China y los obstáculos que desafían a una economía basada en el consumo

Eiko Sievert

Eiko Sievert (Scope Ratings) | Mientras las autoridades chinas tratan de resolver los desequilibrios financieros, como el elevado endeudamiento de los gobiernos central y locales, y de avanzar hacia un modelo de crecimiento basado en el consumo mediante reformas estructurales, aumentan los riesgos de que se cometan errores en la aplicación de las políticas.

Este difícil ejercicio de equilibrio fue determinante a la hora de tomar la decisión de rebajar la calificación crediticia de China (A/Estable) desde A+ en mayo de 2023, teniendo en cuenta la trayectoria ascendente continuada de la deuda pública y el descenso de las expectativas de crecimiento en los próximos años.

El empeoramiento de las perspectivas económicas a medio plazo está ejerciendo aún más presión sobre las finanzas públicas chinas, y al mismo tiempo se ha frenado el impulso reformista. En la década anterior a la pandemia, los niveles de deuda iban en aumento. Según la definición estricta del FMI, la deuda de las administraciones públicas chinas aumentó hasta el 60% en 2019 desde el 34% del PIB en 2010. El estímulo fiscal en respuesta a la pandemia elevó la deuda al 77% del PIB en 2022. Ahora esperamos que la deuda supere el 100% del PIB en 2027.

Según la definición más general del FMI, que incluye los vehículos de financiación de las administraciones locales y otras entidades fuera de balance, la deuda es sustancialmente mayor y la trayectoria de la misma a medio plazo es más pronunciada. Las últimas proyecciones del organismo internacional muestran que esta medida de la deuda pública, que se situaba en el 99% del PIB en 2020, aumentará hasta el 147% en 2027 (Gráfico 1).

Sin duda, no debemos subestimar el modo en que el modelo económico centralizado de China puede facilitar unas reformas estructurales eficaces, dado el férreo control del gobierno sobre grandes partes de la economía nacional, incluido el sector bancario. Sin este grado de control, los recientes problemas del sector inmobiliario chino probablemente habrían dado lugar a un shock sistémico más importante.

Las autoridades pueden dirigir la economía limitando o aumentando el crecimiento del crédito en sectores industriales específicos. Así lo ha demostrado recientemente la política de «tres líneas rojas» introducida en 2020 para moderar los préstamos a empresas inmobiliarias y el posterior plan de 16 puntos en 2022 para suavizar las restricciones y apoyar de nuevo el crecimiento del crédito.

Sin embargo, el riesgo de cometer errores en materia de políticas ha aumentado. El amplio sector de las instituciones financieras no bancarias, a menudo denominadas bancos en la sombra, y la importancia de los vehículos de financiación de las administraciones locales (LGFV, por sus siglas en inglés) complican la capacidad del gobierno para prever y luego guiar la transmisión de las perturbaciones en los mercados financieros y en la economía en general.

Por ello, las reacciones del mercado que pillan desprevenidas a las autoridades y debilitan el crecimiento económico son cada vez más habituales. El paquete de estímulo anunciado este verano refleja el alto grado de incertidumbre política.

Aunque las autoridades chinas subrayan correctamente que la deuda LGFV no debe tratarse simplemente como deuda pública, la importancia de este sector para la economía en general significa que es probable que los gobiernos centrales o locales apoyen directa o indirectamente a las entidades LGFV siempre que exista un riesgo de desbordamiento sistémico.

Al mismo tiempo, las perspectivas de crecimiento de China se alejan del objetivo del Gobierno, también a causa de importantes cambios demográficos. Según estimaciones de la Oficina Nacional de Estadística, en 2022 la población china se redujo en 850.000 habitantes, el primer descenso desde 1961.La ONU prevé que la población se reduzca un 8%, es decir, 113 millones de habitantes, de aquí a 2050, aunque, en escenarios más adversos, el declive demográfico podría ser aún más acusado, en torno a los 200 millones.

Así pues, estimamos el potencial de crecimiento sostenible de China a medio plazo en torno al 4%, por debajo del objetivo autoimpuesto por el Gobierno de duplicar el tamaño de la economía entre 2021 y 2035, lo que implica un crecimiento medio anual de alrededor del 4,8%.

La fijación de objetivos de crecimiento económico más bajos y sostenibles podría aliviar la presión sobre las autoridades para generar un crecimiento basado en el aumento del crédito. Por lo tanto, tomamos nota positivamente del objetivo de crecimiento históricamente bajo de en torno al 5% para este año. Con todo, un menor crecimiento puede suponer una menor credibilidad política interna.

Para mantener esta credibilidad y lograr un crecimiento sostenible, las autoridades deben hacer realidad la transición económica hacia una economía basada en el consumo.

Las reformas estructurales necesarias incluyen la introducción de una competencia más neutral entre las grandes empresas estatales y las privadas; reformas educativas como la reducción de las diferencias entre las zonas urbanas y rurales en cuanto a años de escolarización; la reducción del proteccionismo local y de las fronteras administrativas entre prefecturas. También se incluiría la reforma del mercado laboral con medidas como el aumento de la edad de jubilación y de la participación de la mujer en el mercado laboral a medida que envejece la población.