¿Hay de verdad alternativas a los fondos de inversión?

Manuel Moreno Capa

Manuel Moreno Capa (Director de GESTORES) | El fantasma de la estanflación, alentado por las subidas de tipos de interés, aterroriza a los mercados. A todos. Parece que no hay lugar seguro en el que refugiarse. La gente busca alternativas. ¿Salimos en tropel de los fondos de inversión para meter el dinero en activos que nos protejan de la inflación? ¿Enterramos de nuevo el capital en ladrillos ya sobrecalentados o nos dejamos seducir por el brillo del oro? ¿Hay de verdad alternativas a una buena cartera de fondos de inversión?

Los críticos de la inversión colectiva dirán que ahora pocos fondos escapan de la quema. Y tendrán razón. Es el reflejo de lo que ocurre en todos los mercados: una renta fija que da miedo ante la subida de tipos de interés y una renta variable en la que pocos sectores se libran de los temblores (y los que se libran, como por ejemplo el petrolero, muestran ya algunos síntomas de burbuja).

¿Hay, por tanto, que buscar rentabilidad fuera de la Bolsa? Si la guerra de Ucrania se eterniza, si Rusia decide suicidarse cortando el gas a Europa (y provoca que una caída del PIB alemán de entre el 2 y el 5% arrastre a todo el continente), si los bancos centrales caen en un nuevo “efecto Trichet” y suben los tipos más de lo necesario, si todo esto confluye, sí podríamos entrar en un escenario de inflación con estancamiento económico, la temida estanflación.

El dinero es cobarde, ya se sabe, pero ahora no está corriendo tanto como parece hacia los llamados “activos refugios” contra la inflación y la crisis económica. Sobre el más típico, el oro, reaparecen los favorables pronósticos, pero de momento lleva un año más bien neutro, con una subida que no alcanza el 2% desde enero. Además, no es necesario repetir sus condicionantes fiscales y de liquidez.

Sí están entrando mucho dinero en ladrillo, como resultado de una demanda embalsada por los dos años de inactividad durante la pandemia, un exceso de ahorro, la pertinaz sequía en la oferta de buenos emplazamientos. El precio de la vivienda sube en España al mayor ritmo desde hace quince años y cada vez más expertos del sector (o, más bien, involucrados en el sector) salen al escenario mediático a repetir que no hay burbuja… lo cual da qué pensar. Si usted busca vivienda porque la necesita, aproveche que las hipotecas aún no se han encarecido demasiado, pero elija bien, ya que comienza a verse mucha morralla a precios disparatados. Pero si está pensando en salir de los fondos para meterse en ladrillos, cuidado… Lo más posible es que venda un activo a precio demasiado bajo (sus participaciones en fondos) y compre otro a precio ya demasiado alto (los inmuebles).

De supuestas alternativas que nunca lo fueron, como las cripto, ya he escrito mucho. Sus sucesivos desplomes en los últimos meses (¿cuántos “cripto expertos” argumentaron que eran el mejor refugio contra la inflación?) demuestran que, más que un refugio, son una auténtica trampa para incautos. Ya vemos que cada vez con más frecuencia se levantan cripto-corralitos que impiden convertir las monedas digitales en divisas de verdad (el reciente caso de la plataforma Celsius Network no será el último). Como he dicho varias veces, la auténtica criptocrisis aún no ha llegado, pero llegará, no lo duden.

Hay que mantener la cabeza fría. Seguir en carteras de fondos diversificadas, aunque en algunos momentos parezca que todos sus componentes se tambalean. E incluso estar atentos. En algún momento, la inflación se moderará. Y los bancos centrales acabarán moderando también sus impulsos de subir tipos más de la cuenta. ¿Acaso los tipos bajos han provocado la inflación en Europa? No. La culpa no la tienen los tipos bajos, sino el estrangulamiento de las cadenas de suministros tras la covid y la maldita guerra de Putin, con sus nocivos efectos sobre los precios energéticos. Y ambos factores acabarán resolviéndose. En el primer tema, ya vemos cómo China, pese a los sobresaltos víricos puntuales, comienza a reiniciar su máquina productiva. Y en el segundo, Rusia ya ha perdido la guerra, aunque acabara conquistando totalmente una Ucrania convertida en un erial que no le serviría para nada. Sólo es cuestión de tiempo (no demasiado) que su economía se quede exhausta tras el esfuerzo bélico y sin recursos para mantener el espejismo de un rublo artificialmente inflado. Además, será incapaz de reponerse de la fuga de empresas/tecnología occidental. ¿Y de qué le sirve acumular superávit comercial por sus exportaciones energéticas si no puede importar todo lo que necesita? El PIB ruso (que, no olviden, pese a toda su riqueza en materias primas apenas es comparable al español) puede caer un 20% este año y quizás el siguiente. Y está amenazado por un creciente giro de Occidente hacia las energías verdes que acabará impactando en los precios de los combustibles fósiles. ¿A quién le va a vender Moscú el gas que ahora racanea a Europa y que pronto Europa ni siquiera querrá? ¿A los mismos países africanos o asiáticos a los que ahora está matando de hambre?

El resto del mundo pagará también, en forma de menor crecimiento, las consecuencias de esta locura de Putin. Pero Europa y América seguirán siendo potencias económicas, mientras Rusia seguirá siendo un cuartel antidemocrático agotado y asentado sobre unas materias primas que no le bastan para salir del agujero.

Pero Ucrania sí saldrá, respaldada por masivas ayudas europeas y norteamericanas. Y nosotros también, aunque nos dejemos por el camino unos años de pérdidas y de tentaciones de venderlo todo para convertirlo en ladrillos y lingotes.