Lidia Conde (Fráncfort) | Alemania conoce bien las consecuencias históricas de los miedos que desembocan en la búsqueda del líder fuerte, que acabe de una vez por todas con todos los males. Así que aquí se despide con alivio al 45 presidente de los EEUU.
¡It´s the economy, stupid! El eslogan creado por el candidato demócrata Bill Clinton en 1992 dio el poder a Trump hace 4 años. Y el pasado 3 de noviembre no fue refutado. Todo lo contrario, sigue más actual que nunca. A pesar de ser Alemania un gigante económico, no se entiende aquí que detrás del eslogan se encuentre hoy una gran masa ferviente admiradora de Trump, “un mentiroso, un mal presidente y, sobre todo, un riesgo para la democracia”, como se escribe en el Süddeutsche Zeitung. Solo la extrema derecha germana, representada en la política por el partido Alternativa para Alemania, le defiende y admira por ser “un líder político fuerte, que cumple, y cuyo “America first” debería aplicarse a Alemania, por lo que habría que aprender de él.”
Democracia versus Trump. Alemania lo ve así y se enfrenta al estilo populista y personalista de Trump, quien no diferencia entre objetivos personales y su responsabilidad política como presidente y opera con una propaganda política a una escala hasta ahora desconocida tras la II Guerra Mundial. Frente al histrionismo estadounidense, Alemania se redefine cada vez más solidaria y europea. Una Alemania que en los últimos cuatro años ha sido despreciada y vilipendiada continuamente por Donald Trump porque Angela Merkel y Berlín son el ancla de la UE, un proyecto común contrario al modelo neonacionalista defendido por el hasta ahora presidente de EE.UU. Es el new nationalism al que apela el senador republicano Marco Rubio en contraposición al economic elitism. Alexander Graf Lambsdorff, portavoz parlamentario del Partido Liberal, comentaba estos días en un debate de la televisión alemana la afirmación de Trump: “La UE es como China pero más pequeña”.
Para Alemania, la UE representa la única oportunidad sociopolítica histórica de amortiguar en Europa el impacto de la política trumpiana y evitar que enraíce aquí el movimiento neonacionalista representado por el político estadounidense, pues los analistas coinciden en que esa tendencia sobrevivirá a Trump. Más Europa y más responsabilidad para Europa, reclama tras las elecciones el ministro de Exteriores Heiko Maas. También en Alemania se argumenta que tras el fenómeno estadounidense están el miedo y la ansiedad generados por el cambio cultural (deslocalización industrial, pérdida de identidad de los grupos nacionales históricos y la politización de la desigualdad) y el futuro multicultural (la inmigración masiva en un momento de incertidumbre económica). Es la recomposición de los sistemas políticos de representación en todo el mundo. Y Alemania conoce bien las consecuencias históricas de tales miedos que desembocan en la búsqueda del líder fuerte que acabe de una vez por todas con todos los males. También lo subraya el ministro de Finanzas, Olaf Scholz, “Biden no ha convencido a la clase trabajadora. Ese es el gran reto europeo, ofrecer un futuro seguro a todos.” Scholz repite estos días que la receta antitrump pasa por el “reconocimiento, el respeto y la garantía de una perspectiva futura” para todos los ciudadanos.
Para Ralph Freund, de ‘republicans abroad germany’, invitado en las tertulias televisivas por su defensa incondicional a Trump, “el presidente ha generado empleos. Ha sido el primero que se ha preocupado de la gente sin título universitario que necesita puestos de trabajo sencillos”. Y Ansgar Graw, el editor de The European, hace hincapié en que la nueva situación no se explica solo desde el punto de vista de los desheredados sino de los perdedores ubicados en la clase media. El periodista apunta también que su exitosa política económica previa a la pandemia bajó el desempleo entre los americanos poco cualificados y entre los hispanics de Florida y los afroamericanos. Su propaganda contra “el socialista” Biden le resultó bien entre la población extranjera, que no quiere vivir de limosnas sino de su trabajo.
