El siempre agitado futuro de los fondos emergentes y de materias primas

Manuel Moreno Capa

Manuel Moreno Capa (Director de GESTORES) | No me canso de repetir que ciertas materias primas, petróleo incluido, no me convencen para el inversor en fondos, ni siquiera aunque Warren Buffett haya apostado fuerte este año por las compañías petroleras (véase columna del 1 de julio). La alta volatilidad y los condicionantes geopolíticos que afectan a este sector –mucho más que a ningún otro– parecen motivos suficientes para que no tenga un peso significativo en una cartera de fondos bien diversificada y con objetivos a medio y largo plazo. Vista esta agitación, en vez de imitar a Buffett, deberíamos seguir el ejemplo de Amancio Ortega y su renovada apuesta por las renovables.

El petróleo –calentado por la guerra de Putin y enfriado por las perspectivas de recesión mundial que este mismo conflicto ha provocado– vive entre continuos altibajos. Y el resto de materias primas, tras el fuerte calentamiento provocado por la tirón de la demanda postcovid, se han enfriado también por el miedo a la recesión, lo cual ha provocado un efecto negativo inmediato en los fondos especializados en mercados emergentes, los mismos que se habían calentado tras el despegue de precio de todo tipo de insumos agrícolas, minerales y energéticos.

Aunque el petróleo se haya enfriado ahora hasta el entorno de los 100 dólares por barril (lo que supone, en cualquier caso, una subida superior al 30% en lo que va de año), no faltan pronósticos que vuelven a situarlo sobre los 120 dólares este año, que se quedarían en 110 para 2023. Pero los pronósticos cambian tan rápido como el precio. Cuando, en junio el barril de Brent escalaba hasta los 120 dólares (con una subida superior al 58 por ciento desde enero), algunos grandes bancos lo veían por encima de los 140 dólares a finales de 2022. Algunas de esas mismas entidades ya han rebajado esta previsión unos 20 dólares por barril o incluso más.

Conclusión: parece que en enfriamiento económico ha enfriado también los pronósticos sobre la evolución del crudo, cuyo precio se modera igual que el de los metales (oro incluido, lejos de ser valor refugio frente a las caídas bursátiles) y las materias primas en general. La excepción más espectacular es la del gas natural, cuyo precio en Europa se ha desbocado y puede desbocarse aún más si Putin sigue cerrando el grifo. El famoso lema de los Stark en “Juego de Tronos”, “Winter is coming”, es más realidad que nunca. Pero ese invierno, provocado por el patético caminante blanco en que se ha convertido Putin, es el mismo que enfría la demanda de materias primas (y hasta de microchips) y puede acabar congelando antes a Rusia que a Europa: ¿cuánto aguantará el Kremlin si sigue reduciendo el gas que vende a la Unión Europa? Evidentemente, a un autócrata sin oposición política y sin prensa libre le da igual que el PIB de su país caiga un 20% este año por culpa de la invasión de Ucrania y quizás incluso más en 2023… pero ya veremos cuando se le comiencen a acabar los soldados y tenga que decretar una movilización general, quizás en el peor momento posible para los rusos, mientras la población sufre escasez de suministros y subidas generalizadas de precios.

Mientras tanto, además de las materias primas, también están dañados por esta guerra los países emergentes. Y no sólo por el efecto contagio del deterioro general de las economías emergentes del Este de Europa, sino porque muchos emergentes de otras partes del mundo son también productores de materias primas. Y porque, con el crudo invierno a la vista, el dinero escapa de los bonos y bolsas emergentes para refugiarse en la renta fija de Europa y Estados Unidos.

Sin olvidar que, aunque las materias primas se recuperen una vez que pase ese pésimo invierno económico que se avecina, las energéticas siguen teniendo enfrente a un potente adversario, destinado a alzarse como un muro contra nuevas acometidas de los caminantes blancos: las energías renovables.

Así como Buffett ha incrementado (con buenos resultados a corto) su inversión en grandes petroleras, otro referente para los mercados, Amancio Ortega, apuesta por las renovables: Pontegadea, vehículo de inversión del fundador de Inditex,ha adquirido un 5% del capital de Enagás Renovable, según anunció la compañía matriz en su reciente presentación de resultados. Ortega –que en 2019 ya había comprado un 5% de la propia Enagás, de la que es el principal accionista junto a la SEPI, que tiene otro 5%– mira claramente al futuro de las nuevas energías… sin perder de vista a las clásicas que, como el gas, aún tienen recorrido.

Una buena pista para el inversor en fondos: ante la agitación del petróleo y las materias primas en general, mejor mirar al medio y largo plazo y reforzar en las carteras de fondos la apuesta por las energías verdes, sin olvidar algunas de las más avanzadas, como el amoniaco o el hidrógeno verde (en el que, por cierto, está muy volcada la filial de Enagás en la que ha entrado Ortega), de las que hablaremos próximamente.