Por qué muchas compañías europeas se están replanteando su presencia en China

Natixis/ Bruegel | Las empresas europeas que operan en China parecen haber experimentado una presión económica y política sostenida en los últimos años. Sorprendentemente, la presión no retrocedió tras el fin de las políticas de COVID-19 cero en 2022, sino que siguió aumentando de 2023 a 2025.

El estancamiento del crecimiento y las presiones deflacionistas en China han hecho mella en las empresas europeas, que parecen más inclinadas a repatriar sus menguantes beneficios que a reinvertir en China. Cabe destacar que las empresas europeas tienden a responder a estas circunstancias de deterioro mediante el aislamiento (desconectando sus operaciones en China de sus operaciones globales), aunque no necesariamente marchándose.

Sin embargo, el aislamiento no significa que su negocio vaya a expandirse, como muestran los resultados de nuestro informe ‘Empresas europeas que operan en China: de atrincherarse a replantearse su presencia’. A través de los datos de casi una década de encuestas de confianza empresarial de la Cámara de Comercio de la Unión Europea en China, se ha analizado el deterioro de las perspectivas de las empresas de la UE en China de 2017 a 2025.

En otras palabras, mientras que algunas empresas podrían haber considerado el endurecimiento de la normativa como una razón adicional para trasladar la inversión a otro lugar, otras han decidido adaptarse separando componentes de sus operaciones en China, como recursos humanos, TI e investigación y desarrollo, para cumplir mejor la normativa y los requisitos de localización cada vez más frecuentes (EUCCC, 2025). Esto significa que las empresas que permanecen en el país y lo duplican pueden verse obligadas a separar los componentes críticos de sus operaciones en China de las estrategias globales y las redes de investigación. Con frecuencia, este proceso reduce sustancialmente la competitividad de las empresas europeas.

En conjunto, estos factores reflejan un concepto cada vez más politizado y garantizado del comercio UE-China, que cambia los incentivos tanto para los responsables políticos de la UE como para las empresas, contrarrestando los sacrificios económicos que conlleva la disociación de dos de los mayores mercados del mundo.

Los responsables políticos deberían plantearse cómo abordar los retos que hemos señalado, como que los sectores con muchos activos estén «atascados» en China y que las empresas más pequeñas carezcan de capacidad para operar con pérdidas en el mercado chino. En este contexto, la UE podría tener que facilitar la transición de sus empresas para que reduzcan su exposición a China y se diversifiquen en otros mercados emergentes. Incluso si esas empresas apoyan la reducción de riesgos, la UE debe mantener fuertes lazos comerciales con la segunda mayor economía del mundo. Sin embargo, la construcción de esta relación requerirá una acción asertiva por parte de la UE para abordar el statu quo actual, que claramente no está sirviendo a los intereses de las empresas europeas en China, basándose en su sentimiento cada vez más negativo. Para alcanzar este objetivo, es necesaria la voluntad política de ambas partes.