¿Supone la inteligencia artificial una revolución?

Francois Rimeu

François Rimeu (La Française AM) | La revolución de la inteligencia artificial parece estar en marcha, a juzgar por los beneficios y las previsiones de Nvidia en mayo. Una subida del 25% en un solo día para una empresa con una capitalización bursátil de más de 700.000 millones no se produce todos los días, por no decir ninguno, y contribuyó de forma muy significativa a la rentabilidad superior generalizada de los valores tecnológicos -una vez más- durante el mes pasado.

La buena salud experimentada por los grandes valores tecnológicos ha permitido a los índices estadounidenses registrar rentabilidades positivas este año, a pesar de que más de la mitad de sus empresas cotizadas han registrado rentabilidades negativas. La diferencia de rentabilidad entre el Russell 2000 y el Nasdaq, o entre el S&P Equal Weight Index y el índice ponderado por capitalización bursátil, es una buena ilustración de la mayor atención prestada a los índices y, para los inversores de cierta edad, un recordatorio de los excesos que se produjeron a finales de los años noventa. Pero ¿podemos realmente utilizar la palabra exceso hoy en día, cuando estas empresas registran márgenes extremadamente elevados y se perfilan como las grandes ganadoras de los últimos 20 años? ¿Está fuera de lugar la valoración de Nvidia al multiplicar sus beneficios de 2022 por 131, o parecen razonables estas cifras si tenemos en cuenta que este ratio se reducirá a 36x en 2026 si el consenso entre los analistas se hace realidad?

La inteligencia artificial podría tener un impacto sustancial en la sociedad en su conjunto. Los estudios llevados a cabo en los últimos años demuestran que se pueden obtener algunos beneficios en términos de productividad y crecimiento potencial:

En 2017, McKinsey estimó que la IA podría aumentar potencialmente el PIB mundial en un 1,2% anual para 2030.

En 2018, PwC publicó estimaciones comparables en torno al 1,3 % anual.

La OCDE publicó un estudio en 2018 en el que afirmaba que para 2030 la productividad en el lugar de trabajo en los países desarrollados podría aumentar entre un 15 % y un 40 %. Y, en su estudio de 2017, investigadores de Stanford (Brynjolfsson y McAfee) llegaron a conclusiones similares, con un aumento de la productividad del 1,4 % anual en sectores muy saturados de datos.

De hecho, ¡fue un sistema de inteligencia artificial el que me ayudó a recopilar todos estos estudios! Aunque esto nos da una sensación de esperanza para las perspectivas a largo plazo, en medio de todo este entusiasmo no debemos ignorar los diversos factores que probablemente influirán en los mercados en los próximos meses.