La criptocrisis da sus primeros coletazos

Manuel Moreno Capa

Manuel Moreno Capa (Director de GESTORES) | La criptocrisis ya está aquí. O, al menos, dando sus primeras señales serias. Porque el nuevo año no podía haber comenzado peor para la calderilla digital: subidas de tipos de interés que desincentivan la inversión en activos de riesgo (y no hay activo, o más bien pseudoactivo, más arriesgado que las criptomondas); necesidades de liquidez para cubrir pérdidas en valores de Bolsa y renta fija; inestabilidad en alguno de los países especializados en el minado de las cripto, como Kazajistán, donde muchos de sus mineros de bitcoin se desconectaron del mercado; espectacular incremento de los costes de la energía con impacto indudable en un sector, como el de la cripto minería, gran consumidor de electricidad…

Resultado: el bitcoin y sus colegas han sufrido otro espectacular desplome y se agitan con una volatilidad más intensa de la habitual, mientras crece la certeza de que 2022 va a ser el año en el que los bancos centrales pondrán el bozal definitivo a las cripto. El Fondo Monetario Internacional alerta de que la inversión en criptomonedas ya no puede considerarse alternativa, sino que está crecientemente correlacionada con la tradicional. Ejemplo: bajan las Bolsas, bajan el bitcoin y similares. Todo ello, mientras el sector sigue pendiente de una regulación internacional y por parte de los bancos centrales, algo que por fin quizás llegue este año y, con suerte, en la vía de la adoptada ya por China: cerrazón total a las cripto, pero impulso de la criptodivisas oficial. Es decir, apuesta por el yuan digital, el euro digital, el dólar digital…

Son algunas de las razones por las que multitud de expertos consideran que este ejercicio 2022 será clave para las criptodivisas. O se regulan/controlan ya, o la criptocrisis (de la que ya hablé en noviembre) puede ser un hecho y arrastrar al resto del sector financiero, particularmente a los ETFs y otros productos de supuesta inversión relacionados con el dinero virtual, pero también a los activos tradicionales de inversión, que pueden sufrir fuertes reembolsos por parte de critpo-afectados que busquen liquidez con la que compensar el cripto-agujero negro generado en sus carteras.

Es algo paradójico que lo primero que comience a regularse sea la publicidad. Ya habrán leído que la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) se convierte en el primer regulador europeo que pone coto a la desaforada publicidad de las criptodivisas que vemos en internet, en televisión y hasta en las marquesinas de los autobuses. Al otro lado del mundo, también la Autoridad Monetaria de Singapur (el banco central) acaba de lanzar una advertencia contra la publicidad de las critpo, cuya comercialización considera “de altísimo riesgo y no apta para el público general”.

Bien está el intento, pero parece lo mismo que intentar regular la publicidad de un producto que, en realidad, no está regulado y no tiene nada debajo más que virtualidad electrónica. Imagínense regular la publicidad de un supuesto medicamento que ni siquiera esté autorizado/regulado por las autoridades sanitarias, pero que seguirá circulando en el mercado como si tal cosa.

Imagínense otro ejemplo: que unos cuantos empresarios avispados (a ser posible con sedes en países asiáticos, de Europa oriental, paraísos fiscales y demás sitios poco o nada supervisados) decidieran ahora fabricar billetes de papel al margen del curso legal, que aseguraran que la cantidad de ellos es limitada y que afirmaran que es un mercado absolutamente libre de las trabas de los bancos centrales. Y no estoy hablando de falsificar euros o dólares, sino de crear una nueva moneda física, quizás llamada “papercoin”, que se pudiera comprar y vender incluso en determinados cajeros automáticos. Sin duda, la logística sería más complicada, aunque no sé si la producción –a la vista del intenso consumo energético de las minas de criptodivisas– sería más cara. Además, al ser objetos físicos, serían incluso coleccionables y podrían convertirse también en medios de pago alternativos en circuitos, digamos, irregulares. Si, además, estos “papercoins” se anunciaran por todas partes, rápidamente se estimularía su demanda y pronto aparecerían intermediarios y hasta mercados paralelos para agilizar las transacciones, que acabarían siendo electrónicas, por supuesto, pero con el soporte de un billete real, de papel, impreso en cantidades limitadas aunque, por lógica, sometido a la competencia de otros que surgirían de inmediato. Sólo faltaría que algún excéntrico millonario dijera que se había hecho con unos cuantos miles de millones de unidades… o incluso que comenzara a fabricar los billetes con su cara impresa en ellos. ¿A qué forofo de las cripto o a qué friki del capitalismo populista no le gustaría adquirir, por ejemplo, un billete de cinco, veinte, cincuenta o cien “Muskoins”?

“Cuando este coche se estrelle, no habrá nadie al volante ni dinero para devolver”, afirmaba recientemente Marta Peirano en un artículo titulado “Tenemos que hablar del criptogatillazo” (EL PAÍS, 13 de enero de 2022). Esta periodista especializada (autora del libro “El enemigo conoce el sistema: manipulación de ideas, personas e influencias después de la economía de la atención”), deja muy claros los riesgos de las criptodivisas y subraya que, pese a presumir de ser un mercado descentralizado, “su principal plataforma de intercambio sea más grande que todas las demás juntas. Para ser tan revolucionario, la riqueza está aún más concentrada que en el mercado financiero tradicional”.

Lo repito una vez más: las criptodivisas no son una inversión, sino un juego peligroso. ¿Mucha gente se ha forrado, y se sigue forrando, con ellas? Cierto. Pero porque otra mucha gente las compra y las paga con dólares o con euros. Es lo más parecido a la típica estafa piramidal de siempre, con la diferencia de que, como decía nuestra colega Marta Peirano, cuando esto se desmorone, no habrá nadie a quien reclamar. No habrá un Carlo Ponzi ni un Bernie Madoff a quien acusar, ni siquiera un gran banco que se hunda por haber distribuido basura “subprime”. Pero muchos supuestos inversores sí que se hundirán… aunque hayan sido atraídos a las cripto por publicidad más supervisada por los reguladores.