El plan fiscal de EEUU: ahora se tendrá que lidiar con unas cifras elevadas de déficit en una economía significativamente desacelerada

Intermoney | Durante el jueves estábamos bien atentos al panorama político dado que se votaba en la Cámara de Representantes el proyecto fiscal de Trump. Por hacer una cronología, el primer éxito era que la Cámara votó 219-213 para avanzar hacia una votación final tras una noche entera de negociaciones durante el miércoles. De no haber avanzado y acometer cambios, la propuesta habría tenido que volver al Senado. Finalmente, en la tarde del jueves la votación final salía adelanta con 218-214 cumpliendo así el plazo autoimpuesto por el presidente Trump, que era la de aprobar el proyecto antes del 4 de julio.

A pesar de que los republicanos controlan tanto la Cámara de Representantes como el Senado, la legislación de Trump encontró oposición por parte del ala conservadora, representada en el Freedom Caucus de la Cámara y que se mostraban preocupados por no acometer un recorte del gasto suficiente. Pero también encontraba oposición en el ala moderada de distritos indecisos, quienes defienden que un recorte en exceso de programas como Medicaid y otras redes de protección social pueda resultarles negativo. El plan fiscal del presidente se basa en una reducción de impuestos, extendiendo el paquete que sacó adelante en su primer mandato, así como el recorte del gasto (especialmente en Medicaid, de unos 800 mm $) y el fin de los créditos fiscales hacia las energías renovables.

Entre los recortes de impuestos, se introduce la exención de impuestos sobre propinas y pagos por horas extra hasta 2028. Mientras que hace permanente alguno de los recortes llevados a cabo en 2017 y que expiraban este año. Entre ellos está el aumento de la deducción estándar, que reduce los ingresos sujetos a impuestos, el aumento del crédito fiscal por hijos dependientes, las deducciones para empresas privadas y, en general, tipos más bajos del impuesto sobre la renta para la mayoría de los contribuyentes.

Aunque lejos de atajar el problema del déficit, recordemos que la Oficina de Presupuesto del Congreso proyectó que la legislación aumentará el déficit de EEUU en 3,4 billones de dólares en la próxima década, lo que podría elevar la deuda pública hasta el entorno del 120% del PIB. Esto es porque, acorde a sus cifras, los ingresos fiscales se reducirían en 4,5 billones de dólares a lo largo de 10 años y recortaría el gasto en sólo 1,1 billones. De hecho, el paquete también incluye el aumento del techo de deuda que elimina el riesgo de una cesación de pagos para mediados de agosto si el Congreso no actuaba y que ya hemos visto recientemente en otras ocasiones.

Y el problema no es sólo la cuantía adicional en la que pueda incrementar la deuda pública, si no la alta base de déficit y deuda desde la que se parte, y que como vemos, no se ataja. El déficit en el último año fiscal ha sido de 1,8 billones de dólares, o alrededor del 6 % del PIB, un nivel preocupante incluso para una economía que crecía a un ritmo acelerado como lo han venido haciendo los americanos. Ahora se tendrá que lidiar con unas cifras similares en una economía desacelerada significativamente, y ese escenario es bastante más peligroso. Lo que se pierde con este plan fiscal es una oportunidad para intentar paliar el déficit que seguramente no vuelva a aparecer hasta 2028, cuando el sucesor en la Casa Blanca presente su paquete fiscal.