El fuerte endurecimiento monetario de la Fed obliga a trabajar sobre un escenario en el que sus acciones puedan ahogar el crecimiento de EEUU ya a finales de 2023

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Intermoney | Los mensajes de los principales bancos centrales apuntando a unas perspectivas más restrictivas y las alzas de tipos acometidos por otras entidades caracterizaban un mes de abril que cerraba con incrementos en la rentabilidad de la deuda soberana y caídas en la renta variable, principalmente en EEUU. En materia de política monetaria, la Reserva Federal, a través de su presidente, Jerome Powell, dejaba clara su intención de acelerar las subidas de tipos abriendo la puerta a un incremento de 50 p.b. para la reunión de mayo. La importancia y rapidez del endurecimiento de la política monetaria que se está dibujando desde la Fed obliga a trabajar sobre la base de un escenario en el que sus acciones puedan haber ahogado el crecimiento económico de EEUU tan pronto como a finales de 2023 y hagan que el riesgo de recesión sea importante en 2024. La realidad es que las autoridades apuntan a un escenario en el que los tipos oficiales se encontrarían en niveles que podemos considerar neutrales tan pronto como en la recta final del año; efecto que se verá acrecentado por la reducción de balance que se iniciaría también en mayo.

En Europa, el encuentro del BCE servía para que Christine Lagarde sugiriese de forma más segura que la entidad dejará de comprar activos APP en el 3tr22 y que cualquier ajuste de los tipos tendrá lugar “en algún tiempo después” del final de las compras y de manera gradual. La puerta abierta que dejaba Lagarde a presenciar movimientos alcistas en los tipos en el corto plazo espoleaba a los miembros más ortodoxos del banco, como Pierre Wunsch, que explicaba que los tipos podrían situarse en terreno positivo en el presente año, o Martins Kazaks, apuntando a que la primera subida podría ser tan pronto como en julio.

El camino hacia una política más restrictiva, como hemos comentado, no es sólo cuestión de los principales bancos centrales, pues a nivel global se marcha hacia medidas menos laxas con el fin de contener las presiones inflacionistas.

El Riksbank sueco, por ejemplo, acometía su primera alza de tipos desde finales de 2019 (+25 p.b. y 0,25%) y dejaba abierta la puerta a dos o tres subidas más. La acción del banco sueco era doblemente restrictiva pues iba acompañada de un ajuste del balance que se producirá de manera paulatina. El Riksbank no era el único que acometía subidas de tipos, pues abril los bancos de Rumania, Polonia, Hungría, Canadá, Colombia, Perú, Paraguay, Israel, Corea del Sur, Sri Lanka, Pakistán y Nueva Zelanda también endurecían los tipos ante las altas tasas de inflación y los problemas en las cadenas de suministros. Frente a la tónica general, encontrábamos excepciones como el Banco de Rusia que reducía tipos (-300 p.b y 14%) tras el ajuste alcista que acometió para controlar el rublo. El BoJ, por su parte, seguía inmerso en controlar el rango alto de 0,25% de la curva de rendimiento ocasionando que el yen tocase mínimos de 20 años frente al dólar (130 USDJPY).

Entre los bancos divergentes, el PBoC seguía encaminado en hacer todo lo posible por cumplir las metas de crecimiento del país y cuyo PIB sorprendía en el 1tr22 al alzarse un +4,8% a. Esto no era suficiente para unas autoridades chinas que no las tenían todas consigo con los datos macro, principalmente la contracción de las ventas minoristas en marzo (-3,5% a.) y que decidían tirar de estímulos para apuntalar el crecimiento con medidas de calado. Entre ellas, se recortaba la ratio de reservas requerido a la banca en 0,25 p.p. con miras a liberar 530 mm. de yuanes y dejaba la puerta abierta a más medidas de calado.

Las acciones chinas se producían justo cuando las autoridades del país están teniendo problemas en su política de “cero COVID” y las restricciones en algunas de las principales ciudades juegan en contra de la normal actividad, como bien se veía en índice CSI300 y su – 4,89% mensual. Los selectivos chinos no eran los únicos en cosechar un mal mes, pues los riesgos pandémicos procedentes del gigante asiático, las políticas monetarias más restrictivas y los problemas de la oferta acrecentados por las tensiones en las cadenas de suministros se traducían en caídas generalizadas en las bolsas, aunque más focalizadas en EEUU donde el Nasdaq se dejaba un -13,26%. Concretamente, las bolsas americanas también se veían castigadas con la publicación de los resultados de tecnológicas como los de Netflix, Alphabet o Amazon que no convencía a los inversores.

Por otro lado, las rentabilidades en la renta fija escalaban a lo largo del mes lo que llevaba al Bund alemán a acariciar cotas del 1,0%; mientras que el T-Note a 10 años también se quedaba en el umbral del 3,0%. En líneas generales, las alzas en los rendimientos de la deuda soberana encontraban soporte las intenciones de los bancos centrales por endurecer la política monetaria ante las presiones inflacionistas. De hecho, en los datos de IPC de la Eurozona de abril (7,5% a.) se veía como la inflación estaba impregnando al resto de partidas con alzas en los precios de los servicios y los bienes industriales no energéticos.