecnológicos también. Pero yo revisaría las carteras de estos productos y apostaría por los que de verdad inviertan en tecnologías disruptivas de futuro, no en los que sigan teniendo demasiado peso en empresas de comercio electrónico, redes sociales o meta universos aún por explorar.

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