Intermoney | La ola de polarización política que llevamos años viendo en Europa hizo también su aparición en las elecciones generales en Alemania el pasado domingo, aunque con unos posibles escenarios de acuerdo más sencillos que los que hemos presenciado en otros países. Los socialdemócratas del SPD fueron los más castigados y se enfrentarán a mayores dificultades tras haber obtenido su peor resultado histórico (16%). Los democristianos del CDU/CSU de Merz, a pesar de la victoria, no lograron un resultado boyante pues cosecharon su segundo peor escrutinio histórico (28%), mientras que los liberales del FDP ni siquiera llegan al 5% necesario para entrar al parlamento.
Al mismo tiempo, los partidos de extrema derecha y extrema izquierda ganaron casi 20 puntos porcentuales en comparación con 2021, alcanzando cerca del 30% del total de votos, todo ello en unas elecciones en las que se logró la participación más alta desde la reunificación, con una votación del 845. Más allá de las propias cifras, ambos extremos dieron un golpe sobre la mesa, con Alternativa por Alemania (AfD) obteniendo un 20% de los votos siendo los ganadores en prácticamente todo el este del país, mientras los de izquierdas de Die Linke llegaron al 9% y fueron la fuerza más votada en Berlín.

El país teutón no ha logrado esquivar el giro que se está produciendo en la política europea donde el deterioro de los partidos tradicionales es evidente. Los tiempos en los que los cuatro partidos del centro político (CDU/CSU, SPD, Verdes y FDP) aseguraban 9 de cada 10 votos parecen haberse terminado, apenas llegando al 60% estas elecciones. Hay que resaltar las repercusiones de este hecho, puesto que los nuevos actores se han asegurado un tercio de los escaños en el nuevo Parlamento, cifra suficiente para bloquear cambios en la Constitución, especialmente donde apuntaban todas las miradas, como es la que limita el déficit presupuestario al 0,35% del PIB. De hecho, la líder de AfD, Alice Weidel, ya dejó en claro que intentará bloquear cualquier cambio a los límites constitucionales sobre el endeudamiento público. La pelota podría estar en el tejado de la izquierda, que con su apoyo y el de los Verdes, sí hay una mayoría de dos tercios en el Parlamento para modificar el freno, sin embargo, estaría descartado su apoyo si esto se usa para aumentar el gasto en defensa.
Pero la casa no se empieza por el tejado, y antes de pensar en reformas estructurales la CDU encabezada por Friedrich Merz tiene ya la primera ardua tarea en buscar una coalición de gobierno con los socialdemócratas. Aunque la situación podría haber sido peor para ellos, ya que han evitado tener que formar coalición con un partido más además del SPD, no siendo ya necesarios los votos de los Verdes. Esto al menos puede otorgar mayor estabilidad al posible gobierno, ya que fueron las diferencias entre el SPD y los liberales del FDP los que rompieron el gobierno tripartido y acabó derivando en estas elecciones anticipadas. En las cábalas de un gobierno de CDU y SPD podríamos esperar que traigan recortes fiscales para hogares y empresas sin reducir el gasto social, así como cierta desregulación.
Lo lógico es que la coalición sea vista como algo positivo por el sector empresarial alemán, ya que promete menos bloqueos e incertidumbre que el gobierno saliente. A pesar de que las reformas más profundas no puedan llegar a producirse, el límite de la deuda excluye la posible creación de un fondo especial para infraestructuras y defensa. No obstante, es probable que no se acometa las acciones de calado necesarios de cara la estabilización en el medio largo plazo que saquen al país del estancamiento estructural en el que ahora mismo se asienta. Ya lo vimos en la campaña electoral, donde la materia económica cedió su protagonismo a otras cuestiones como
la guerra de Ucrania o los problemas de inmigración.