Pablo Duarte, analista senior del Instituto de Investigación Flossbach von Storch | En septiembre, la tasa de inflación interanual de las mayores economías de la zona del euro, incluyendo a España, cayeron por debajo del 2%. Esta desaceleración en el aumento de los precios tiene dos implicaciones: una positiva y otra preocupante. Lo positivo: La situación mejora En primer lugar, se confirma que el problema de la inflación ha mejorado. Esta mejoría se debe principalmente a la caída de los precios de la energía, que han retrocedido desde 2022, tras alcanzar niveles muy altos al inicio de la guerra en Ucrania (Gráfica 1). Además, los precios de los alimentos han dejado de subir al ritmo que lo hacían hace dos años. A pesar de esta mejora, los precios de la energía y de los alimentos siguen siendo un 35% y 29% más altos que antes de la pandemia. Este aumento, sumado al de otros bienes y servicios en la economía, ha provocado una pérdida significativa del poder adquisitivo. Lógicamente, los trabajadores buscan negociar aumentos salariales para compensar esa pérdida, lo que nos lleva al aspecto preocupante.
Lo preocupante: La presión inflacionista persiste Los aumentos salariales pueden generar inflación, especialmente si no van acompañados de un aumento en la productividad. Dado que los costos salariales representan una parte significativa de los gastos de las empresas, éstas se ven obligadas a subir los precios de sus productos o a mejorar su productividad para proteger sus márgenes de ganancia. Sin embargo, la productividad laboral en la eurozona prácticamente no ha mejorado desde 2012, lo que dificulta pensar que, en la situación actual, los aumentos salariales no generen una mayor presión inflacionista. De hecho, las negociaciones salariales aún no han concluido. Por ejemplo, en el sector metalúrgico alemán, que emplea a más de 3 millones de personas, las negociaciones apenas han comenzado. La tasa de inflación subyacente, que excluye los precios de energía y alimentos, se mantuvo en 2,8 % en agosto y se espera que en septiembre haya bajado ligeramente al 2,7 %. En Alemania, la inflación subyacente sigue rondando el 3 %, mientras que los salarios crecieron un 5,7 % en el segundo trimestre del año (Gráfica 2).
Conclusión Es prematuro cantar victoria en la batalla contra la inflación. La presión sobre los precios persiste, impulsada por el aumento de los salarios. El Banco Central Europeo ha comenzado a reducir los tipos de interés con una visión optimista sobre la inflación. Sin embargo, sus pronósticos anteriores no han sido acertados. Esta vez podrían serlo, pero, si no lo son, una expansión monetaria prematura podría complicar aún más el objetivo de mantener una moneda estable a lo largo del tiempo.