El ASG, afectado también por el Putinvirus

Manuel Moreno Capa

Manuel Moreno Capa (Director de GESTORES) | Hace un par de semanas recomendaba aprovechar las rebajas que en los fondos de inversión internacionales había provocado el Putinvirus y su farol ucraniano. Ahora, el infeccioso dirigente neo-zarista afecta también a un elemento clave para la inversión colectiva: las famosas siglas ASG (ya saben, de ambiental, social y buen gobierno corporativo), que se han convertido en la etiqueta imprescindible para cualquier fondo de inversión que quiera presumir de verde, socialmente responsable, etcétera, etcétera.

Desde luego, Putin debe estar encantado con la reciente decisión de la Comisión Europea: colgarle la etiqueta de verde al gas natural y a la energía nuclear. Ha quedado claro que en este asunto priman los criterios de Francia, el líder europeo en energía procedente del átomo, y de Alemania, el mayor consumidor comunitario de gas… básicamente ruso.

Quiere decirse que ahora cualquier fondo de inversión que incluya en su cartera compañías relacionadas con la nuclear (que no contaminará “a corto plazo” si no hay un accidente, pero que genera residuos de dudoso futuro verde) y con el gas, podrán ponerse sin rubor la etiqueta ASG. ¿Han visto ustedes operación más grande de eso que en inglés llaman “greenwashing” y que podríamos traducir por ecolavado? Porque si resulta que a partir de ahora lo nuclear y el gas son verdes (aunque sólo como energías “de transición”), ¿qué puede impedir que se consideren ASG otros sectores como, por ejemplo, la industria militar? También es de transición, si recordamos aquello de “si vis pacem, para bellum”, si quieres la paz, prepárate para la guerra, es decir, aceptemos la transición de fabricar y vender cada vez más armas porque eso –aunque no se ha demostrado históricamente– ayudará tener un planeta cada vez más pacífico y, por ende, más ASG. Ya sé que es exagerar, pero cuando una puerta se abre…

Queda claro, en cualquier caso, que Alemania y la Comisión Europea han hecho un favor a Putin, porque si los masivos fondos de recuperación europeo que se van a dedicar a la nuclear y al gas, que ahora ya son ASG, se destinaran a las energías renovables, quizás dentro de unos cuantos años Rusia sería una auténtica democracia: en cuanto no contara con el arma geoestratégica del gas, porque cada vez se consumiera menos en Europa desplazado por la eólica y la solar, el régimen ruso tendría que suavizar sus impulsos imperialistas y, sobre todo, autocráticos. Porque no olvidemos que, en realidad, lo que más asusta a Putin no es la cercanía de la OTAN a sus fronteras, sino la cercanía de democracias cada vez más europeizadas, como la de Ucrania. El viejo zar estilo decimonónico prefiere estar rodeado de especímenes como él, al frente de regímenes autoritarios, como el vigente en Bielorusia, no vaya a ser que el pueblo ruso se contamine de democracia… sobre todo cuando su principal producto de exportación, los hidrocarburos, pierda peso en el escenario energético global.

En este entorno, se abre un desafío para los fondos de inversión con etiqueta ASG, después de que la Comisión Europea incluyera, el pasado 27 de enero, a la nuclear y al gas dentro de su famosa taxonomía “verde”. Diversos estudios indican que hasta la mitad o más de los inversores españoles en fondos se siente atraídos por los productos que apuestan por los criterios ASG. Se estima también que los activos ASG son ya más de la mitad de los incluidos en los fondos de inversión españoles, es decir, que superan a los activos tradicionales. Pero también está estudiado que más de la mitad de los fondos españoles tienen cierta exposición a empresas relacionadas con la energía nuclear (ahora ASG) y que algunos menos cuentan en sus carteras con posiciones notables en otros sectores controvertidos, como por ejemplo la industria de armamento.

Además, los avances legislativos para hacer que la inversión colectiva sea cada vez más ASG varían mucho de uno a otro mercado. Sin duda, la mayor presión normativa llega de la Unión Europea, con esa taxonomía que ahora acaba de “contaminar” con el gas y la nuclear. Estados Unidos retoma impulso con la administración Biden –tras la era negacionista de Trump–, China avanza despacio y juega a alinearse con Europa, el resto de Asia (con Taiwán y Corea del Sur a la cabeza) también se mueve, aunque a distintos ritmos… Esta disparidad hace que las obligaciones para la gestoras de fondos sean también distintas, con plazos más o menos largos para adoptar de verdad los criterios ASG y poder lucirlos (al final, todo deriva en un esfuerzo comercial) como etiqueta para comercializar sus fondos de inversión entre inversores cada vez más concienciados.

En varias ocasiones he repetido que la ASG sigue siendo una etiqueta que aún debe demostrar su autenticidad. El reciente paso atrás de la Comisión Europa, con su operación de ecolavado del gas y de la energía nuclear, no es positivo para la gestión de los fondos de inversión y, además, distorsionará los masivos flujos de inversión pública previstos en los planes europeos de recuperación (lo cual afectará a la valoración de las compañías de renovables incluidas ya en muchas carteras de fondos ASG). Así que es el inversor quien, al final, tiene que decidir: si de verdad le importan los criterios ASG, no dude en elegir productos con esta etiqueta, pero asegúrese de que de verdad los siguen y sepa que ahora las empresas de renovables incluidas en ellos perderán algo de impulso. Y, por supuesto, nunca olvide las prestaciones del fondo a medio y largo plazo. Entre otros motivos, porque para un fondo de inversión también es socialmente responsable y digno del mejor gobierno corporativo algo tan básico como que sus partícipes obtengan rentabilidades consistentes.