Intermoney | En medio de un escenario económico adverso, donde los riesgos a la baja sobre el crecimiento de la Unión Europea siguen muy vigentes, España ha sido la flor en el cemento, destacando con unas cifras más sólidas de actividad. El crecimiento promedio desde 2021 ha sido de un casi 4,8% y seguirá siendo, entre las economías desarrolladas, la que más crezca. El Banco de España en sus proyecciones de septiembre mejoraba las cifras de PIB en 0,2 p.p. para el presente año, lo que suponía situar el crecimiento en el 2,6% y mantenerlo casi en línea con la estimación de 2,5% que ratificó el FMI en su último informe.
El dinamismo de la demanda interna gracias al consumo privado y la formación bruta de capital han sido muy importantes para explicar la expansión económica. La solidez del mercado laboral explica buena parte del buen comportamiento gracias a la reforma de 2022 donde la reducción de la temporalidad y la equiparación de derechos para fijos discontinuos otorgaron más seguridad. El impulso generado por el sector turístico en los últimos años o la mayor independencia energética gracias al aumento en la producción de energías renovables y la mejora en la eficiencia han sido otros factores que han contribuido de manera positiva.
Sin embargo, no todo lo que reluce es oro. La realidad de una España que funciona muy bien frente a otras áreas económicas de la UEM no debe hacernos olvidar que queda trabajo por hacer y que se debe seguir centrando los esfuerzos en los sempiternos problemas de índole estructural. Frente a unas cifras de PIB que indican salud, el PIB per cápita de nuestro país muestra otra realidad del nivel de vida de los españoles. Mirando las cifras de 2024, dicho indicador se situaba en 32.630€ y aunque el crecimiento interanual ha sido de un +5,32% y de un 39,2% si lo comparamos con las cifras de 10 años atrás, seguimos siendo parte del “vagón de cola” entre las principales economías de la euro área. Lo mismo podemos decir de la renta per cápita, ocupando España el puesto undécimo entre los países de la UEM con 34.413€ en 2023.
Si atomizamos el PIB per cápita por comunidades autónomas, se puede apreciar claramente la divergencia de la que adolece nuestro país. Solamente la Comunidad de Madrid, País Vasco y la Comunidad Foral de Navarra atesoraban cifras por encima de la media de la UEM. Esto remarca la disparidad regional de una España que crece de manera heterogénea. Cómo siempre que hablamos de PIB per cápita sale a la palestra los perennes problemas nacionales con la productividad, la cual seguirá siendo nuestro talón de Aquiles a menos que se mejore la inversión en capital humano e intangible.
Aquí está una de las claves para generar un crecimiento sólido robusta y donde más se debe incidir. Los últimos datos de gasto en I+D de la zona euro mostraban que España ocupa el puesto duodécimo en inversión, con un gasto equivalente al 1,5% del PIB, lo que nos sitúa lejos del 2,3% promedio de la Eurozona. Mejorar la eficiencia y gestión de recursos y desarrollar e implementar herramientas tecnológicas se hace necesario, aunque para no comenzar a construir “la casa por el tejado” hay que poner un especial enfoque en el sistema educativo casi desde su base.
Cuando se consideran estos conceptos, se aprecia mucho margen de mejora que reluce más cuando nos
comparamos con el resto de las áreas europeas. Por ejemplo, en España, en 2023, un 35,8% de la población adulta tenía, como máximo nivel educativo, la educación secundaria obligatoria y aunque se ha mejorado mucho en cuestiones como el abandono escolar, pasando de 32,2% en 2004 al 13,7% en 2023, esta cifra sigue lejos del 9,5% promedio de la UE.
Como hemos comentado, se está trabajando de manera correcta en mejorar la inversión en capital humano y potenciar la educación y la formación académica desde la base. Un aspecto muy interesante ha sido siempre el arraigado problema educativo respecto a los idiomas extranjeros. Si miramos los últimos datos ofrecidos por Eurostat, las cuotas en las escuelas primarias de España de alumnos aprendiendo dos o más idiomas entre 2013 y 2023 habían crecido en 8,3 p.p., lo que supone un 14,2% de los estudiantes.
Esto supone una mejora clara, pero modesta. Las limitaciones y fortalezas de España son conocidas de manera amplia, pero son los detalles los que solemos obviar y esto mismo es óbice para mejorar. El modelo económico caracterizado por la fuerte influencia del sector servicios y, en particular, el turismo hace que seamos bastante sensibles a eventos inesperados que tengan una incidencia clara sobre la demanda externa, como fue el caso de la crisis sanitaria vivida años atrás. La falta de trabajadores cualificados y el envejecimiento de las plantillas es un
obstáculo para la productividad y el normal desarrollo de la actividad, lo que ha sido, en parte paliado por
los flujos migratorios.
Trabajar en la formación educativa e impulsar el compromiso mediante la motivación laboral es una cuestión perentoria. En España, la tasa general de absentismo laboral se sitúa en el 7,0% lo que representa a 1.558.809 personas, mientras que la incapacidad laboral alcanza el 5,5%; ambas cifras por encima de la media de la UE. Trabajar desde la base y poner énfasis en los problemas estructurales es la clave para que, más allá de las grandes cifras, podamos hablar de cimientos sólidos. De esta manera, es más fácil reponerse ciclos recesivos y hacer frente a desaceleraciones económicas sin grandes costes.



