Los tipos reales negativos activan el ‘TINA’ y el ‘FOMO’

Juan_Carlos_Ureta

Juan Carlos Ureta (Renta 4) | Aunque las subidas de marzo no han podido evitar un primer mal trimestre bursátil, lo cierto es que una semana tras otra la fortaleza de las Bolsas nos sigue sorprendiendo, en medio de una guerra, con la inflación disparada y con la Fed decidida a hacer todo lo que sea necesario para combatirla. 

Como colofón a un mes de marzo en el que el S&P ha subido un 3,6%, el Nasdaq un 3,4% y el Dow Jones un 2,3%, esta última semana el S&P y el Nasdaq han vuelto a subir, y el Dow Jones ha bajado de forma simbólica un -0,1%. Es verdad, como decíamos, que esto no evita un mal primer trimestre, el peor en el caso del S&P desde el primer trimestre de 2020, pero si tenemos en cuenta que la invasión de Ucrania empezó a fines de febrero, no está nada mal haber cerrado marzo con esas ganancias.

Las Bolsas europeas, sin embargo, no se han librado de cerrar en marzo su tercer mes consecutivo a la baja(Eurostoxx -0,5% en el mes), una caída que no han podido compensar las alzas de esta última semana (Eurostoxx +1,3% Ibex y Cac +2%). Han pesado demasiado las fortísimas caídas de los primeros días de marzo,cuando los índices europeos acumularon en pocas sesiones caídas de dos dígitos (el Eurostoxx perdió el 10,4% la primera semana de marzo), muy impactados por el inicio de la guerra en Ucrania. 

Marzo ha sido al final un mes que ha ido de menos a más, contra muchos pronósticos pesimistas que veían en la guerra de Ucrania un camino claro hacia una recesión global. En nuestra opinión, tal y como decíamos en nuestro comentario del pasado lunes 14 de marzo (La Fed ante una guerra total con muchos frentes) lo más relevante es quien gane finalmente esta guerra «total». Si la ganase Putin nos esperaría un oscuro escenario de recesión fuerte o incluso estanflación. Pero afortunadamente es Occidente quien parece estar ganándola y esto es lo que parecen estar descontando las Bolsas tras el giro al alza que dieron a partir del 7 de marzo.

Pero conviene mirar más allá de ese «rally de alivio» de corto plazo, y volver a la situación de la economía, porque, aunque la guerra se acabe pronto y Rusia acuerde una retirada a cambio de concesiones menores, los problemas que afectan a la economía estaban ya ahí antes de la guerra y van a seguir estando ahí después, y además agravados por los efectos del conflicto. La guerra, aunque acabe pronto y bien, va a pasar factura a la inflación, a los cuellos de botella y a la crisis energética, y por eso sorprende, como decíamos al principio, la fortaleza de las Bolsas.

¿Cómo leer esa fortaleza?

A nuestro juicio lo que ocurre es que los inversores no tienen demasiada alternativa a las acciones a la hora de colocar su dinero, o, dicho de otra forma, que las alternativas son peores en términos comparativos. Es verdad que los tipos de interés están subiendo, y que la inflación se está disparando, estando ya cerca del 8% en EE.UU. y en el 7,5% en la zona euro según el dato de marzo que se publicó el viernes. Pero los tipos suben menos que la inflación, y eso hace que los tipos de interés reales sean más negativos que antes de la subida de tipos. En EE.UU. el tipos del bono a dos años cerró el viernes en 2,46% pero con la inflación al 7,9% el tipo real se queda en el -5,4%.

Vuelve así la idea del TINA, un acrónimo para expresar la idea de que no hay alternativa de inversión a la renta variable (there is no alternative) y vuelve también el temor a quedarse fuera de las subidas, sobre todo si la guerra acaba pronto y bien. Es el miedo a quedarse fuera de la subida, el FOMO (fear of missing out). El TINA y el FOMO explican en gran medida las subidas de las Bolsas a partir del lunes 7 de marzo, cuando empezó a pensarse que Putin había calculado mal y que podía ser el perdedor de la guerra. A partir de ese momento la Bolsa, las acciones, se posicionan de nuevo como el activo comparativamente mejor si la guerra termina bien.

