Francisco Quintana (Bankinter) | El BCE se ha mostrado extremadamente cómodo con la trayectoria de la inflación. Con esto se abre la puerta a recortes adicionales. La posibilidad de terminar el año en el 1,5% vuelve a estar encima de la mesa.
Es improbable que baje más: los programas de gasto en defensa e infraestructuras previstos para los próximos años aumentarán gasto, crecimiento e inflación, y eso está ya recogido en las previsiones.
El BCE considera ahora que dos factores que hasta ahora se percibían como temporales, pasan a ser estructurales: la energía seguirá siendo barata y el euro mantendrá su fortaleza. Con esos dos argumentos se rebaja con fuerza la previsión para este año y el que viene.
No hay riesgo de deflación. Una inflación media del 1,6% en 2026 implica que la serie mensual de inflación seguirá bajando durante muchos meses. Es una apuesta a que nos mantendremos por debajo del 2% durante el próximo año.
En resumen, el BCE confirma que esta macro le hace la vida más fácil al BCE. Si la inflación se te va por debajo del 2% y además se ajustan a la baja las perspectivas de inflación y crecimiento, no hay argumento para no reducir los tipos en las próximas reuniones.
Estos son buenas noticias para los hogares y las empresas con deudas que verán sus costes de financiación aún más reducidos. Son malas noticias para los ahorradores que tendrán más difícil encontrar productos de ahorro o letras del tesoro con rentabilidad positiva, una vez descontada la inflación.
El impacto en los mercados de los rumores de una salida anticipada de Lagarde, que ella ha negado en la rueda de prensa, es menor. Nunca es bueno un cambio, menos si no es anticipado, pero el momento no es crítico para el BCE: la inflación está controlada, los próximos pasos definidos, este es el mejor momento en el último año para lidiar con este tipo de rumores. Además, las decisiones de tipos se están tomando casi por unanimidad, lo que indica que están de acuerdo en la dirección y no debería haber grandes cambios, aunque faltara Lagarde.