Competitividad, defensa y el tratamiento de los cambios demográficos, serán cruciales para afrontar los retos estructurales de Europa

Eiko Sievert y Tom Giudice (Scope) | El aumento del apoyo a los partidos de extrema derecha en las elecciones al Parlamento Europeo influirá en la elaboración de las políticas de la UE, pero es poco probable que altere de forma significativa las prioridades estratégicas de la UE.

El hecho de que el primer ministro húngaro, Victor Orbán, ocupe la presidencia semestral rotatoria del Consejo de la UE a partir de julio, influirá en la formulación de las políticas de la UE y podría provocar un avance más lento de la agenda verde y una postura más dura frente a la inmigración. 

Se espera que el Partido Popular Europeo (PPE), los Socialistas y Demócratas (S&D) y Renew Europe, con el posible apoyo de los Verdes, formen una coalición para elegir al próximo presidente de la Comisión Europea (CE), a pesar de la reticencia a trabajar con partidos de extrema derecha.

Sea cual sea el resultado, prevemos que las prioridades estratégicas de la UE se centren en la defensa y el aumento de la competitividad económica, posiblemente a expensas de la agenda verde, sobre todo porque es probable que los Verdes sean el partido que pierda más escaños. Un objetivo clave es reforzar la Unión de Mercados de Capitales (UMC) para movilizar el ahorro privado en favor de la inversión, con el fin de colmar la brecha de financiación entre la UE y Estados Unidos, estimada en 500.000 millones de euros anuales.

La actual presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, sigue siendo la favorita para un segundo mandato, aunque su disposición a trabajar con los eurodiputados de extrema derecha ha debilitado el apoyo del S&D y Renew, lo que podría dar lugar a la aparición de candidatos alternativos como el italiano Mario Draghi, el croata Andrej Plenković o el rumano Klaus Iohannis.

El énfasis estratégico de la nueva CE en la competitividad, la defensa y el tratamiento de los cambios demográficos es crucial para afrontar los retos estructurales de Europa, como la lenta recuperación económica, el envejecimiento de la población y el moderado crecimiento de la productividad.