Del discurso a la acción: la Fed apunta a un giro dovish en otoño

Nabil Milali, gestor de multiactivos y overlay en Edmond de Rothschild AM

Nabil Milali (Edmond de Rothschild AM ) | Jerome Powell cumplió las expectativas de gran parte de los inversores que anticipaban una bajada de los tipos de interés en septiembre. El presidente recordó, por supuesto, el doble mandato de la institución —con el objetivo de estabilidad de precios y del mercado laboral—, pero volvió a confirmar su sesgo a favor de esta última meta.

Por un lado, a pesar de las últimas estadísticas que sugieren una aceleración de la inflación tanto en bienes como en servicios, sigue considerando que las presiones inflacionistas ligadas a los aranceles deberían ser solo temporales. La subida de la inflación podría, por tanto, continuar en los próximos meses a medida que los efectos de los aranceles se extiendan por la economía, pero la institución podrá mirar más allá de ello. Por otro lado, subrayó los riesgos cada vez más presentes en el mercado laboral, los cuales, según él, podrían justificar «un ajuste de la política monetaria». Esto confirma que la fuerte revisión a la baja de las cifras de creación de empleo a comienzos de agosto dejó huella, alentando así al presidente de la Fed a modificar sensiblemente su discurso respecto a la última reunión de política monetaria.

El mercado laboral se encuentra, en efecto, en una situación particular, marcada por un retroceso en la demanda de las empresas, en un contexto de incertidumbre comercial, pero también por una caída en la oferta de trabajadores, de modo que la tasa de paro no se sitúa todavía en niveles alarmantes. Sin embargo, el discurso de J. Powell confirma que la Fed no esperará a que este aumente para actuar, ya que el riesgo de una brusca aceleración es significativo: la cautela de las empresas a la hora de contratar puede transformarse rápidamente en una ola de despidos.

Antes de esta conferencia, Powell no solo se enfrentaba al riesgo de decepcionar a los inversores que esperaban un giro hacia una política monetaria más laxa, sino también al de debilitar la credibilidad del banco central si daba la impresión de ceder a las presiones políticas de Trump. Con este razonamiento y una comunicación en general bien medida, el presidente parece haber logrado el difícil equilibrio de abrir la puerta a una bajada de tipos en la reunión de septiembre, sin alimentar al mismo tiempo las dudas sobre la independencia de la Fed.

Los mercados financieros aplaudieron ampliamente el discurso, con un fuerte repunte de las bolsas estadounidenses, especialmente de las pequeñas y medianas empresas, más sensibles a la dinámica de los tipos de interés. Estos últimos, en efecto, retrocedieron con fuerza, con movimientos mucho más acusados en los vencimientos más cortos, de modo que la inclinación de la curva se acentuó de forma significativa. Por su parte, el dólar sufrió una violenta corrección frente a las principales divisas, reforzando nuestro sesgo negativo hacia el billete verde.

En un sentido más amplio, aunque la intervención de J. Powell insufló un potente apetito por el riesgo en todas las clases de activos —como demuestra también el claro estrechamiento de los diferenciales high yield—, conviene recordar que la decisión de la Fed sigue estando muy condicionada por las próximas estadísticas de inflación y, sobre todo, de empleo, siendo este último más que nunca el verdadero juez de paz para la conducción de la política monetaria estadounidense.