Intermoney | Los efectos que el aumento del Co2 tienen en el clima ya se conocían desde finales del siglo XIX, gracias a los descubrimientos de Svante Arrhenius, pero en ese momento se consideraron como algo beneficioso. La preocupación sobre el cambio climático y el calentamiento global no empezó a cobrar importancia hasta 1988, cuando la Asamblea general de la ONU decidió crear el denominado Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). Más adelante, en 1997, 192 países firmaron el Protocolo de Kioto, con el que se comprometieron a reducir los gases de efecto invernadero a “un nivel que impida interferencias antropogénicas peligrosas en el sistema climático”. Desde entonces, año tras año, la preocupación por este tema ha ido aumentando, sobre todo en los países occidentales. Más tarde, en 2015, llegó el acuerdo de París, donde los países firmantes se comprometieron a lograr para mitad de siglo un equilibrio entre las emisiones humanas y las absorciones de los sumideros naturales. Aunque la expresión “cero neto”, hoy tan común, se utilizó por primera vez en el informe especial sobre un calentamiento global de 1,5ºC, publicado por el IPCC en 2018. En dicho informe aseguraban que para limitar el aumento de temperatura a 1,5ºC respecto a los niveles preindustriales, se debían reducir las emisiones mundiales netas en torno a un 45% para 2030 y alcanzar el cero neto para 2050.
Estos objetivos por muy deseables que parezcan, vamos a ver como son prácticamente imposibles de alcanzar. Vamos a desarrollar diez puntos, que pensamos que dejan claro que en 2050 seguiremos muy lejos de una situación de neutralidad climática
1.-Las transiciones energéticas son lentas y complejas
La primera transición energética tardó en torno a 150 años en completarse y “solo” había que sustituir 1.500 millones de toneladas de madera por carbón y a partir de 1860 también por hidrocarburos. La nueva transición parte de una base más compleja. En 2023 en el mundo se produjeron 9.000 millones de toneladas de carbón; 4.500 millones de toneladas de petróleo y 2.800 millones de toneladas de gas natural. Estas transiciones son lentas y complejas. El carbón no superó la combustión mundial de madera hasta 1900 y su máxima
cuota de suministro energético no alcanzó su máximo hasta 1960. Y aunque hoy en día la biomasa ha perdido relevancia respecto al resto de energías fósiles, el mundo consume más leña y carbón vegetal que nunca. El petróleo no superó el 25% del total de combustibles fósiles hasta pasado 1950, un siglo después de su primera extracción, mientras que el gas natural no lo hizo hasta principios de siglo xxi, 130 años después del desarrollo de la industria. Si tenemos en cuenta que la energía solar fotovoltaica y la eólica han empezado a despuntar a principios de siglo xxi, el año 2050 parece demasiado optimista para completar esta transición. Y más aun teniendo en cuenta que, al contrario que en la anterior transición, estas tecnologías no son ni más eficientes ni más baratas que las que pretenden sustituir. Además, que más de dos siglos después de su inicio, realmente ni hemos acabado la primera gran transición energética, ya que todavía hay cerca de 3.000 millones de personas en el mundo (37% del total), sobre todo en África, Asia y Sudamérica, que siguen dependiendo de las energías tradicionales de biomasa

Lo que pretenden los que abogan por alcanzar las 0 emisiones netas en 2050 es que en menos de 25 años se sustituyan: i) 4,5 teravatios (TW) de capacidad de generación eléctrica por fuentes que no emitan carbono; ii) 1.500 millones de motores de combustión de vehículos de carretera; iii) toda la maquinaria agrícola y de procesamiento de cultivos (incluidos 50 millones de tractores y 100 millones de bombas de riego); iv) Toda la energía utilizada en procesos industriales ( fundición de hierro, fabricación de cemento o vidrio, síntesis y
conservación de alimentos…), la cual supone un 30% del total del consumo de combustibles fósiles; v) Más de 500 millones de calderas de gas que calefactan viviendas o locales; vi) 120.000 buques mercantes (Graneleros, petroleros, portacontenedores…) o 25.000 reactores de aviones. Teniendo en cuenta todo esto, la descarbonización a nivel mundial parece, cuanto menos, una tarea complicada
2.-La propia Agencia Internacional de Energía asume un escenario para 2050 muy lejos de la neutralidad de emisiones
El propio escenario de la Agencia internacional de Energía (AIE) dista bastante de un mundo sin emisiones en 2050. Según el World Energy Outlook 2024 de la AIE, en su escenario basado en las políticas nacionales declaradas, para 2050 el consumo de carbón, aunque habrá decrecido de forma considerable, seguirá en niveles de principios de siglo XXI. Si nos vamos al petróleo, se espera que tras tocar el pico de consumo en torno a 2030, comience a decrecer hasta situarse en niveles similares a los actuales en 2050. Y respecto al gas natural, también tocará su pico en 2030, pero en 2050 seguirá en torno a un 5% por encima de niveles actuales. Por lo tanto, no parece ni de lejos un escenario de neutralidad.

