España debe empezar a ajustar la ratio de deuda pública/ PIB cuanto antes para no superar el 108% del PIB en 2024, 10 puntos más que antes de la pandemia

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Funcas | España debería comenzar la reducción de la ratio de deuda pública sobre PIB con celeridad, no solo para anticiparse a situaciones potencialmente adversas en los mercados financieros sino también para recuperar cuanto antes margen para la política fiscal y para frenar el aumento del coste de la deuda por la subida de los tipos de interés. Así se advierte en el último número de Cuadernos de Información Económica, publicación editada por Funcas.

Santiago Lago recuerda en su artículo que, ante la reforma de las reglas fiscales, la posición de varios países de la eurozona apuesta por una reducción de un punto anual en la ratio de deuda respecto al PIB para los países más endeudados, como es el caso de España. Los escenarios que se manejan no garantizan, en ausencia de políticas de ajuste, una reducción de la ratio de deuda a partir de 2025. Y es en el horizonte temporal de los próximos diez años donde se juega la sostenibilidad fiscal, cuyos riesgos la Comisión Europea considera elevados en el medio plazo. Todo ello obliga a diseñar y ejecutar con urgencia un plan de consolidación gradual pero continuo y sostenible.

Como se ha insistido en ediciones anteriores de Cuadernos de Información Económica, el endeudamiento público constituye uno de los principales factores de vulnerabilidad de la economía española. En un contexto de aplicación de unas nuevas reglas fiscales europeas y de retirada del apoyo del BCE, tanto por las subidas de tipos como por la desactivación de los programas de compra de deuda, Raymond Torres y Mª Jesús Fernández también plantean la necesidad de iniciar una reducción progresiva de la ratio de deuda sobre PIB anticipándose a situaciones complicadas en los mercados. La persistencia de un déficit público elevado es un factor de vulnerabilidad para España, especialmente cuando este año se prevé aumentar las emisiones de deuda pública. A esto se suma la subida de las rentabilidades, desde tasas inferiores al 1% en los últimos años para los títulos a 10 años hasta el entorno del 3,5%, lo que va a suponer un aumento del pago de intereses en relación al PIB.

Además, para los autores, nos asomamos a corto plazo a una agudización de las señales de debilitamiento percibidas en los últimos meses como consecuencia del ciclo de restricción monetaria, de modo que el crecimiento registrará una ralentización durante la segunda parte del año. Esta desaceleración de la economía, junto con las medidas de lucha contra la inflación, la indiciación de las pensiones y el incremento de las cargas financieras generado por la subida de los tipos de interés, dificultarán la corrección de los desequilibrios presupuestarios. A falta de ajustes, el déficit se situará en el 3,7% en 2024 y la deuda pública superará el 108% del PIB, 10 puntos más que antes de la pandemia.

Todo ello a pesar de la resiliencia que ha mostrado la economía española en la primera mitad del año y que los autores atribuyen a la competitividad del sector exportador, la ausencia de una burbuja inmobiliaria (a la inversa de la amenaza que planea sobre otros países europeos) y el nivel reducido de deuda de los hogares.

José Ramón Díez Guijarro analiza en su artículo los efectos del endurecimiento de la política monetaria sobre la estabilidad financiera y advierte de que , por primera vez en la última década, se va a poner a prueba el doble mandato de los bancos centrales –inflación y estabilidad financiera– una vez que el intenso endurecimiento de las condiciones financieras empieza a originar focos de tensión.

Los episodios de crisis vividos en algunos bancos medianos norteamericanos y en Credit Suisse pusieron de manifiesto tanto las debilidades de los modelos de negocio de algunas entidades financieras con problemas de solvencia y/o liquidez, como los fallos en su regulación y supervisión. Aunque la crisis parece bastante estabilizada y el contagio ha sido muy limitado, se trata de un aviso a los bancos centrales que les sitúa ante la tesitura de cómo gestionar la política monetaria haciendo compatibles los objetivos de inflación y de estabilidad financiera. La noticia positiva es que un trimestre después del inicio de las tensiones en EEUU, el foco de estrés financiero parece bastante controlado y, aunque es demasiado pronto para estimar los efectos sobre la actividad, nos encontramos muy lejos de una situación de credit-crunch.