Pese a los chorros polares, fondos de renta variable para el 2022

Manuel Moreno Capa

Manuel Moreno Capa (Director de GESTORES) | Pese al chorro polar de la inflación y a posibles Filomenas de enfriamiento económico por el rebote de la pandemia, las previsiones para el año próximo son, en general, moderadamente optimistas. Con un mensaje claro para el inversor en fondos: fuera de la renta variable, hay escaso margen para batir precisamente a esa inflación que aún permanecerá algún tiempo entre nosotros.

Como ya ha comenzado el bombardeo de previsiones y recomendaciones para el año nuevo y cómo las fiestas navideñas ya nos amenazan, no vamos a esperar a que acabe 2021 para insistir en la necesidad de seguir apostando por fondos de renta variable internacional. Con algunos ajustes por sectores y zonas geográficas, pero sin perder de vista que una inversión a medio y largo plazo en fondos no debe dar bandazos, ni mucho menos cambiar súbitamente de rumbo, a la primera racha helada que se nos cruce en el camino.

La mayoría, si no todas, las previsiones y análisis que ya he leído para los mercados en el año nuevo insisten en que, como no podía ser de otra manera, la rentabilidad está en los mercados bursátiles. Con una renta fija acosada por subidas (siquiera moderadas) en los tipos de interés, y con un IPC en tasas incluso superiores al 5%, no vistas en décadas, que el inversor consiga una rentabilidad neta de inflación sólo con productos de renta fija exige acudir a los bonos de países emergentes (siempre con el riesgo de convertirse en sumergidos, sobre todo si la pandemia rebota con fuerza), o a la renta fija privada de alto riesgo (donde también puede haber quiebras inesperadas si la economía global sigue fría más allá del invierno que ahora ya notamos sobre todo en la factura de la energía).

¿La inflación seguirá elevada durante algún tiempo? Sin duda, ya lo comentamos hace algunas semanas en esta misma columna. Pero la mayoría de los análisis de las gestoras coinciden en que es un fenómeno transitorio. Si miramos además a previsiones a más largo plazo, JP Morgan, por ejemplo, pronostica que en un periodo de diez/quince años la inflación media anual será del 2,2%, con un crecimiento similar del PIB global en el mismo plazo. Y son esos plazos largos los que debe mirar el inversor en fondos, sobre todo si apuesta por la renta variable. Esto no evitará que a corto la inflación sea más del doble que esa tasa (tan próxima a los objetivos centrales del Banco Central Europeo), pero a medio y largo, la subida de precios tiene que moderarse.

Se ha hablado también mucho de lo que sería la peor pesadilla para los inversores: un escenario de estanflación, es decir, apenas crecimiento del PIB, combinado con una inflación elevada. Pero la mayoría de los análisis la descartan, por más que los problemas de suministros y el rebote vírico estén enfriando los últimos datos de despegue económico. Sin embargo, el invierno pasará, la energía se abaratará y el embudo en los suministros se desatascará, y todo ello sin que los tipos de los bancos centrales suban en exceso: ¿o es que acaso subir tipos ayuda a que lleguen más semiconductores desde los fabricantes asiáticos o a que se abarate el gas?

Por todo ello, la renta variable sigue siendo el activo preferido, con un peso preponderante de la Bolsa estadounidense: según diversos análisis, los gestores de fondos están más sobreponderados en acciones norteamericanas que lo han estado casi en la última década.

Al otro extremo, la renta variable china sigue suscitando muchas dudas (hace poco algunos inversores descubrieron que un gobierno en teoría comunista, como el de Pekín, puede serlo también en la práctica y arbitrar medidas contra las grandes fortunas, las tecnológicas y la operativa en Bolsa). En Asia, parece que promete India, pero nunca olvidemos que los mercados emergentes no deben tener un excesivo peso en una cartera de fondos bien diversificada, aunque sí puede aportar un moderado toque picante de curry.

En en cuanto a sectores, apúntense tres palabras: tecnología, ecología y sociedad. Entre las más prometedoras figuran las empresas tecnológicas –con los lógicos relevos, más inteligencia artificial, ciberseguridad,  nube y robótica, pero menos redes sociales–, las centradas en la lucha contra la emergencia climática –renovables, suministros para el vehículo eléctrico, tratamientos de agua, agricultura de vanguardia– y las especializadas en cuidados sociales –sanidad, biotecnología, tecnología hospitalaria, atención geriátrica, educación–. Muchas de estas compañías son aún valores de crecimiento, lo que implica más riesgo a cambio de mayor potencial. Así que ahí sí puede revisar su cartera de fondos y procurar que no sea ajena a estas tres temáticas. No es necesario que invierta en todas ellas, por supuesto, pero sí en alguna.

Y otra cosa que no debe olvidar de cara al año nuevo es que, según la mayoría de las previsiones, la volatilidad irá en aumento. Así que si hay recortes intensos y puntuales, no se asuste, si no todo lo contrario: aproveche para incrementar posiciones de cara al medio y largo plazo.