3. Las tecnologías renovables, actualmente, no son ni más eficientes ni más baratas
El gran problema de esta transición, al contrario de lo que sucedió en las anteriores, es que sus innovaciones no son ni más eficientes que las existentes, ni más económicas, ni más fiables. Las renovables cuentan con una menor densidad de potencia y una mayor intermitencia, por lo que los costes reales son mayores a los que supone simplemente el adquirir e instalar paneles fotovoltaicos o aerogeneradores. El coste global de por KW es considerablemente mayor en las energías solar y eólica que en la energía de gas natural.
Y esto sin tener en cuenta las inversiones que habrá que realizar en líneas de distribución que lleven la energía de las zonas con más sol y viento a otras menos favorecidas, así como las inversiones en almacenamiento eléctrico a gran escala, que permitan suministrar energía en momentos sin sol o sin viento. La evolución natural de las transiciones energéticas siempre ha sido hacia fuentes de energía con una mayor densidad energética, pero en la actualidad, por primera vez en la historia, estamos haciendo lo contrario y por eso esta transición se está teniendo que imponer desde los gobiernos.

Además, también hay que tener en cuenta la mayor necesidad de superficie para generar energía eólica o fotovoltaica respecto a las energías tradicionales. Como ejemplo, para suplir la generación de electricidad en España que se produce actualmente con energías no renovables, haría falta llenar una superficie similar a la Comunidad Valenciana de paneles solares o una superficie similar a Galicia con molinos eólicos.

4.-El recorrido hasta ahora no invita al optimismo
Veamos que hemos conseguido desde que nos empezamos a tomar en serio esto del cambio climático. Actualmente nos encontramos más o menos a mitad de camino entre la firma del protocolo de Kioto y los objetivos de 2050. Durante estos 27 años, hemos conseguido reducir la cuota de combustibles fósiles respecto al total de energía del 86% al 82%. Es decir, en peso relativo hemos visto una ligera reducción, sin embargo, a nivel absoluto el consumo de energía no limpia se ha incrementado un +55% desde 1997. Los recortes en la Unión Europea (-23%) o EEUU (-9%), en parte por deslocalizar sus fábricas a otros países, se vieron compensados con los aumentos en China, la India o Arabia Saudí. Es decir, en más de 25 años de” transición energética” no ha habido ningún tipo de descarbonización a nivel mundial.
En el último año las nuevas renovables (eólica y fotovoltaica) apenas representaron un 12% del total de producción eléctrica en el mundo y del conjunto total de energía representaron poco más del 2%.

