Banca March | ¿No habrán pensado que la portada de este House View es una pipa? ¡Cómo va a serlo! Si lo
fuera se podría fumar con ella. Además, sería impensable que alguno de ustedes hubiera podido caer en el engaño teniendo en cuenta que el autor de la obra, René Magritte, ya les estaba advirtiendo con el Ceci n´est pas une pipe de la parte inferior del cuadro. A este ingenioso pintor surrealista, precursor del arte conceptual, le encantaba romper las reglas de la realidad física y sus obras suelen generar una peculiar sensación de extrañeza obligando al observador a cuestionarse lo que mira y a reflexionar sobre lo que verdaderamente está viendo.
Casi un siglo más tarde de que se pintara este lienzo, a algunos políticos como Donald Trump también les encanta mantener al mundo en vilo, ocupado en el juego de discernir entre la realidad y las ilusiones ópticas. ¿Cuántas de sus infinitas provocaciones y amenazas llegan verdaderamente a implementarse? ¿No estará, como Magritte con su pipa, generando una cierta cortina de humo dado que su estrategia se basa en extremar posiciones para terminar alcanzando acuerdos y, ante todo, que la economía no se desacelere y así poder conservar su popularidad?
En la guerra comercial no ha parado de llegar a acuerdos desde que, en abril, en el día de la liberación, impusiera aranceles promedio sobre los productos importados a Estados Unidos por valor del 36%. Y a ha negociado pactos que alcanzan al 64% del total de las importaciones y la tarifa media se ha reducido al 19%. Es más, según el
Departamento de Aduanas y Protección Fronteriza, la recaudación real por aranceles es casi la mitad –un 11%–, fruto de la multitud de exenciones y del cambio en la distribución de los productos importados.

Todo ello en una semana que ha venido marcada por nuevas ambigüedades: mientras el miércoles rebajaba los aranceles sobre los automóviles y componentes europeos con efecto retroactivo, el jueves anunciaba un nuevo gravamen del 100% a los fármacos con patente, el más alto a un producto individual –todo ello mientras continúa el curso de la investigación de la sección 232 sobre productos farmacéuticos–. Una medida que afectaría de forma menos dañina a los productos europeos –que mantendrían la tasa del 15%–, y a Japón y Reino Unido, que ya tienen acuerdos previos. Pero, de llegar a aplicarse, podría elevar el promedio teórico de las importaciones totales hasta el 21,6%, dado que, en EE.UU., aunque el 90% de los fármacos que se prescriben son genéricos, el 87% del gasto se concentra en medicamentos patentados.
Pero claro, y aquí viene el truco; Trump ha señalado que los productos de las empresas que inviertan en fábricas dentro del país quedarían fuera de la lista arancelaria, por lo que el aumento potencial de 2,5 puntos porcentuales debería interpretarse como el escenario más extremo. A nuestro juicio, como ya nos tiene acostumbrados, tras el impacto inicial vendrá la negociación, y es probable que la lista definitiva de medicamentos afectados sea inferior a ese 87%.
Más allá de la guerra comercial, conviene tener en cuenta que la Administración norteamericana se ha movido con celeridad para aprobar en julio una importante reforma fiscal que, si bien supondrá un aumento del déficit y la deuda pública, de cara a los tres próximos años, contribuirá positivamente al PIB. Como muestra el gráfico, es interesante considerar el efecto contrapuesto que tendrá respecto a los aranceles. ¿No les resulta sorprendente
cómo, hasta 2028, se neutraliza el impacto sobre el PIB cuando se combina su efecto con la detracción de los aranceles?

¿No será que la estruendosa política económica de Trump, que busca pasar de un típico modelo de demanda del Estado a uno de oferta a través de un intervencionismo radical, supone una cierta cortina de humo a efectos del impacto en el PIB?
El objetivo central del presidente de Estados Unidos es impedir la erosión de su poder en las próximas elecciones legislativas –noviembre de 2026–. Una tarea que se pondría complicada si entre tanto anuncio de ida y vuelta su economía comenzara a griparse. Desde la época de Eisenhower, hay una regla empírica probada en el difícil arte electoral: con una probabilidad del 86% cualquier traspié en el ciclo económico provoca la pérdida de, al menos, una cámara y, con un 70%, de ambas –tanto el Senado como la Cámara de Representantes–.
Trump, como Magritte, no busca representar fielmente el mundo exterior, sino desestabilizar nuestras certezas para mantenerse en el poder. Como bien diría el artista belga, hay que mirar más allá del humo.