La Bolsa americana, indispensable en los fondos internacionales… como casi siempre

Manuel Moreno Capa

Manuel Moreno Capa (Director de GESTORES) | Aunque en Estados Unidos la recesión económica parezca inevitable (si bien menos intensa y más corta que en Europa), aunque los tipos de interés de la Reserva Federal sigan subiendo en 2023, aunque el presidente Biden se enfrente a dos años complicados con el Congreso en contra, e incluso aunque Trump amenace con volver a la Casa Blanca, la renta variable estadounidense seguirá teniendo un peso preferente en las carteras de los fondos de inversión internacionales durante los próximos meses. Como casi siempre. Pero ahora, en el entorno incierto y bélico que agita los mercados, es más importante que nunca que el inversor de fondos no pierda de vista la Bolsa norteamericana.

El Reino Desunido de la Menguante Bretaña se enfrenta a una seria recesión, a un creciente aislamiento comercial, a un agujero presupuestario de 60.000 millones de libras que Londres piensa cubrir subiendo impuestos y reduciendo gastos, a una City que ya no es la primera en capitalización de Europa (acaba de ser superada por París), a inminentes tensiones territoriales con Escocia e Irlanda del Norte… Todo ello ha sido culpa, en gran medida, de la manada de políticos “brexiters” mentirosos, incompetentes y caraduras que propiciaron ese referéndum que, el 23 de junio de 2016 y por un escaso 51 por ciento de votos populares, arrojó al país al abismo de ensoñaciones nacionalistas y lo sacó de la Unión Europea, ese club al que casi todo el mundo querría pertenecer y que sigue siendo el mejor sitio del planeta para vivir en paz (pese a Putin) y en un relativo bienestar económico y social…

Pero mientras el antiguo imperio ha sido incapaz de soportar la creciente incompetencia y sinvergonzonería de sus dirigentes (y de una oposición tibia, e incluso complaciente, con el Brexit), en medio además de la pandemia y con una guerra a las puertas de Europa, Estados Unidos, la mayor economía del mundo, ha soportado perfectamente el mismo escenario bélico-viral e incluso la presidencia de un niño pijo disfuncional, caprichoso, ignorante, corrupto, golpista, negacionista de todo lo que no sea él mismo e incluso más mentiroso que los impulsores del Brexit. Los Estados Unidos de América siguen ahí, con su dólar al alza (mientras la libra se ha hundido y el euro se tambalea por culpa de Putin), con su presidente octogenario pero capaz de frenar la deriva trumpista en política económica e internacional e incluso de superar dignamente las elecciones de medio mandato, y con una economía que aguanta en empleo y lucha contra la inflación… En este entorno, los mercados de valores estadounidenses, pese a las turbulencias recientes (entre las más notables, el hundimiento de las grandes tecnológicas), siguen entre los más prometedores del planeta tanto a corto como a medio y largo plazo.

Tener acciones de compañías norteamericanas en la cartera de un fondo de renta variable internacional es casi inevitable, casi por inercia, si se tiene en cuenta que los mercados de valores de Estados Unidos suponen el 40 por ciento de la capitalización bursátil mundial, frente a porcentajes mucho más bajos de China y la Unión Europea, que se conforman más o menos con un 11 por ciento cada una.

Cierto que las compañías norteamericanas también sufren. Ahí tenemos el pinchazo de las grandes tecnológicas y sus masivos recortes de empleo, por no hablar de las dificultades para exportar con un dólar fuerte y que promete seguir así en los próximos meses. Pero no hay que olvidar que la tecnología cotizada en Bolsa puede estar cerca de sus mínimos y que acabará rebotando. En los mercados de valores de EE.UU. tienen además un gran peso los valores de crecimiento (“growth” en la terminología anglosajona), emitidos por compañías que disfrutan en el gran país americano del mejor caldo de cultivo empresarial del mundo. Y, como recuerdan numerosos analistas, esta combinación de empresas tecnológicas y/o de crecimiento suele comportarse bien en entornos de alta inflación, como el actual. Mientras vuelve a llegar su turno, son los valores energéticos americanos los que tiran del carro y los que, además, están aportando el mayor crecimiento de beneficios a un año como este en el que, pese a todo, los dividendos repartidos por las cotizadas están en niveles récords. Un ranking de dividendos que, cómo no, lideran las empresas norteamericanas, seguidas por las de Taiwán. Y los dividendos al alza son también un buen antídoto contra la inflación.

Pero es que, además, la inflación parece estar frenándose, por el efecto combinado de las subidas de tipos de interés y del enfriamiento del consumo. El buen dato inflacionario de octubre en EE.UU. (7,7% frente al 8,3 anterior, con la subyacente bajando del 6,6 al 6,3) propició que Wall Street arrancara noviembre con las mejores sesiones desde junio. Es pronto para decir que esto es un cambio de tendencia, pero cada vez parece más claro que, aunque las subidas de tipos de la Reserva Federal continúen en 2023, deberían irse moderando, para volver a escenarios de descensos quizás a finales del próximo ejercicio.

¿Son estas las bases para que la Bolsa estadounidense recupere el pulso a corto y medio plazo? Quizás sí, incluso pese a la parálisis legislativa que supone tener la Casa Blanca y el Senado en manos demócratas, pero el Congreso bajo control republicano. De hecho, desde el punto de vista de la influencia política en los mercados, nada suele sentar mejor a Wall Street que un poder dividido, ya que, inevitablemente, legisla menos y, por tanto, reduce la incertidumbre ante posibles cambios normativos que afecten a sectores enteros de la economía. La división de poderes también reduce la incertidumbre fiscal y aleja la posibilidad de que un presidente demócrata como Biden suba impuestos a empresas y ciudadanos. Y ya sabemos que los impuestos gustan poco a las Bolsas. La estadística muestra que el índice S&P 500 ha subido de media más de un 13 por ciento en años de división de poderes entre demócratas y republicanos. Ni siquiera la eventual vuelta del golpista Trump al Despacho Oval dentro de dos años debería inquietar a las Bolsas norteamericanas. Sobre todo, porque cada vez parece menos probable, a la vista de que los republicanos tienen un candidato como Ron DeSantis, tan ultraconservador como el rubio golpista, pero desde luego mucho menos peligroso, imprevisible y –esperemos– mentiroso.

Como de costumbre, la renta variable de la mayor economía del planeta no puede faltar en una cartera de fondos bien diversificada, sobre todo en tiempos tan inciertos como los actuales, pese a la guerra de Putin (Estados Unidos, como gran productos de hidrocarburos, seguirá más protegido que Europa), pese a las ansias de poder económico y global de Pekín (sinceramente dudo que se cumplan los pronósticos de que China supere en algún momento a EE.UU. como líder de la economía mundial), pese a la emergencia climática (si alguien tiene que liderar la lucha contra ella son los Estados Unidos y la Unión Europea) y pese a una inflación y unos tipos al alza que, antes o después, acabarán aflojando. Así que podemos repetir que, como casi siempre, “in USA we trust”.