5.- Solo un colapso económico sin precedentes permitiría alcanzar los objetivos del IPCC.
Teniendo en cuenta todo esto, veamos qué haría falta en estos próximos 25 años para alcanzar los objetivos propuestos por la ONU de cero emisiones netas para 2050. Si asumimos un escenario en el que las emisiones no van a seguir aumentando, habría que reducir unos 1.450 millones de toneladas de Co2 al año hasta 2050 (frente al aumento medio desde 1995 de 500 millones de toneladas anuales). Si nos vamos a los objetivos de 2030 (reducir un 45% las emisiones) parece un reto mayor todavía. Para alcanzar esos objetivos, según McKinsey, tendríamos que ver recortes de emisiones del 45% en Canadá; el 46% en Arabía Saudí; el 55% en la UE, el 56% en
EEUU o el 63% en China. Además, hay que tener en cuenta que las nuevas tecnologías descarbonizadas no solo tendrán que sustituir la totalidad de combustibles actuales, si no todo el aumento adicional de consumo provisto hasta 2050. La demanda mundial de energía se espera que crezca en torno a un 12% de aquí a 2050. Solo un colapso económico sin precedentes permitiría alcanzar esos objetivos.
6.-La descarbonización de los procesos industriales presenta un reto sin precedentes.
Uno de los mayores retos de la transición energética se encuentra en la descarbonización de los procesos industriales, muy intensivos en uso de energía, responsables de en torno al 30% de las emisiones y para los que todavía no existen alternativas verdes. Vamos a coger dos ejemplos. El primero es la producción de acero, el metal dominante en la civilización moderna. Actualmente se producen 1.400 millones de toneladas de acero primario, para lo que se necesita gran cantidad de carbón de coque y gas natural. Para 2050 se espera que la producción de este tipo de acero aumente hasta los 1.700 millones de toneladas. Para producir ese acero de forma verde, se necesitarán en torno a 91 millones de toneladas de hidrógeno verde. El segundo ejemplo es el del amoniaco, indispensable para la industria química , alimentaria y agrícola. Actualmente menos del 5% del amoniaco se sintetiza por electrolisis del agua (Hidrógeno verde). En 2023 el amoniaco alcanzó 150 millones de toneladas y las estimaciones apuntan a que en 2050 se necesitarán en torno a 200 millones. Para sintetizar todo ese amoniaco de forma verde, se necesitarán 44 millones de toneladas de hidrógeno verde.
Por lo que, solo para hacer verde estos dos procesos, se necesitarán 135 millones de toneladas de hidrógeno verde al año (actualmente se producen 100 mil toneladas al año). Para el conjunto de la sociedad (transporte, calefacción, industria…) se estiman que harán falta al menos unos 500 millones de toneladas. Si tenemos en cuenta que producir una tonelada de hidrógeno verde necesita unos 50MWh, fabricar 500 millones de toneladas necesitará unos 25PWh, o lo que es equivalente al total de producción eléctrica mundial en la actualidad. Es decir, aunque se consiguiera generar toda la electricidad actual de forma renovable (vs. 12% actual), esa electricidad se
tendría que destinar únicamente a producir hidrógeno verde.
En Suecia se está construyendo la primera planta siderúrgica que fundirá mineral de hierro con hidrógeno renovable. El plan es producir un millón de toneladas en 2026 y llegar a cinco millones en 2030. Eso equivale al 0,07% del total de producción de acero primario mundial. Para que todo el acero primario mundial (1.700 millones de toneladas) sea verde en 2050, hará falta que se abran 340 plantas como la de Boden (asumiendo una producción de 5 millones de toneladas anual), entre 2030 y 2050, lo que implica una apertura cada
3 semanas.
7. La necesidad de materiales para esta transición pondrá en grave riesgo al medioambiente. El remedio podría ser peor que la enfermedad.
La gran demanda de materiales que se necesitarán para cumplir con los objetivos de descarbonización podría afectar muy negativamente al medio ambiente. La energía eólica requiere 276 gramos de materiales por cada MWh de producción y la solar fotovoltaica 601 gramos por cada MWh, mientras que las tecnologías tradicionales como el carbón (141g/MWh), el gas natural (45g/MWh) o la nuclear (84g/MWh) requieren mucha menos cantidad de materiales para producir la misma energía.
El caso de los coches eléctricos es quizás el que mejor ilustra este tema. La menor densidad energética de las baterías frente al combustible implica que para sustituir un tanque de 50L de diésel, se necesite una batería de litio de más de 600kg. Un vehículo eléctrico contiene cinco veces más cantidad de cobre que un coche de combustión (80kg frente a 15kg). Teniendo en cuenta que se tendrán que sustituir unos 1.350 millones de coches de combustión, además de abastecer el creciente mercado (en torno a 2.200 millones para 2050), la transición en este sector requerirá casi 150 millones de toneladas de cobre. Esto equivale a 7 años de extracción anual para
todos los usos del metal. Además, según la AIE, se necesitarán 40x la cantidad de litio que se extrae actualmente y hasta 25x la cantidad de grafito, cobalto y níquel.
Para lograr una descarbonización completa en 2050, se estima que se necesitarán, 5.000 millones de toneladas de acero; 1.000 millones de toneladas de aluminio y más de 600 millones de toneladas de cobre. Esto teniendo en cuenta solo los materiales más importantes. Estas ingentes necesidades de minerales y materiales suponen una serie de problemas logísticos, financieros, políticos y sobre todo medioambientales. Por ejemplo, en el caso del cobre, extraer los 600 millones de toneladas necesarias para la descarbonización implicaría el movimiento, procesamiento y depósito de más de 100.000 millones de toneladas de roca estéril, lo que supone el doble de lo que se extrae en la actualidad para todos los ámbitos. El impacto que esto tendrá en el medioambiente podría llegar a ser peor que los beneficios que se buscan.