Las trampas de la propaganda trumpiana desesperan a la sociedad alemana que teme que el populismo al estilo Trump haya venido para quedarse. Y es que muchos quieren que se quede. Es la paradoja Trump. Quien está conmigo es el pueblo, quien está contra mí es el enemigo del pueblo. ¿A dónde vamos? ¿Cuál es el futuro de las democracias liberales? ¿Antídoto? Europa, contesta Alemania una y otra vez. Justicia social, es la respuesta del Gobierno de Merkel a la narración distópica.
Alemania está apostando por Europa: durante la pandemia, durante la tormenta Trump y ahora. La fortaleza de Europa viene hoy de la Alemania de Angela Merkel y del BCE. Christine Lagarde, su presidenta, prometió y promete ayuda: “El BCE estuvo en la primera ola y estará ahora en la segunda”. Lagarde ampliará las ayudas. Hasta ahora su programa de compras de deuda era de 1,35 billones de euros. Para finales de año lo ampliará por lo menos 500.000 millones más. Un gesto que ella misma califica de sabio. “No soy ni paloma ni halcón”, dice. La tercer mujer clave en la Europa de la pandemia es la alemana Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea y profunda europeísta. La estrecha aliada de Merkel entró en el cargo con una estrategia para afrontar el cambio climático, las migraciones y el desafío tecnológico. Y ante el impacto asimétrico de la epidemia, que podría profundizar las desigualdades entre los países de la Unión, la Comisión Europea reaccionó con su programa Next Generation EU. Como resultado de la pandemia, la UE caerá un 7,4% y la Eurozona un 7,8%, según datos de la Comisión Europea, algo mejor de lo pronosticado. Pero en 2021 remontarán ambas.
A Alemania le cuesta la solidaridad europea para amortiguar la crisis financiera causada por el coronavirus unos 100.000 millones de euros. De los 390.000 millones que se reparten en subvenciones a fondo perdido, le corresponde a Alemania pagar la cuarta parte. Berlín no ha dudado en hacerlo. Sin ese fondo de reconstrucción sobre el que se pusieron de acuerdo los jefes de Estado y de Gobierno de los 19 países de la Eurozona, quebraría Europa. El déficit público alcanzará este año un 9% de media del PIB. No obstante, Alemania apuesta por un equilibrio entre solidaridad y responsabilidad propia. Alemania apoyó desde el principio la ayuda, mientras que Holanda, Austria, Dinamarca y Suecia, que tendrán que hacer una aportación superior al 2% de su PIB, se opusieron hasta el final a las subvenciones a fondo perdido. Hasta el 2021 el Pacto de Estabilidad deberá seguir suspendido, como sostiene el BCE. Y Christine Lagarde va más allá al reclamar que el fondo se convierta en un instrumento permanente para la eurozona. La razón: “La Unión Económica y Monetaria carece de una capacidad presupuestaria permanente a nivel supranacional para la estabilización macroeconómica durante crisis profundas”.
Es la hora de la Europa unida, subraya el director de la Representación de la Comisión Europea en España, Francisco Fonseca. Para Fonseca, la respuesta de la UE a la crisis ha sido rápida y decisiva, tanto el paquete de ayudas a corto plazo, por 500.000 millones, como el plan de recuperación Next Generation garantizarán la recuperación sostenible, uniforme, inclusiva y justa para todos los países de la UE. España calcula que le corresponderán unos 140.000 millones de euros de ese fondo de reconstrucción, de los que 72.700 millones serán ayudas directas. Frente al discurso tremendo Europa necesita ahora optimismo.
Ansgar Graw se pregunta cómo ha conseguido Trump atraer a los hispanics de Florida, teniendo en cuenta su discurso despectivo en el que equipara latinos con violadores y asesinos. La respuesta es que la economía ha sido percibida como más importante que la epidemia. La economía, más importante que la inseguridad ciudadana y la desigualdad étnica. La economía, más importante que el discurso xenófobo y el menosprecio a la mujer. El 60% de las mujeres blancas sin formación votó Trump. It´s the economy, stupid.