Tras el récord europeo de dividendos en 2019, se esperan nuevos máximos ya este año; el S&P 500 ya alcanzó picos históricos en todos los trimestres de 2022

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Thomas Meier (MainFirst ) | El conflicto comercial entre Estados Unidos y China, la pandemia de la covid-19 y una guerra en Europa con consecuencias trascendentales para la política energética: en pocos años hemos pasado de una crisis a otra; este fenómeno en el que nos encontramos política y económicamente se denomina «policrisis». Actualmente, estamos viviendo una renovada carrera entre los sistemas político y económico, lo que tiene implicaciones para el comercio mundial y las cadenas de suministro. Además, recientemente han vuelto a estallar las preocupaciones en el sector bancario, lo que ha provocado fusiones de emergencia y medidas de apoyo de los bancos centrales. Además, la transición energética de la economía hacia fuentes de energía sostenibles y el cambio demográfico están provocando un entorno de mayor inflación.

Todo esto también tiene implicaciones para los valores de dividendos, cuyo primer bautismo de fuego desde la crisis financiera llegó en forma de pandemia de la covid-19. La producción y las cadenas de suministro se paralizaron en todo el mundo y el impacto en la vida cotidiana fue incierto durante mucho tiempo. La producción y las cadenas de suministro se paralizaron en todo el mundo y el impacto en la vida cotidiana no estuvo claro durante mucho tiempo. Como recordatorio, tras la crisis financiera, hubo que esperar hasta 2013 para que se alcanzaran nuevos máximos de dividendos en el STOXX 600 en Europa. Tras el récord europeo de dividendos en 2019, se esperan nuevos máximos ya este año. En Estados Unidos, el S&P 500 ya ha celebrado nuevos récords de dividendos en todos los trimestres de 2022.

Esto nos muestra que, a diferencia de crisis anteriores, las empresas dan prioridad al reparto de dividendos a los inversores. Hay varias razones para ello. Por un lado, los dividendos son una señal para el mercado de capitales de que una empresa espera que la economía se deteriore, pero fundamentalmente sigue teniendo un modelo de negocio exitoso con una rentabilidad adecuada y un balance sólido. Por otra parte, los inversores deberían seguir participando en el éxito de la empresa independientemente de la evolución a corto plazo de la cotización.

Además, las empresas familiares mantienen constantes sus presupuestos de investigación y desarrollo. Sus sólidos balances han acelerado la fase de recuperación tras la pandemia y también representan una ventaja competitiva en el actual entorno de tipos de interés caros. Hoy en día, tiene sentido centrarse en una combinación de valores orientados a los dividendos, joyas corporativas en nichos de mercado y empresas familiares que piensan a largo plazo a la hora de asignar activos. Esto ofrece a los inversores atractivas oportunidades de distribución y rendimiento incluso en tiempos de mayor inflación y tipos de interés al alza.