Julio López (Attitude Gestión SGIIC) | Contaba Jorge Dezcallar en su libro El Anticuario de Teherán, una anécdota que le había contado un funcionario italiano y que detallaba su forma de actuar. La cosa sucedió en Nápoles, donde dos agentes de la Policía detuvieron su vehículo en un bar para tomar un café a media mañana. Estando en la cafetería, unos ladrones les sustrajeron el coche, y ellos en lugar de denunciarlo, robaron por su cuenta otro parecido, lo pintaron, lo camuflaron con luces y letreros y lo utilizaron durante dos años. El asunto sólo se descubrió al constatar en una revisión rutinaria que los números de motor y bastidor no coincidían.
Los gobiernos nos dicen que todo va bien, pero solo porque han sustituido el crecimiento actual por deuda.
Los tipos de interés siempre han existido en la historia de la humanidad. Lo único es que su expresión era mucho más sencilla y no dependía de la reunión de unas cuantas personas para fijarlos, y el peso de la naturaleza era quien los marcaba. Si alguien prestaba una oveja a un tercero, la remuneración de ese préstamo venía marcada por el número de corderos que tuviera la oveja en su primer año. Ahora la cosa es un poco más compleja y además hay tantos jugadores moviendo sus expectativas, que su precio se mueve de forma casi instantánea y no depende tanto de la fertilidad de mamá oveja. Con estas cosas de los mercados, hemos tenido una subida “dovish” del Banco Central Europeo, y un no tocar los tipos “hawkish” de la Reserva Federal. Los arúspices han inspeccionado los intestinos de las palomas y es lo que han decretado.
El mercado lleva desde hace tiempo un juego muy peligroso. Decretó que cuanto más subieran los tipos de interés, mucho más bajo caerían de forma rápida. Eso se ha concretado en curvas de interés muy invertidas con los tipos a largo plazo más bajos que los tipos a corto plazo. Esto también reflejaba una creencia de que tarde o temprano vendría una recesión que precipitaría esas bajadas de tipos, siguiendo el modelo de la generación millenial que no ha conocido otra cosa que a unos Bancos Centrales interviniendo permanentemente en los mercados financieros, bien bajando los tipos al inframundo, bien comprando hasta los cromos de la liga.
Pues bien, una vez puesta en boca de los abogados que ahora dirigen los Bancos Centrales, aquello de que el mercado se vaya olvidando de bajadas prontas de los tipos de interés, la reacción que podemos ver es una subida de los tipos más largos de la curva sin que se muevan los tipos a más corto. ¿Por qué? Porque si inviertes al 2.80% en bonos alemanes a 10 años, y los tienes que financiar con tipos a día al 4.5% pues los números empiezan a no cuadrar si en vez de bajar en un año lo hacen en tres. Por eso estamos viendo que los que sufren ahora son los plazos más largos.
A esto le tenemos que unir el clásico estudio de la oferta y la demanda para cualquier producto intercambiable. El endeudamiento que siguen acumulando los Estados, sobre todo el norteamericano, está empezando a ser obsceno. Desde que se volvió a ampliar el techo de deuda, las cifras se manejan ya sin ningún pudor. La semana pasada se superaron los 33 trillones de deuda, y a las 60 horas la cifra había subido en otros 50.000 millones. Se está endeudando en 833 millones de dólares por hora. Si lo desglosamos por habitante, son 2.66 dólares por hora o 63.84 dólares por día, 446 dólares a la semana, 1.915 dólares al mes o 23.000 dólares al año. La cifra de intereses se acerca ya al trillón de dólares anual, que seguirá incrementándose peligrosamente a medida que se renueven los vencimientos de deuda “más baratos” por otros más caros. Esto repercute en necesidades de financiación mucho más altas que empiezan a hacer que muchos inversores comiencen a pestañear convulsamente.
Solo hay que ver, más allá de interpretaciones geopolíticas, el bajón que están teniendo las posiciones en deuda americana de gobiernos como el chino o el saudí, compradores tradicionales de esos papelitos. Lo avisó Fitch hace un mes con la bajada de calificación de la deuda americana. En un año los saudíes han bajado en 80.000 millones de dólares sus tenencias de deuda americana. Los únicos que aguantan comprando parecen ser los japoneses ahora que incluso la FED ha dejado de comprar, pero estos empiezan a tener un muro importante. El coste de cubrir el riesgo de divisa se les está disparando. Los seguros de cambio a un año están ya en el 5.5%, que les hace poco atractivos la inversión en deuda a tipos más bajos que ese coste. Lo reducir los déficits no parece estar en la agenda de ningún partido sea cual sea su ideología, y aunque los defensores de la Teoría Monetaria Moderna están merecidamente defenestrados y huidos, nada parece que pueda frenar ese movimiento. La frivolidad del gasto circula ya por las venas de todos los que acceden a la maquinita de gastar pública. En Estados Unidos, además extienden el chicle por ambos lados, no solamente no paran de gastar, sino que tampoco quieren que sus ciudadanos se enfaden subiendo impuestos (9% menos de ingresos fiscales respecto a hace un año), todo desemboca en el cajón de sastre de la deuda infinita. La deuda no deja ser una elección de cambiar mayor consumo presente por menor consumo en un futuro, o al menos así era…
Nos vendieron que la deuda no era importante, a fin de cuentas, nunca se devuelve, pero nos estamos encontrando con que empezamos a tener problemas con el simple servicio de la deuda, que ya se eleva a un trillón de dólares en el caso americano. Para aminorar el peso de la deuda quedan dos soluciones, una el impago y reseteamos todo el sistema, pagándolo los tenedores de bonos, o bien con inflación (usted teniendo menos poder adquisitivo que el año pasado ve como sube de escala en su IRPF y por lo tanto paga más). Es una forma de pasar recursos del sector privado al público (eso sí, todo ese dinero, como sabemos, va solo a sanidad y educación…)
Todo esto lo paga el hombre de la calle. Las casas en la Gran Depresión americana valían 3 veces el salario medio de un americano y hoy son 8 veces; los alquileres eran el 16% del salario anual y hoy el 42%, y vemos como están subiendo los impagos de las tarjetas de crédito ya extenuadas.
Si el Estado americano tiene esos problemas de financiación, las empresas europeas afrontarán en 2024 un muro de renovaciones del 25% de su deuda. Hasta ahora, hemos visto como los márgenes empresariales se han comportado razonablemente, pero porque tenían unos costes financieros en muchos casos congelados, por el buen hacer de muchas empresas que aprovecharon para emitir en momentos de tipos muy bajos. Eso se acaba.
¿Y qué hacer? Decía Aristóteles que la norma de acción-el canon moral-no deberían ser las ideas absolutas y eternas de Platón, sino la forma de comportarse de un hombre honrado y cabal. Esa receta aristotélica para resolver dilemas de conciencia que acuñó Cary Grant en Vivir para gozar: “Cuando estoy en un apuro, me pregunto ¿qué haría la General Motors en mi situación? Y hago lo contrario”.