Intermoney | Ayer la Comisión Europea publicaba sus previsiones de actividad y, en base a sus cálculos, apuntaba a que la actividad crecerá sólo un +0,9% cuando hace medio año señalaba un aumento del +1,3%. Quedaba claro: la rebaja en las estimaciones se debía en gran parte a la escalada de la tensión arancelaria y a la incertidumbre sobre los precios.
Había países con revisiones muy claras como era el caso de Alemania, una economía para la cual el organismo pasaba de señalar un crecimiento de +0,7% para 2025 a señalar un estancamiento.
Y eso que la locomotora europea no era la peor, ya que la CE marcaba una contracción para la economía austriaca del -0,3% en 2025. Como aspecto destacado, volvíamos a ser la economía con mejor comportamiento, pues Bruselas mejoraba la estimación pasando del 2,3% al 2,6% aunque, para el próximo año, se empeoraba el pronóstico en una décima hasta un aumento del 2%.
Para las principales economías foráneas a la zona euro, la CE reducía de manera clara la perspectiva para China (de 4,6% a 4,1% en 2025 y de 4,4% a 4,0% en 2026) y para EEUU (de 2,1% a 1,6% en 2025 y de 2,2% a 1,6% en 2026). Asimismo, se mostraba una tendencia más sólida del euro apuntándose a niveles por encima del 1,10 frente al dólar. Daba la casualidad de que Christine Lagarde trataba esta cuestión. La presidenta del BCE refutaba la idea de que un euro más fuerte sea problemático, calificándolo de “oportunidad” en lugar de una amenaza. Es más,
citaba la pérdida de confianza en la política estadounidense como un factor que impulsa el capital global hacia la eurozona. “Europa se percibe, con razón, como un área económica y políticamente estable, con una moneda sólida y un banco central independiente”.