Lo que nos están diciendo el dólar y el bono del Tesoro es que debemos fijarnos en el déficit fiscal y no en el comercial

Juan Carlos Ureta (Renta 4) | Lo que nos están diciendo el dólar y el bono del Tesoro es que debemos fijarnos en el déficit fiscal y no en el déficit comercial, porque, como decíamos la semana pasada, recogiendo una idea de Kenneth Rogoff, la solución al déficit comercial norteamericano debería venir por ajustar el déficit fiscal, y no al revés, como pretenden equivocadamente Trump y su equipo. Y el problema es que el déficit fiscal es el doble que el déficit comercial y la nueva Ley Grande y Hermosa (“Big Beautiful Bill”) de Trump, aprobada in extremis por el Congreso, va a agravar ese déficit fiscal, demostrando así que Trump no tiene ningún interés en corregir el déficit, pese a lo que decía Scott Bessent en enero de reducirlo al 3%.

Y esto es mucho más inquietante para el futuro de las bolsas americanas que el tema de los aranceles porque puede dar lugar a cambios estructurales, no temporales, en los mercados de divisas y en la valoración de activos, y a una diversificación fuera del dólar y de los activos americanos que dejaría a la economía norteamericana sin la generosa financiación de la que ha disfrutado hasta ahora, generando una recesión profunda. El mejor comportamiento de las bolsas europeas, que siguen batiendo a las americanas (en el año el Dax y el Ibex suben más del 20% mientras que el S&P sube solo un 0,5%, el Dow Jones baja un 0,6% y el Nasdaq cede un 1%) muestra ya una incipiente tendencia en ese sentido, y si Trump persiste en sus errores, esa tendencia puede acentuarse y ser un auténtico “game changer”.

En el corto plazo no vemos ese riesgo. Trump ha generado mucha desconfianza, pero como dice Nouriel Roubini, la economía norteamericana sigue siendo las mejor del mundo y sus empresas las más innovadoras. Las bolsas europeas, de momento, están tan solo corrigiendo una divergencia que se había producido a lo largo de varios años, en los que el gran flujo de dinero ha ido a Estados Unidos, provocando como resultado una cierta sobrevaloración de los activos americanos e infravaloración de los europeos, que se habían quedado muy atrás. Pero el riesgo de que la salida de dinero de EE.UU. se produzca por la desconfianza generada es demasiado inquietante como para ignorarlo. La esperanza es que los mercados de bonos obliguen a Trump a rectificar y a focalizarse en estabilizar la deuda y el déficit públicos, lo cual devolvería protagonismo a las bolsas y a las empresas norteamericanas en el medio plazo.

De momento, y mientras estas evoluciones vayan tomando forma, tenemos citas importantes en los próximos días, como en EE.UU. el informe de empleo de mayo, que se publica el viernes o los ISM de manufacturas y servicios, que se publican respectivamente el lunes y el miércoles. En Europa, se publica el IPC de mayo y se reúne el BCE el jueves. En China también se publican datos ISM.

La gran pregunta al iniciarse junio es si las bolsas pueden mantener o no la gran remontada de mayo, o si incluso podrían llegar a batir los máximos históricos. Todo es posible, pero aún a riesgo de equivocarnos, nuestra respuesta sería que esa ruptura de máximos no es probable, porque Trump seguirá muy obcecado en la guerra comercial, más aún tras haberse creado la imagen de que siempre acaba cediendo (TACO: “Trump always chickens out”) y porque, además, Trump no parece tener ninguna intención de resolver el auténtico problema, que es el de la deuda y el déficit fiscal, un problema que quiere arreglar con los aranceles y con la presión sobre la Fed para que imprima más dólares y baje los tipos de interés.