- Las renovables también emiten CO2
Hay que tener en cuenta que las renovables también generan emisiones de co2 a la atmósfera durante su ciclo de vida. Por ejemplo, una planta solar fotovoltaica de genera 10 veces más co2 por KWh que una nuclear, mientras que una eólica genera el triple. Y en algunos casos, una planta de energía solar concentrada podría emitir más gases de efecto invernadero que una planta de gas natural con CAC, especialmente en países con recursos solares limitados

Además, si excluimos de la cuestión los efectos negativos relacionados con el cambio climático y nos fijamos en el resto del ciclo de vida de las tecnologías (extracción de materias primas, fabricación, transporte, instalación, operación y desmantelamiento.), las renovables contaminan considerablemente más que tecnologías como el gas natural o la nuclear. Según la UNECE, la energía solar tendría un impacto negativo en el medioambiente durante su ciclo de vida (excluyendo las emisiones de co2) dos veces mayor al de las plantas de gas natural y 10 veces mayor al de una nuclear. El gráfico la muestra que la energía eólica tiene un impacto muy bajo, pero es algo engañoso, ya que solo tienen en cuenta el espacio que ocupa el propio molino y no todo el terreno entre molinos que no se puede destinar a otros usos. Estos efectos incluyen contaminación del agua, la pérdida de biodiversidad o la alteración del suelo, entre otros.

- La transición supondría destinar en torno al 10% del PIB mundial durante los próximos 25 años, abocándonos a un decrecimiento o incluso a un colapso económico.
Calcular el coste económico que tendrá está transición es algo complejo y poco fiable. McKinsey hizo hace unos años un análisis, en el que estimaba que alcanzar los objetivos de descarbonización para 2050 iba a requerir una inversión global anual de entorno a $9,2trn (lo que equivale al 10% del PIB mundial) de 2021 a 2050. En total un acumulado de 275 trillones de dólares. Si comparamos el coste de este proyecto con otros proyectos faraónicos de la historia reciente, como fueron el Proyecto Manhattan (1943-1945) o el Proyecto Apolo (1961-1972), estos parecen calderilla. El primero costó en torno a 33.000 millones de dólares ajustado a precios actuales (o el 0,3% del PIB de esos años). El segundo costó en torno a 207.000 millones de dólares (o el 0,2% del PIB en esos años). Es decir, mientras que al proyecto Manhattan se destinó un 0,3% del PIB durante 3 años y al proyecto Apolo un 0,2% durante 12 años, la transición energética implicará destinar un 10% del PIB durante 25 años. Además, teniendo en cuenta que los países más pobres no van a poder desviar tantos recursos a esta cuestión, los países más ricos tendrían que destinar una mayor proporción (en torno al 15-20% de su PIB).
Sólo una vez en la historia, dos países hicieron un esfuerzo económico similar, EEUU y la URSS y fue durante menos de 5 años, durante la Segunda Guerra mundial. Teniendo en cuenta las cada vez mayores aportaciones de los gobiernos occidentales a sus estados del bienestar, sus ingentes cantidades de deuda y la reciente intención de incentivar su gasto militar, vemos poco probable que vayan a ser capaces de financiar un gasto tan alto para alcanzar los objetivos de descarbonización en 2050.
- El cambio climático es una cuestión global. No servirá de nada que unas regiones se descarbonicen y otras no.
La cuestión del cambio climático tiene que ser una cuestión global, o se descarbonizan todos los países o no lo hace ninguno. No tiene sentido descarbonizar una región, perjudicando enormemente a su población, mientras el resto del mundo sigue emitiendo lo mismo o más. Y ponerse de acuerdo con la situación geopolítica actual parece complicado. Qué incentivos tiene Rusia (4% de las emisiones mundiales) en descarbonizarse, cuando la exportación de hidrocarburos es la base de su economía. O qué incentivos tiene China (31% de las emisiones) en colaborar con India o EEUU por ese motivo. Hay que recordar que en 2024 la producción china de carbón alcanzó niveles récord, además aprobaron la construcción de 94,5 gigavatios de nuevas plantas, el mayor volumen en 10 años. Dudo mucho que estén construyendo nuevas plantas de carbón con una vida útil de 40 años, para cerrarlas antes de 2050. Por otro lado, la India (7% de las emisiones), en su proceso de intentar replicar el ascenso económico chino, tampoco creo que se vaya a poner muchas restricciones en temas de emisiones. Y por último tenemos a África, la única zona del mundo donde las tasas de natalidad siguen siendo altas. Se espera que dupliquen su población hasta los 2.500 millones de habitantes para 2050. Y cuya vía de desarrollo pasa por el uso de combustibles fósiles. Por eso “las naciones africanas le dicen a la COP 27, que los combustibles fósiles combatirán la pobreza”.