Además, los inversores se fijan solo en el problema de la inflación y piensan que si la guerra acaba la presión sobre el precio de la energía bajará y también se moderará la inflación. En cierto modo un escenario de inflación alta pero no disparada y de crecimiento de beneficios sería explosivamente alcista para las Bolsas mientras que los tipos de interés reales sean negativos. 

Pero la inflación no es el único problema, también hay un problema con el crecimiento futuro, como se puede ver en los mercados de bonos. Los datos por ahora indican que sigue el crecimiento, sobre todo en la economía norteamericana. El viernes pasado se publicó el informe de empleo americano de marzo, con una creación de 431 mil puestos de trabajo, menos de los 490 mil previstos y de los 750 mil revisados de febrero, pero suficientes para hacer bajar el paro al 3,6%, un nivel que Powell calificó como poco saludable (unhealthy) en la conferencia de prensa del pasado 16 de marzo tras la subida de tipos acordada. Asimismo, el ISM de manufacturas de marzo publicado el viernes también fue bueno.

Pero frente a esos datos está la llamada inversión de la curva de tipos de interés, que ha ido a más estos días tras haberse puesto el tipo de interés del bono a dos años por encima del bono a diez años e incluso del bono a treinta años. Una lectura radical es la de que la inversión de la curva está anticipando una recesión, pero no hace falta llegar a esa lectura para estar preocupado. Como ha dicho la propia Fed en un estudio reciente, la inversión de la curva podría simplemente estar indicando que los tipos van a subir a cierto nivel, básicamente el nivel actual, y luego mantenerse ahí durante varios años. O también, según dice la Fed en ese mismo estudio, la inversión de la curva podría estar diciéndonos que los inversores confían en que la inflación se reducirá en el medio plazo lo que hará menos necesario seguir subiendo los tipos. 

El problema es que, aunque aceptemos estas interpretaciones de la Fed, y aunque pensemos que la inversión de la curva no indica recesión, lo que sí indica, sin ninguna duda, es crecimiento muy moderado de la economía a largo plazo, y eso repercute en las valoraciones porque la parte más importante de la valoración de las empresas es la que está basada en sus resultados a largo plazo. Por tanto, un crecimiento menor y unos beneficios menores ajustarán la valoración a la baja.

En definitiva, en nuestra opinión una vez pase la guerra y una vez pase la eventual euforia y el «rally» consiguiente, si el resultado es favorable a Occidente, los mercados financieros continuarán el ajuste que iniciaron en septiembre de 2021, para adaptar las cotizaciones a un mundo con algo menos de crecimiento y con algo más de inflación. Ahora bien, lo harán en ese escenario en «K» propio de una economía en permanente innovación y disrupción, en el que lo importante no es saber si la Bolsa va a subir o no, sino más bien saber qué partes de la Bolsa van a subir y cuáles van a quedar rezagadas.

En breve empieza la presentación de resultados empresariales del primer trimestre, un trimestre marcado por la guerra. Esa va a ser la primera prueba de fuego para las Bolsas este año, pero no la única. Otra prueba importante es ver cómo funciona la subida de tipos anunciada por la Fed, esperando que no se produzca el temido «policy error», es decir, un error de política monetaria que provoque una recesión. El miércoles se publican las actas de la última reunión de la Fed, que pueden dar pistas.

Estamos ya en unas Bolsas más guiadas por fundamentales que por flujos, porque el entorno monetario ha cambiado y ya no hay garantía de dinero gratis sin límite. En ese entorno monetario, los niveles de valoración vuelven a ser exigentes tras las subidas de las tres últimas semanas. Por dar solo un ejemplo con números, si los BPA de las compañías del S&P no crecen en el 2022 (la previsión es que crezcan un 15%) y si ajustamos el PER a la mediana histórica, el S&P tendría su valoración en el entorno de los 3.200 puntos.

Iniciaríamos abril con cierta prudencia, aunque el final de la guerra pueda provocar un «rally» de alivio.