Estados Unidos vs China: Trump y Biden muestran sus cartas

Mali Chivaku

Mali Chivakul (J. Safra Sarasin Sustainable AM) | Uno de los temas electorales más importantes son las implicaciones económicas pueden tener las posibles políticas de los dos candidatos presidenciales en relación con la competencia estratégica entre Estados Unidos y China. Ambos candidatos consideran que la política industrial de China es injusta y perjudicial para los trabajadores estadounidenses y coinciden en que ha vaciado de contenido la industria manufacturera estadounidense. Están preocupados por la amenaza que supone China para la seguridad nacional. Sin embargo, sus estrategias políticas son diferentes. La propuesta de Trump es unilateral, más contundente y amplia, y prioriza abordar la problemática de la industria manufacturera estadounidense. Biden, en cambio, se centra en una lista (cada vez mayor) de tecnologías y recaba el apoyo de socios de todo el mundo, ya que se inclina más por ocuparse de los problemas de seguridad nacional.

Durante su presidencia, Trump recurrió a imponer aranceles sobre un amplio conjunto de bienes y a un acuerdo comercial con China para corregir el tamaño de los déficits comerciales bilaterales. En su última campaña, ha prometido aranceles más altos. También ha sugerido que revocaría el estatus de relaciones comerciales normales permanentes (PNTR, por sus siglas en inglés) de China, lo que implicaría que China quedaría relegada a un grupo de países sujetos a aranceles más elevados (junto a Corea del Norte, Cuba, Rusia y Bielorrusia). Sin el estatus PNTR, los productos chinos se enfrentarían a aranceles de hasta el 60%. Además, prohibiría las importaciones chinas con una propuesta de plan cuatrienal para eliminar progresivamente todas las importaciones chinas de bienes esenciales. Trump también se ha manifestado a favor de imponer un arancel del 10% a todos los productos importados.

Cuando Biden llegó al poder, no descartó los aranceles de Trump, sino que fue más allá para dirigirse a industrias específicas con «riesgos económicos críticos». Pretende reducir los riesgos y aplicar una política industrial a los sectores importantes por motivos de seguridad nacional. Industrias clave como las energías limpias, las infraestructuras digitales y las biotecnologías avanzadas deben ser protegidas y ampliadas en Estados Unidos y con socios de todo el mundo. También ha limitado la inversión exterior estadounidense en determinados sectores tecnológicos en China y ha introducido prioridades de seguridad nacional en el Comité de Inversiones Extranjeras en Estados Unidos. Sus medidas, a diferencia de las de Trump, no son unilaterales.  

El objetivo de Trump de que la seguridad económica se incluya dentro de la seguridad nacional no fue tan sonado como su guerra comercial. Sin embargo, durante su mandato, se propusieron por primera vez los criterios para las «tecnologías emergentes y fundacionales» y las restricciones a la cadena de suministro de tecnologías y servicios de la información y las comunicaciones. La estrategia de Biden sobre la tecnología de semiconductores se ha basado en el legado de Trump, ampliando las entidades chinas afectadas (a cualquier importador chino) y extendiendo los controles a toda la cadena de suministro.

En la actualidad, las preocupaciones de Trump en materia de seguridad abarcan sectores más amplios que los de Biden. El candidato republicano ha hablado de impedir que las compañías estadounidenses inviertan en China y de permitir únicamente las inversiones chinas que sirvan claramente a los intereses estadounidenses. La energía, tecnología, telecomunicaciones y recursos naturales chinos debería reducirse. Mientras tanto, Biden incluye la computación en nube y ciertos flujos de datos.

A medida que se acercan las elecciones, ambos candidatos han intensificado su retórica sobre China. Biden pretende triplicar la tasa arancelaria vigente sobre el acero y el aluminio chinos que ya se introdujeron durante los años de Trump, y ya han limitado las importaciones chinas a EE.UU., por lo que tendría un impacto mínimo.

¿Qué implicaciones económicas debemos esperar de estas promesas? Los bienes con aranceles se han visto claramente perjudicados por las desviaciones del comercio, ya que Estados Unidos ha importado más del resto del mundo (México y los países de la ASEAN). 

En nuestra opinión, es probable que la revocación del estatus PNTR, se utilice primero como amenaza ya que China tiene ventaja en el control del fentanilo, una prioridad de campaña para Trump. 

Un arancel del 60% y/o la prohibición de las importaciones sería claramente un golpe para China, pero un aumento de los aranceles y la incertidumbre de la política comercial también tendrían consecuencias negativas para la economía estadounidense. En general, los aranceles de importación deprimen persistentemente las importaciones, las exportaciones y la inversión interna, especialmente con represalias de China. La inflación a corto plazo aumentaría. La balanza comercial puede mejorar, pero a costa de una compresión de la demanda interna.

El Consejo Empresarial EE.UU.-China, junto con Oxford Economics, estimó que una derogación del estatus PNTR y las represalias de China podrían costar a EE.UU. una pérdida acumulada de PIB de casi 2 billones de dólares en 5 años. La pérdida de puestos de trabajo podría alcanzar los 800.000. Inicialmente, la inflación también aumentaría en 1,2 puntos porcentuales.

El choque arancelario también afectaría a los mercados financieros. Es probable que el dólar estadounidense se aprecie, por las expectativas de que aumenten los niveles de precios, lo que llevaría a la Reserva Federal a subir el tipo de interés oficial. Las menores perspectivas de crecimiento también amortiguarían la renta variable.

Las compañías estadounidenses que dependen de las importaciones chinas, como la industria electrónica y minorista, serían las que más perderían. Las represalias de China perjudicarían también a los agricultores y otros exportadores estadounidenses (semillas, cereales, petróleo y gas, productos farmacéuticos y medicamentos).

En nuestra opinión, es más probable que se aplique un arancel universal del 10%: menores importaciones, exportaciones e inversiones, precios más altos y apreciación del dólar. Podría tener el efecto previsto de aumentar la inversión extranjera directa (IED) en Estados Unidos, ya que los aranceles se imponen universalmente y la deslocalización cercana no sería útil en este caso. Puede que no veamos un impacto claro e inmediato de la política de Biden.

Lo más probable es que se cree un muro entre Estados Unidos (y sus socios) y los ecosistemas chinos relacionados con la IA que limite el comercio potencial de productos y servicios «conectados» en el futuro. Los países que están más expuestos a China en el frente comercial pueden ser reacios a implementar la «valla» de Biden, por temor a sufrir represalias por parte de China. A diferencia de lo que ocurriría con Trump, el resto del mundo tendría que elegir un bando para navegar por el mundo de Biden.